Porque
esta anciana podría ser tu madre… Teresa de Jesús… Desde que supe
que tu madre es, como yo, geminiana. Y además, que nació, como yo,
el 1° de junio., he pensado mucho en ella. Con profundo respeto. Yo
nací en 1931, tu madre, en 1929. O sea, que este año cumpliría 85 años,
como consta en su cédula de ciudadanía expedida el 9 de Diciembre de
1956 en Bogotá que establece que nació en Cúcuta en esa fecha. Yo nací
en Sabana Grande, aquí, en Caracas.
Esto
sucedió antes de ayer, a manos de esas hordas salvajes que
uniformadas o armadas, cumplen tus órdenes y no diferencian entre
ancianos, jóvenes, mujeres o niños. Cuando confesaste en una de
esas cadenas que te encantan, que no conocías el caso de la mujer
golpeada salvajemente por tus guardias asesinos, no me sorprendería que
no hubieras visto esta, pero estoy segura que, de todas maneras, no te
dolería. Porque por razones que no conocemos, tu pareces lejano a esa
presencia tan necesaria en nuestra vida, no sabemos cómo es o era, si
tuviste su ternura y su alegría en tu infancia, esas cosas, Nicolás que
nutren la personalidad de los seres humanos, pareciera más bien que te
has desprendido de esos lazos porque insistir en ser el “hijo” del
difunto es negarla a tu madre, o mejor dicho, a tus padres, el
espacio merecido en tu vida. Pero ese es tu problema. A mí me tocó la
fibra íntima que nuestras vidas coincidieran justamente en nuestro
nacimiento. Se parece a ti. Bueno. Te pareces a ella, sobre todo en los
ojos. Esta anciana que tiene el valor de salir a protestar a su edad, y
que demuestra en sus ojos el terror del ataque cruel, podría ser yo
también. Porque estamos en manos de esta crueldad que no ve en el otro
venezolano al ser humano sino al objetivo fijado por ti, o por
Diosdado.
No
sabemos nada de tu madre, Teresa de Jesús…si está viva, si vive aquí, o
en Colombia si la extrañas alguna vez, tú sabes, esos sentimientos de
ternura que son regalos de cada vida.
Pero
si ella ve esta foto de esta anciana sangrando, tiene que sentir un
dolor punzante de entrañas…Porque dice más de ti que todo lo que dices
en cada cadena, en cada discurso, en cada insulto, en cada aparición.
Ya
esa anciana no tiene fuerzas para retar con la mirada de la
juventud como hace esta venezolana desafiando la cobardía de
tus lacayos del terror. Pero la vileza de esta imagen, sus ojos
aterrados, su sangre corriendo por su rostro surcado de tiempo y
desvelos, es más desgarradora y contundente para acusarte,
¡Ay, Nicolás!
0 comentarios:
Publicar un comentario
Haga su comentario