Caracas, 23 de abril de 2012 – Para las 6:30 de
la mañana, una hora y media antes de que la tienda abriera, aproximadamente dos
docenas de personas ya estaban formadas. Esperaban pacientemente, no
para comprar el más reciente iPhone, sino algo mucho más básico:
abarrotes.
“Lo que pueda conseguir”, dijo Katherine Huga, de
23 años de edad, madre de dos menores, describiendo su lista de compras.
Mostrando resignación, se encogió de hombros. “Compras lo que
tienen”.
Venezuela es uno de los principales productores
de petróleo en el mundo en tiempos de precios de energía que se disparan, pero
la escasez de productos básicos como leche, carne y papel de baño es una parte
de la vida aquí, a menudo convirtiendo la compra de abarrotes en una propuesta
de éxito o fracaso. Algunos residentes organizan sus calendarios en
torno a las entregas una vez por semana, hechas a tiendas subsidiadas
por el gobierno, formándose antes del amanecer para comprar un solo pollo
congelado antes de que se agoten las existencias. O un par de bolsas de harina.
O una botella de aceite de cocina.
La escasez incide sobre los pobres tanto como
sobre la gente acomodada, y de maneras sorprendentes. Un supermercado en el
elegante barrio de La Castellana recientemente tenía abundante pollo y queso –
incluso huevos de codorniz – pero ni un rollo de papel higiénico.
Quedaban solo unas pocas bolsas de café en el anaquel del fondo.
Cuando un comprador preguntó dónde podía
conseguir leche en un día cuando ese producto, de igual forma, estaba agotado,
un gerente le respondió, sarcástico: “En la casa de
Chávez”.
En el corazón del debate está el gobierno de
inspiración socialista del presidente Hugo Chávez, que impone estrictos
controles sobre los precios que tienen el propósito de volver una diversidad de
alimentos y otros productos más accesibles para los pobres. A menudo son los
mismos productos que más trabajo cuesta encontrar.
“Venezuela es un país demasiado rico para
tener esto”, dijo la empleada de restaurante Nery Reyes, de 55 años,
afuera de una tienda subsidiada por el gobierno en el barrio de clase trabadora
de Santa Rosalía. “Estoy perdiendo mi día aquí, parada en una fila, para comprar
pollo y un poco de arroz”.
Venezuela fue por largo tiempo uno de los países
más prósperos en la región, con sofisticada manufactura, una vibrante
agricultura y fuertes negocios, lo cual ocasiona que para muchos residentes sea
difícil aceptar una carestía tan extendida. Sin embargo en medio de la
prosperidad, la brecha entre ricos y pobres era extrema, problema que Chávez y
sus ministros dicen que están intentando eliminar.
Responsabilizan al capitalismo sin control de los
males económicos del país y argumentan que los controles son necesarios en un
país donde la inflación llegó a 27.6 por ciento el año pasado, una de las tasas
más altas en el mundo. Destacan que las empresas provocan carestía a
propósito, reteniendo productos fuera del mercado para hacer que los precios
suban. Este mes, el gobierno requirió reducciones de precios en jugos
de frutas, pasta dental, pañales desechables y más de una docena de otros
productos.
“Nosotros no les estamos pidiendo que pierdan
dinero, solo que ganen dinero de una manera racional, que no roben al pueblo”,
dijo Chávez en fecha reciente.
Sin embargo, muchos economistas dicen que es un
caso clásico de un gobierno que causa un problema en vez de resolverlo. Los
precios son fijados en niveles tan bajos, destacan, que ni empresas ni
productores pueden tener una ganancia. Así que los agricultores cultivan menos
alimento, los fabricantes reducen la producción y los vendedores al menudeo
acumulan menos inventario. Lo que es más, una parte de la escasez está
en industrias, como la de lácteos y café, donde el gobierno ha
nacionalizado empresas privadas y ahora las está administrando, aduciendo que
está en el interés nacional.
En enero, con base en un índice de escasez
compilado por el Banco central de Venezuela, la dificultad de encontrar bienes
básicos en anaqueles de tiendas estuvo en su peor nivel desde el 2008. Si bien
esa iniciativa ya fue relajada considerablemente aún puede ser difícil conseguir
muchos productos.
Datanálisis, empresa encuestadora que registra
con regularidad las carestías, informó que la leche en polvo, producto de la
canasta básica, no podía encontrarse en 42 por ciento de las tiendas que sus
investigadores habían visitado a comienzos de marzo. Encontrar leche líquida
puede ser incluso más difícil. Otros productos que escasearon el mes
pasado, con base en Datanálisis, incluyeron la carne de res, pollo, aceite
vegetal y azúcar. La empresa encuestadora también informa que el
problema registra su nivel más extremo en las tiendas subsidiadas por el
gobierno que fueron creadas para proveer alimento a precio accesible para los
pobres.
Sin embargo, con el alto nivel de inflación,
muchos compradores en esas tiendas dijeron que valía la pena el
inconveniente.
“Es una enorme ayuda”, dijo Ana Lozano, de 62
años, jubilada que plancha ropa ajena para suplementar su pensión, quien estaba
esperando afuera de la tienda de abarrotes de Santa Rosalía. “Por eso la
fila es tan larga”.
Todo parece indicar que el gobierno está en
verdad consciente de las amenazas gemelas de carestía e inflación a medida que
se prepara para la elección de octubre, en la cual Chávez estará buscando un
nuevo mandato de seis años.
Los controles de precios han sido defendidos en
anuncios del gobierno y han ido acompañados de repetidas amenazas de
Chávez de nacionalizar cualquier empresa que no pueda mantener sus
productos en el mercado.
El vicepresidente Elías Jaua ha advertido de una
campaña mediática enfocada a asustar a los venezolanos para que acumulen
productos, lo cual podría provocar carestía artificial. Anuncios del gobierno
exhortan al consumidor a que no sucumba a las compras de pánico, recurriendo a
una proverbial advertencia: El pan de hoy es el hambre de mañana.
Francisco Rodríguez, economista con el Bank of
America Merrill Lynch que estudia la economía venezolana, dijo que el gobierno
pudiera anotarse algunos puntos políticos con la nueva ronda de controles de
precios. Sin embargo, con el tiempo, eso equivaldrá a problemas para la
economía.
“En el mediano a largo plazo, esto va a
ser un desastre”, dijo Rodríguez.
Los controles de precios también significan que
los productos que faltan en anaqueles de tiendas suelen aparecer en el mercado
negro a precios mucho mayores, lo cual es fuente de indignación para muchos.
Para partidarios del gobierno, eso es prueba de especulación. Otros dicen que es
la consecuencia de una política errada.
Si existe un producto que Venezuela debería ser
capaz de producir en abundancia es el café, uno de los principales cultivos aquí
durante siglos. Hasta el 2009, Venezuela era exportador de café, pero empezó a
importar grandes cantidades del producto hace tres años para compensar un
descenso en la producción.
Agricultores y tostadores de café dicen que el
problema es simple: los controles sobre los precios al menudeo mantienen las
ganancias cerca o debajo de lo que les cuesta a los agricultores cultivar y
cosechar el café. Debido a esto, muchos no invierten en nuevas plantaciones o
fertilizante, o reducen la cantidad de tierra usada para cultivar
café. Para empeorar las cosas, la reciente cosecha fue escasa en muchas
áreas.
Un grupo que representa a pequeños y medianos
tostadores informó el mes pasado que no quedaba nada de café nacional en el
mercado al mayoreo; la temporada más temprana del año que líderes de la
industria podían recordar que ese tipo de provisiones se agotara. El grupo
anunció un trato con el gobierno para comprar grano importado a fin de mantener
el café en los anaqueles de tiendas.
Problemas similares se han desarrollado con otros
productos agrícolas bajo controles de precios, como descensos en producción y
crecientes importaciones de carne de res, leche y maíz.
Esperando en una fila para comprar pollo y otros
productos básicos, Jenny Montero, de 30 años, recordó cómo no había
podido encontrar aceite para cocinar el otoño pasado y había tenido que cambiar
de la comida frita, que prefiere, a sopas y estofados.
“Fue una buena época para mí”, dijo secamente,
empujando la carriola donde venía su hija de 14 meses. “Perdí varios kilos”.
Información vía: El Nuevo
Herald
0 comentarios:
Publicar un comentario
Haga su comentario