*POR ROGER NORIEGA
Fuente: IASW
Los partidarios del presidente de Colombia, Juan Manuel Santos,
describen la segunda vuelta electoral del domingo como una “elección
entre la guerra y la paz.” Esa descripción tan polarizante oscurece el
hecho de que los colombianos no están muy convencidos del liderazgo de
Santos y la manera en la que ha dirigido al país. Los votantes del socio
más importante de los Estados Unidos en América del Sur no parecen
estar seguros si sus políticos tienen una visión viable para el futuro.
En la primera ronda de votación celebrada el 25 de mayo, el 75 por
ciento de los votos fueron emitidos en contra de Santos. El 60 por
ciento del electorado ni siquiera se molestó en votar. Estos números son
devastadores para el presidente y demuestran una inconformidad con las
políticas de la administración y sobre la desconfianza que existe en las
instituciones y la capacidad que existe por parte de los políticos e
instituciones para estar a la altura de los desafíos del país.
Santos le debe su elección como presidente en 2010 a su antecesor,
Álvaro Uribe Vélez, el popular presidente de Colombia durante dos
mandatos, cuyo enérgico liderazgo logró disminuir el poder de dos
insurgencias y restaurar el crecimiento económico del país.
Inmediatamente después de asumir el cargo, Santos marco su distancia con
la administración saliente a través del acercamiento con los enemigos
nacionales e internacionales de Uribe. Cuando Santos declaró que el
déspota y belicoso dictador venezolano, Hugo Chávez, era su “nuevo mejor
amigo”, muchos colombianos cuestionaron el juicio y la sinceridad del
nuevo presidente. También esperaban que el nuevo presidente le diera
vuelta a la pagina y que abordara los temas más importantes en materia
social y económica que aquejan al país.
A diferencia de su mentor, Santos ha adoptado un estilo de gobierno
distante. La delegación casi completa de responsabilidades a sus
ministros para atender los desafíos internos de la nación es un ejemplo.
En materia de seguridad, desde mediados de 2011 y a principios de 2012
el pueblo Colombiano empezó a notar como incrementaban ataques por
parte de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). El
pueblo vio esto como prueba de que Santos había bajado la guardia y
había permitido que resurgiera la amenaza guerrillera.
En septiembre de 2012, Santos sorprendió a muchos con el lanzamiento de
las negociaciones con las FARC para poner fin al conflicto armado de 50
años. Durante más de una década, la mayoría de los colombianos han
favorecido una solución negociada a la guerra. Esta negociación ha
contado con el apoyo de dos tercios de la población, incluso cuando
Uribe era presidente. Al mismo tiempo, sin embargo, la mayoría de los
colombianos ven a las FARC como una organización criminal que es
culpable de las violaciones más atroces a los derechos humanos.
El espectáculo del gobierno al negociar el desarrollo rural y la reforma
política con los capos de las FARC, mientras los ataques de las FARC
continuaban, creo serias dudas sobre el proceso de paz. Por otra parte,
los colombianos creen que estas cuestiones deben ser tratadas por su
Congreso que, desafortunadamente, ha sido consumido por luchas internas y
supuesta corrupción.
Santos podría haber sido perdonado por su intento de conseguir la paz si
la situación de Colombia estuviera mejorando. No obstante, protestas
por parte de agricultores empobrecidos en agosto del 2013 demostraron un
amplia insatisfacción. Transportistas, maestros, enfermeras y grupos de
estudiantes expresaron su solidaridad con los campesinos. Estas
protestas llegaron hasta Bogotá y a decenas de otras ciudades. Las
demandas iniciales de los agricultores eran de asistencia económica para
poder ser más competitivos en el mercado globalizado. Ellos, no
obstante, ampliaron sus demandas al exigir mayor apoyo económico y
político e inversiones en materia de salud y educación
Mientras que los ministerios del gobierno se apresuraron a responder a
las protestas, un frustrado Santos declaró: “ese tal paro nacional
agrario no existe.” Incluso los simpatizantes de Santos lo veían como
desencajado con la realidad del país mientras que las negociaciones en
la Habana se prolongaban. Sus índices de aprobación comenzaron a caer en
picada el pasado verano.
El contrincante de Santos en las elecciones, Óscar Iván Zuluaga, ha
criticado al presidente por no poner condiciones en las negociaciones de
paz y lo acusó de ignorar otros problemas del país. El poderoso mentor
de Zuluaga es el ex presidente Uribe, quien ha usado su popularidad para
golpear a Santos. La campaña ha dividido al país y el resultado puede
depender de que partidarios estén mas artos o motivados con la campaña.
La mayoría de los colombianos reconocen que, aunque la economía está
creciendo alrededor de un 4.4 por ciento, el país debe modernizarse para
alcanzar su pleno potencial. Colombia está en dificultades en términos
de competitividad global, estancada en el puesto 69 desde el año 2009
entre los más de 130 países clasificados en el estudio anual del Foro
Económico Mundial. Además de las debilidades “institucionales”, el país
carece de modernas carreteras, ferrocarriles y puertos, además de
rezagos en educación y salud básica, de acuerdo con Rosario Córdoba del
Consejo Privado de Competitividad.
En abril pasado, se anunció que Colombia ocupó el último lugar entre los
44 países que participan en una prueba internacional que mide la
capacidad de lectura y matemáticas a jóvenes de 15 años de edad. Junto
con la preocupación sobre las carencias en materia de salud, los
colombianos se preguntan por qué estas cuestiones fundamentales no son
una prioridad más importante en la campaña presidencial.
Santos espera que los colombianos vean las elecciones del domingo como
una alternativa entre la guerra y la paz. Sin embargo, esta elección
puede llegar a ser un referéndum sobre sus políticas y el futuro que
estas puedan brindarle a Colombia.
*Roger F. Noriega fue embajador de EE.UU. ante la Organización de los
Estados Americanos y secretario adjunto de Estado para Asuntos del
Hemisferio Occidental en la administración del presidente George W. Bush
desde 2001 hasta 2005. Él es un investigador visitante en el American
Enterprise Institute. Su firma, Visión Américas, representa a clientes
estadounidenses y extranjeros.
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