La Casona es la residencia oficial que
desde 1964, sirve de domicilio a los presidentes en funciones de la
República de Venezuela, a diferencia del Palacio de Miraflores que se
usa como sede del gobierno nacional y lugar de trabajo presidencial.
Durante el segundo gobierno de la
democracia Venezolana, es decir bajo la presidencia de Raúl Leoni, la
República compró una hacienda de caña de azúcar de la época colonial,
propiedad de la familia Brandt, llamada La Pastora, ubicada en una zona
no urbanizada al Este de Caracas (actualmente enclavada en la
Urbanización La Carlota). Después de adquirida fue restaurada y ampliada
por el arquitecto Andrés Enrique Betancourt pasando de la casa
original, a una gran mansión en la que se buscó principalmente alcanzar
el equilibrio entre la naturaleza y la edificación en sí y además,
preservar el estilo colonial original.
La restauración de la hacienda culminó en
1967 y fue utilizada por todos los presidentes de la era democrática
con sus respectivas familias, reivindicando con ello el característico
valor de la familia como indiscutible eje de nuestra sociedad.
Meticulosamente ornamentada goza de numerosas obras de arte propiedad de
la República y por tanto, patrimonio de todos los venezolanos.
Siendo un bien de la Nación, sus gastos
de mantenimiento, seguridad, enseres de uso doméstico son costeados por
el Estado venezolano. El mantenimiento de la Casa Presidencial es
costoso, y se consideraría un gasto “justificado” porque le permite al
Presidente ejercer a dedicación exclusiva su alta investidura, dándole
la máxima comodidad en la vida cotidiana. Asimismo, está diseñada para
actividades públicas asociadas al cargo como recibir embajadores,
albergar huéspedes oficiales, dar recepciones, incluso reunirse con sus
ministros y despachar.
En épocas anteriores, los venezolanos(as)
podíamos visitar La Casona, que en ciertos lapsos se abría al público
para apreciar cómo vivía la familia presidencial y disfrutar de sus
obras de arte, pues la mansión es un inmueble que pertenece a todos los
venezolanos.
En definitiva, La Casona, es un bien
público pero de uso exclusivo del Presidente de la República en
funciones y no de ningún otro funcionario del estado y mucho menos de
los descendientes de quienes temporalmente ostentaron la investidura de
Presidente de la República.
Pero como todo lo que toca la Revolución
Chavista, La Casona perdió su majestuosidad para convertirse en un
vulgar albergue de chantajistas que se creen dueños de Venezuela y por
tanto herederos de sus bienes y riquezas. Desde de la muerte de Hugo
Chávez, hace casi 3 años, sus hijas se negaron a desalojar la mansión en
franca violación a la Ley contra la Corrupción e imponiendo su
usufructo a Nicolás Maduro y su esposa.
A pesar de ser evidente el peculado y el
abuso que cometen la niñitas del Comandante y sus maridos,
aprovechándose de un bien de todos los venezolanos y no hemos visto que
ninguna institución del Poder Moral tome acciones al respecto.
Mantener La Casona y el tren de vida que
llevan sus ocupantes, le cuesta al pueblo venezolano más de un millón de
dólares diarios, según investigaciones serias divulgadas por medios de
comunicación internacionales, y paradójicamente nuestros estudiantes
pasan penurias en el exterior para obtener los dólares para sobrevivir
fuera del país. Si además de ello le sumamos los gastos de distracción y
recreo de la familia presidencial heredera, nos encontramos con el
mayor desfalco que se puede hacer a una Nación. El Vicepresidente Jorge
Arreaza, esposo de una de las Hijas del Difunto Intergaláctico (alias El
Chulo), se da vida de monarca viajando en aviones o jets privados con
familiares y personal de servicio de seguridad y doméstico pero eso sí,
dándose golpes de pecho contra la hipócrita lucha contra la corrupción y
el capitalismo neoliberal.
Hablando de derroche y desfachatez,
menciono al ultra comunista Elías Jaua, que no puede viajar si no es en
jet privado, con la familia completa, incluyendo a la doméstica bien
apertrechada y armada por si algo le sucede a su jefe. Por cierto, este
abusador que utiliza los bienes públicos a su antojo para su diversión y
vacaciones, en fecha reciente llegó a Montevideo en una de sus tareas
de mandadero del régimen y esta vez, para disimular que no utiliza más
las “colitas” de PDVSA, se apareció en un avión privado que fue
alquilado por CITGO, filial de la estatal petrolera y bien común de
todos los venezolanos. Un detalle reporta el periodista Bocaranda,
desembarcó con 5 maletas grandes y no regreso con ninguna.
Por informaciones suministradas por el
personal que labora en La Casona, sabemos que se hacen tremendas fiestas
o francachelas con artistas nacionales e internacionales que duran
hasta dos días, dignas de “La Infanta” quien ahora está en Nueva York.
Mientras tanto, el humilde pueblo venezolano hace largas colas para
conseguir alimentos básicos.
Revisando la historia de algunas
revoluciones, especialmente las socialistas, entre ellas la cubana, me
encuentro con un factor común. Todas ellas coinciden en los lujos y
extravagancias de sus líderes: vehículos lujosos de marcas elitescas
como Mercedes Benz, mansiones, yates y aviones privados… pero lo
particular en nuestra Narco-revolución es que las extravagancias más que
del líder costeamos las extravagancias de sus herederos quienes en
muchos casos ¡ni siquiera ostentan cargo público!
Hace 2 años los diputados del gobierno,
cómplices de la corrupción y posiblemente beneficiarios en muchos casos
de la misma, aprobaron una Ley Habilitante para que el Ejecutivo
Nacional pudiera dictar más rápida y eficientemente normas que
combatieran este cáncer llamado corrupción. Dos años después vemos que
el cáncer no solo no se ha controlado sino que ha hecho metástasis
alcanzando a la cúpula chavista sin que, por cierto, no se haya hecho
nada.
Maduro debe decidir ya, si habita o no La
Casona Presidencial pero ni el Vicepresidente de la República, ni las
hijas del Comandante Supremo, ni tampoco su viuda (si la hubiere) tienen
derecho a usufructuarla y mucho menos a costear sus vidas de lujo y
derroche a costillas del presupuesto de todos los venezolanos.
Por el rescate del patrimonio y la
dignidad de la familia venezolana, seguiré dando la pelea con lo único
que me queda MI PLUMA y MI PALABRA.
José Gregorio Briceño Torrealba
“El Gato” Briceño.
“El Gato” Briceño.
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