VIVA VENEZUELA LIBRE!!!!!!

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EL FUTURO EN LA CALLE!

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En homenaje a nuestros héroes caídos y a nuestros presos políticos!!!

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Vuela alto hijo mío!!!...

A quien dió todo por su amor a Venezuela!!

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" "VENEZUELA EXIGE LA LIBERTAD DE NUESTROS PRESOS POLITICOS!!!"....

martes, 21 de septiembre de 2010

Homilia Mons Baltazar Porras en el Bicentenario de la elevación del Seminario San Buenaventura a Real Universidad

 
 HOMILIA DEL ARZOBISPO DE MERIDA, MONS. BALTAZAR ENRIQUE PORRAS CARDOZO, CON MOTIVO DE CELEBRARSE EL 21 DE SEPTIEMBRE, EL BICENTENARIO DE LA ELEVACION DEL SEMINARIO SAN BUENAVENTURA A REAL UNIVERSIDAD. 
 
Catedral Basílica de Mérida, 21 de Septiembre de 2010.

Hermanos:

Hoy es un día muy particular y significativo en la vida de Mérida y su vocación a las letras y las luces. Una de las decisiones trascendentales de la recién instalada Junta Superior Gubernativa fue el de elevar los estudios del Colegio Seminario de San Buenaventura a la categoría de Real Universidad. Es lo que nos trae ante el altar a dar gracias y elevar una plegaria para “el mensaje del Señor resuene en toda la tierra” (salmo responsorial).

Expreso mi saludo a las autoridades universitarias, claustro, profesores, estudiantes, empleados y obreros de nuestra máxima Casa de Estudios, y manifiesto mi pesar por no estar presente físicamente en este día en Mérida. Compromisos ineludibles como Directivo del Consejo Episcopal Latinoamericano CELAM me retiene en Roma en visita oficial de la Presidencia del mismo. Por ello, le he pedido al Gobernador Eclesiástico de la Arquidiócesis, Mons. Alfredo Torres que presida la Eucaristía conmemorativa y lea esta homilía que nace del corazón y del afecto a nuestra Universidad de los Andes que conjuntamente con el Seminario Arquidiocesano, brotaron del coraje y la visión del primer obispo, Fray Juan Ramos de Lora.

Era un viernes, festividad del Apóstol San Mateo, aquel 21 de Septiembre de 1810. Sesionaba la Junta Superior de Mérida en la Sala Consistorial. Consideraron aquellos padres fundadores de la autonomía local que una “de sus primeras obligaciones era la de atraer a la juventud y estimularla al estudio de las ciencias con los honores literarios”. Es estimulante que en aquellos momentos de gestación de la nueva nacionalidad, la preocupación de sus dirigentes fue la de responder a la vocación primigenia, identitaria del gentilicio merideño. Este no era otro que el de la vocación a los estudios de la ciudad serrana.

Los merideños tenían la plena convicción de que se les había estado negando un derecho, del cual podían mostrar que tenían todas las credenciales necesarias. La solicitud del título de universidad, por razones políticas en las que pesó más la importancia y los alegatos de las cabezas de virreinato, capitanía general y capital provincial, llevó al Rey Carlos IV a no entrar en conflicto con ellas y decidir una salida intermedia: conceder dar grados mayores y menores, al igual que Santafé y Caracas, pero sin el título jurídico de universidad. Esto no satisfizo a los habitantes de estas tierras.

Como buenos juristas, el acta del 16 de septiembre, decía que la Junta desconocía toda autoridad superior e inferior, y las asumía, por tanto, ella a pleno derecho. Quizá estaba ya en mente, reivindicar lo antes posible el derecho a ser cabeza de estudios superiores con todas las prerrogativas del caso. Queda por dilucidar, asunto todavía pendiente, si la Junta merideña tenía la facultad de asumir derechos que no le correspondían, claro está, a un ayuntamiento que ni siquiera era sede de provincia o gobernación. De hecho, pocos años más tarde, durante la Gran Colombia, se reservan las nuevas autoridades el reconocimiento de la Academia.

La continuidad con la realidad preexistente del Seminario Conciliar es evidente. Quiere la Junta que el primer rector y el primer vicerrector sean los mismos sujetos que lo son del Seminario, rogándole al Prelado Hernández Milanés que bajo su intendencia ha llegado al estado ventajoso en que se encuentra, elabore las constituciones de la Universidad conforme está mandado por su Majestad y las dirija a la Junta para su posterior aprobación. Encontramos en estas palabras del Acta del 21 de septiembre, la mejor razón para entender que la Universidad de los Andes, la de entonces y la de ahora, ha sido y es, el producto de un proceso, todavía inacabado, que tuvo su gestación en la modesta Casa de Estudios del franciscano sevillano.

En el marco oracional de esta mañana, cabe sacar la lección. Qué celebramos al cabo de doscientos años? Vemos en el pasado, el espejo de lo que tenemos que hacer hoy. Sin unidad de miras, dejando de lado mezquinas visiones que empobrecen el futuro, la universidad es y seguirá siendo, la tarea de quienes hacen vida en ella y tienen responsabilidades de diversa índole; pero lo es también de toda la comunidad merideña. No seamos cortos de mirada, como los fariseos que, ante la llamada que Jesús le hace al publicano Mateo, no ven sino la envidia y la descalificación. En la diversidad de posturas, propias de la pluralidad y convivencia de concepciones disímiles en el seno de la Academia, hay un llamado a la comprensión, a la amabilidad, a la unión en el vínculo de la paz, como enseña el Apóstol Pablo a los Efesios en la lectura de hoy.

La Universidad de los Andes tiene muchas fechas cumbres en su larga y agitada historia. Unas y otras se complementan. Unas y otras le dan consistencia a lo que se ha labrado con el sudor y el trabajo de muchos. Unas y otras son hitos, piedras angulares que pueden ostentar carta de ciudadanía sin menoscabo de las otras. La complementación y la integralidad pueden ser el camino para el fortalecimiento de la autonomía universitaria, necesaria para la vida científica, para la investigación, para el libre debate de las ideas.

Una sola es la esperanza que se edifica en la unidad del cuerpo y en un solo espíritu. Es exigencia del momento, de la razón de ser de una casa superior de estudios, de la fe que nos anima a todos, creyentes y hombres de buena voluntad. Que el mensaje del escudo universitario. Initium Sapientiae Timor Domini, la sabiduría comienza donde se hace presente la misericordia y la condescendencia del Señor, anime el presente y el futuro de nuestra universidad. Que esta fecha bicentenaria sea ocasión para el encuentro y no la división, la fraternidad y no la ideología disociadora, la alegría de formar los hombres y mujeres que necesita la patria en el hoy de nuestra existencia.

Que María Santísima Inmaculada, Patrona de Mérida, bendiga y cobije el bicentenario de la elevación a Universidad del Seminario San Buenaventura, para que Mérida siga siendo una ciudad puesta en lo alto del monte para iluminar, con ciencia y virtud, el devenir de nuestra sociedad. Que así sea. 
 
 

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