
La Habana despertó ondeando la bandera enemiga, o amiga, ya
no se. Mi vecina toca a la puerta y me pregunta si ya podrá comer carne.
Por la televisión pasan las caricaturas de Disney Channel de un tal
Perri el Ornitorrinco. ¿Se murió Fidel?
Se sacude mi ciudad y el tiempo parece un cuentagotas mientras la
represión a disidentes e intelectuales ya se comenta entre susurros.
Como de costumbre la presa oficial raquítica silencia el mayor de los
temores del régimen: el despertar del cubano. ¿56 años de dictadura
parecen poco?
Tienen 2 opciones; o nos matan o se acostumbran a escucharnos hablar,
gritar y exigir nuestros derechos. ¡Acaben ya de decir que se murió Fidel!
¿Acaso quieren esconderlo como con Chávez? Mis amigos siguen haciendo
las interminables colas frente a los consulados, ¿la salida definitiva
sería la solución? Otros se lanzan al mar, pero de ellos ya he hablado.
El café ligado con chícharo sigue atormentando a mi abuela. Ella no
sabe que el comunismo cubano durará lo mismo que un cerdo cebado en fin
de año. Pero la entiendo. Su vida entera ha estado llena de
preocupaciones. No quiero que se ponga aún más nerviosa con la noticia
no dicha de la muerte del “comandante”.
Este 1ro de enero mi vecina Mercy no colgó el cartel de “VIVA LA REVOLUCIÓN”
como de costumbre en la entrada de su casa. ¡Qué raro! Es el primer año
desde que tengo uso de razón que el día del aniversario de la
revolución no aparece Fidel ni el cartel odioso de mi vecina escrito con
tempera soviética.
El destino de Cuba es tan incierto como un prófugo de la
justicia escapando en helicóptero sin combustible para aterrizar.
Gracias por esperar pacientes, esto apenas comienza.
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