Por: Jesús Petit da Costa
Dos siglos de fracasos militares con
pérdida de territorio han culminado con la cesión de la soberanía a Cuba
hecha por un militar, lo que obliga a los militares a tomar la
iniciativa de liberar al país, primer paso para refundar la República y
encaminarla al éxito y la grandeza.
He dicho, y lo repito, que Venezuela es un fracaso total. Ya ni siquiera
es independiente. Está sometida a Cuba, una isla hundida en la miseria
por la monarquía comunista que la gobierna desde hace cincuenta años.
Venezuela es el único país de América dependiente y sirviente de otro, y
para mayor vergüenza de uno más pequeño y más pobre, y todo sin
disparar un tiro, sin presentar pelea. Si los militares venezolanos
fueran como los japoneses este solo hecho los induciría al suicidio
colectivo. A practicarse el “harakiri”, avergonzados por la deshonra,
causante de la mayor humillación que los naturales de un país hayan
sufrido. Los japoneses no conciben la deshonra de entregarse sin pelear.
Ni se la imaginan. Para ellos la derrota en una guerra, lo que
significa haber tenido el valor de pelear, es ya una deshonra
inaceptable para un militar, la cual lo obliga a inmolarse. Pero ya que
no son japoneses, la espada al vientre debería ser dirigida pensando,
no en el Emperador, sino en el honor nacional legado por los
libertadores, cuya memoria ha sido mancillada precisamente en el
bicentenario de su gesta. Mayor razón habría para esta decisión por
haber sido un militar el que cedió la soberanía de Venezuela a Cuba, en
un acto de traición a la patria sin antecedente ni comparación en la
historia universal. No sólo fue una traición imperdonable, sino la mayor
estupidez que un estratega militar haya podido incurrir. En lugar de
comprar políticamente a Cuba, sometiéndola al dominio de Venezuela, a
cambio de mantenerla, aplicando criterios de geopolítica en base a los
recursos petroleros, hizo exactamente lo contrario a la más elemental
estrategia político-militar: entregó a Venezuela espontáneamente a los
cubanos poniéndola rendida a sus pies como una odalisca ante el sultán
enamorado, para decirlo irónicamente con el verso del poeta Pérez
Bonalde en su “Vuelta a la patria”. Evidentemente tan grande como la
traición fue la estupidez. Así en lugar de estar en estos momentos
negociando a Cuba ante las grandes potencias en función de los intereses
de Venezuela, pasa lo contrario: Cuba negocia a Venezuela como
propiedad suya en función de su interés nacional.
Habiendo sido un militar el que cedió la soberanía de Venezuela a Cuba
nada ganarían los militares venezolanos, para reivindicarse ante el
pueblo y ante la historia, aplicándose la solución japonesa. Ni el
“harakiri” colectivo lavaría la deshonra porque el agravio al honor
nacional sólo se puede reparar con una acción que lo restablezca. El
único modo de los militares reparar el honor nacional sería liberando a
Venezuela del dominio de Cuba restableciendo así la soberanía. Es fácil
el acto de reparación: nada más tienen que romper con Cuba, expulsar del
territorio nacional a todos los agentes cubanos y cortar el subsidio
que se le viene dando a la monarquía comunista que impera en la isla.
Sería la acción militar más sencilla de nuestra historia, porque
contaría con el apoyo casi unánime de los civiles, pero al mismo tiempo
sería la única transcendental en dos siglos de fracasos, ya que implica
recuperar la soberanía perdida en mala hora y restablecer el honor
nacional. No hacerlo sería trágico, no tanto para el país como para los
propios militares. El sometimiento a Cuba no puede durar mucho tiempo
más. No es eterno, porque nada humano es eterno. Entonces serán civiles
los que liberen al país del dominio cubano. Si así fuere, qué
justificaría en adelante la existencia de la FAN? Cómo quedarían los
militares ante el pueblo y ante la historia? Está claro que contando con
los militares la liberación nacional sería más fácil. Sin los militares
sería difícil, pero no imposible. Gandhi demostró que sin armas se
podía derrotar a un ejército imperial probado en muchas guerras. Con
mayor razón a uno que no ha librado ninguna.
Al liberarnos de Cuba los militares pondrían fin a dos siglos de
fracasos, dando el primer paso para refundar la República y encaminarla
al éxito y la grandeza. Y sería su reivindicación.
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