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viernes, 13 de junio de 2014

¿Los colombianos creen que Santos puede conducir a su país a un futuro más prospero?

*POR ROGER NORIEGA
Fuente: IASW
 
Los partidarios del presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, describen la segunda vuelta electoral del domingo como una “elección entre la guerra y la paz.” Esa descripción tan polarizante oscurece el hecho de que los colombianos no están muy convencidos del liderazgo de Santos y la manera en la que ha dirigido al país. Los votantes del socio más importante de los Estados Unidos en América del Sur no parecen estar seguros si sus políticos tienen una visión viable para el futuro. 

En la primera ronda de votación celebrada el 25 de mayo, el 75 por ciento de los votos fueron emitidos en contra de Santos. El 60 por ciento del electorado ni siquiera se molestó en votar. Estos números son devastadores para el presidente y demuestran una inconformidad con las políticas de la administración y sobre la desconfianza que existe en las instituciones y la capacidad que existe por parte de los políticos e instituciones para estar a la altura de los desafíos del país. 

Santos le debe su elección como presidente en 2010 a su antecesor, Álvaro Uribe Vélez, el popular presidente de Colombia durante dos mandatos, cuyo enérgico liderazgo logró disminuir el poder de dos insurgencias y restaurar el crecimiento económico del país. Inmediatamente después de asumir el cargo, Santos marco su distancia con la administración saliente a través del acercamiento con los enemigos nacionales e internacionales de Uribe. Cuando Santos declaró que el déspota y belicoso dictador venezolano, Hugo Chávez, era su “nuevo mejor amigo”, muchos colombianos cuestionaron el juicio y la sinceridad del nuevo presidente. También esperaban que el nuevo presidente le diera vuelta a la pagina y que abordara los temas más importantes en materia social y económica que aquejan al país. 

A diferencia de su mentor, Santos ha adoptado un estilo de gobierno distante. La delegación casi completa de responsabilidades a sus ministros para atender los desafíos internos de la nación es un ejemplo. En materia de seguridad, desde mediados de 2011 y a principios de 2012 el pueblo Colombiano empezó a notar como incrementaban ataques por parte de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). El pueblo vio esto como prueba de que Santos había bajado la guardia y había permitido que resurgiera la amenaza guerrillera. 

En septiembre de 2012, Santos sorprendió a muchos con el lanzamiento de las negociaciones con las FARC para poner fin al conflicto armado de 50 años. Durante más de una década, la mayoría de los colombianos han favorecido una solución negociada a la guerra. Esta negociación ha contado con el apoyo de dos tercios de la población, incluso cuando Uribe era presidente. Al mismo tiempo, sin embargo, la mayoría de los colombianos ven a las FARC como una organización criminal que es culpable de las violaciones más atroces a los derechos humanos. 

El espectáculo del gobierno al negociar el desarrollo rural y la reforma política con los capos de las FARC, mientras los ataques de las FARC continuaban, creo serias dudas sobre el proceso de paz. Por otra parte, los colombianos creen que estas cuestiones deben ser tratadas por su Congreso que, desafortunadamente, ha sido consumido por luchas internas y supuesta corrupción. 

Santos podría haber sido perdonado por su intento de conseguir la paz si la situación de Colombia estuviera mejorando. No obstante, protestas por parte de agricultores empobrecidos en agosto del 2013 demostraron un amplia insatisfacción. Transportistas, maestros, enfermeras y grupos de estudiantes expresaron su solidaridad con los campesinos. Estas protestas llegaron hasta  Bogotá y a decenas de otras ciudades. Las demandas iniciales de los agricultores eran de asistencia económica para poder ser más competitivos en el mercado globalizado. Ellos, no obstante, ampliaron sus demandas al exigir mayor apoyo económico y político e inversiones en materia de salud y educación 

Mientras que los ministerios del gobierno se apresuraron a responder a las protestas, un frustrado Santos declaró: “ese tal paro nacional agrario no existe.” Incluso los simpatizantes de Santos lo veían como desencajado con la realidad del país mientras que las negociaciones en la Habana se prolongaban. Sus índices de aprobación comenzaron a caer en picada el pasado verano. 

El contrincante de Santos en las elecciones, Óscar Iván Zuluaga, ha criticado al presidente por no poner condiciones en las negociaciones de paz y lo acusó de ignorar otros problemas del país. El poderoso mentor de Zuluaga es el ex presidente Uribe, quien ha usado su popularidad para golpear a Santos. La campaña ha dividido al país y el resultado puede depender de que partidarios estén mas artos o motivados con la campaña. 

La mayoría de los colombianos reconocen que, aunque la economía está creciendo alrededor de un 4.4 por ciento, el país debe modernizarse para alcanzar su pleno potencial. Colombia está en dificultades en términos de competitividad global, estancada en el puesto 69 desde el año 2009 entre los más de 130 países clasificados en el estudio anual del Foro Económico Mundial. Además de las debilidades “institucionales”, el país carece de modernas carreteras, ferrocarriles y puertos, además de rezagos en educación y salud básica, de acuerdo con Rosario Córdoba del Consejo Privado de Competitividad. 

En abril pasado, se anunció que Colombia ocupó el último lugar entre los 44 países que participan en una prueba internacional que mide la capacidad de lectura y matemáticas a jóvenes de 15 años de edad. Junto con la preocupación sobre las carencias en materia de salud, los colombianos se preguntan por qué estas cuestiones fundamentales no son una prioridad más importante en la campaña presidencial. 

Santos espera que los colombianos vean las elecciones del domingo como una alternativa entre la guerra y la paz. Sin embargo, esta elección puede llegar a ser un referéndum sobre sus políticas y el futuro que estas puedan brindarle a Colombia. 

*Roger F. Noriega fue embajador de EE.UU. ante la Organización de los Estados Americanos y secretario adjunto de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental en la administración del presidente George W. Bush desde 2001 hasta 2005. Él es un investigador visitante en el American Enterprise Institute. Su firma, Visión Américas, representa a clientes estadounidenses y extranjeros.
 
 
 
 
 

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