SEMANA cuenta la trama que rodea el intento de agentes de inteligencia ecuatorianos de secuestrar en Bogotá a un opositor de Correa.
Fernando Balda Flores es un personaje desconocido para la mayoría de los
colombianos. Sin embargo, el nombre de este ecuatoriano empieza a ser
objeto de escándalo en su país y puede dar mucho de qué hablar en
Colombia. Este reconocido opositor al presidente Rafael Correa, quien
estuvo exiliado en Colombia durante tres años y próximo al círculo del
expresidente Uribe, es el protagonista de un oscuro episodio que ha
pasado desapercibido, pero que podría llegar a tener graves
repercusiones en las relaciones entre Colombia y Ecuador.
Durante
meses, miembros de la inteligencia ecuatoriana realizaron labores
encubiertas en territorio colombiano, se aliaron con un suboficial del
Ejército colombiano, contrataron delincuentes e intentaron secuestrar el
año pasado a Balda en pleno norte de Bogotá, con el fin de llevárselo a
Ecuador. El intento fracasó por la reacción de la ciudadanía y la
Policía cuando los secuestradores se lo llevaban en el carro para
sacarlo de la capital. Tres meses después, en octubre, el ecuatoriano
fue sorpresivamente deportado por las autoridades colombianas a Ecuador
en un avión oficial y, la semana pasada fue condenado en su país por
atentar contra la seguridad del Estado.
Todo esto ha ocurrido sin
que el gobierno colombiano haya dicho una palabra sobre el caso. SEMANA
revela todos los detalles de una trama que parece sacada de una novela
de espionaje e intrigas internacionales.
Opositor perseguido
Fernando
Balda Balda había sido compañero de viaje de Rafael Correa en su
partido Alianza País, pero en 2009 se pasó a la oposición. Hizo parte de
la Asamblea Nacional del Ecuador y asesoró al expresidente Lucio
Gutiérrez, el mayor crítico de Correa. Integró el equipo que asumió la
defensa de Juan Manuel Santos en el proceso judicial que se adelantaba
en el vecino país por el bombardeo en el que murió Raúl Reyes. En
entrevistas, blogs y páginas web, Balda se dedicó a realizar todas
suerte de denuncias y críticas contra Correa. Entre otros, señaló al
gobierno ecuatoriano de disponer presuntamente de una central secreta
desde la que se estarían espiando políticos y periodistas no afectos al
régimen. Fue demandado por injuria y buscó refugio en Colombia, primero
en 2009 y luego desde mediados de 2010.
Una vez
en Bogotá, donde se radicó desde entonces con su compañera, Vanessa
Castelo y sus cuatro hijos, sus posiciones radicales contra Correa
permitieron que tuviera acogida en el círculo más cercano del
expresidente Álvaro Uribe, entre ellos con José Obdulio Gaviria. Desde
Colombia, Balda continuó publicando toda suerte de denuncias contra
Correa al tiempo que era invitado a conversatorios y conferencias por
parte del círculo uribista y participaba con frecuencia en las
actividades y debates de la Fundación Internacionalismo Democrático,
presidida por Uribe.
Uno de los últimos actos
en los que participó Balda con esta fundación fue una conferencia, el 10
de mayo de 2012, en el hotel Las Lomas, cerca al aeropuerto de
Rionegro, que sirve a Medellín. Allí presentó a tres compatriotas suyos
llamados Luis Chicaiza, Wilson Jarrín y Daniela Gaibor. El primero se
acreditó como miembro de una ong y los otros dos como parte de un
movimiento político de oposición a Correa. Ese evento produjo una fuerte
protesta de la embajada de Ecuador en Bogotá e incluso del propio
Correa pues consideraron que se trató de una intromisión indebida en
asuntos internos.
A las pocas semanas, el 5 de
julio de 2012, Balda fue objeto de un extraño operativo cuando salía de
su apartamento en el norte de Bogotá. Tras abordar un taxi, fue
interceptado por varios hombres y un policía disfrazado que lo llevaron a
las autoridades de migración con el fin de deportarlo a Ecuador. Sin
embargo, quedó libre a las pocas horas pues no había en ese momento
orden de captura por parte de Interpol ni otro requerimiento en su
contra. Balda denunció que había sido víctima de un intento de secuestro
por un comando y fue tildado de paranoico por las autoridades de su
país.
Opositor secuestrado
Poco
más de un mes más tarde, el 13 de agosto del año pasado, a las 7:40 de
la noche, Balda se acababa de despedir de su compatriota Luis Chicaiza y
caminaba por una calle del barrio Cedritos, en el norte de Bogotá,
cuando una camioneta frenó a su lado y varios hombres lo subieron al
vehículo a la fuerza. La suerte estuvo de su lado. Un taxista vio la
escena y llamó a sus colegas y a la Policía. Se inició una persecución a
alta velocidad por las calles del concurrido sector que continuó por la
autopista norte. La policía instaló barricadas y los plagiarios no
tuvieron otra opción que tomar una trocha a la altura de la calle 200 en
donde dejaron abandonado el vehículo con el secuestrado y escaparon por
los potreros. Ese fue el episodio que divulgó en su momento SEMANA. La
Fiscalía inició una investigación de rutina por el intento de secuestro,
pero lo que fueron descubriendo dejó sorprendidas a las autoridades.
Una
de las primeras pistas para dar con los secuestradores fue que en el
vehículo abandonado las autoridades encontraron varias huellas digitales
entre las que estaban las de un residente de Puerto Tejada, Cauca
(SEMANA conoce los nombres de este y otros implicados pero se abstiene
de publicarlos para no entorpecer el proceso). Al día siguiente del
intento de plagio un grupo viajó hasta ese municipio y localizó al
hombre, quien acababa de llegar de Bogotá. Desconcertado por la rápida
llegada de las autoridades a su vivienda, habló.
Aceptó
haber participado en el intento de secuestro de Balda. Contó que el 10
de agosto, tres días antes del secuestro, recibió una llamada de un
amigo de infancia quien en ese momento se desempeñaba como cabo del
Ejército de Colombia, en una unidad en el Meta. Este amigo le dijo que
viajara a Bogotá para “una vuelta” y que un tercer participante le daría
los detalles en Puerto Tejada. Este último le explicó que “la vuelta”
consistía en secuestrar a una persona y llevarla hasta Ipiales, por lo
que recibirían 30 millones de pesos.
El sábado
11 de agosto los dos hombres viajaron hasta Palmira y se encontraron
con otras dos personas, entre ellas una mujer. Todos abordaron un vuelo
de Avianca. Al llegar a Bogotá, otros dos miembros del grupo los
llevaron en una camioneta hasta el hotel Imperial House, a pocas cuadras
de la embajada de Estados Unidos. Horas más tarde todos fueron a
comprar ropa al centro comercial Salitre Plaza.
Hacia
el medio día del domingo 12 de agosto llegó hasta el hotel el cabo y
durante toda la tarde estuvieron tomando licor. Entrada la noche, el
suboficial y sus dos amigos de Puerto Tejada se fueron y continuaron
bebiendo hasta la madrugada en un conocido burdel en la zona de
tolerancia del barrio Santa Fe, en el centro de la capital. Hacia la una
de la tarde del lunes, los tres fueron hasta un lugar cercano al hotel
donde se hospedaban y compraron varios celulares. El suboficial del
Ejército entregó 800 dólares a cada uno como anticipo del pago. De allí
salieron hacia el barrio Cedritos para hacer un reconocimiento del
sector en donde harían el fallido secuestro unas horas más tarde.
El hombre que vino del sur
Hasta
ese momento solo había colombianos involucrados en el intento de
secuestro. Pero la investigación acabó por destapar que, tras toda la
operación había agentes de inteligencia ecuatorianos que actuaron
ilegalmente en Colombia.
Los investigadores
rastrearon las placas del vehículo abandonado en el que iba Balda. El
dato los llevó hasta un sitio de alquiler de vehículos, no lejos del
hotel donde se hospedaron los secuestradores. Allí dijeron a las
autoridades que el campero había sido alquilado el sábado 11 de agosto
por 6 millones de pesos por un hombre que firmó un recibo a nombre de
Luis Raúl Chicaiza.
Con ese dato buscaron en
todos los hoteles y descubrieron que Chicaiza se había registrado el
sábado 10 de agosto en el hotel Capital, sobre la avenida El Dorado, no
muy lejos de donde estaban los secuestradores. Al inspeccionar los
videos del Capital y la zona vieron a Chicaiza reunido con un hombre que
resultó también viejo amigo del cabo. En otro video, del domingo 12,
también se observa a estos dos hombres en el mismo hotel inspeccionando
el campero utilizado para el intento de secuestro.
El
nombre de Chicaiza guardaba aún más sorpresas a los investigadores de
la Fiscalía colombiana. Al rastrear sus pasos, descubrieron que se había
registrado en el hotel Las Lomas de Rionegro, cuando asistió, en mayo,
como miembro de una ONG ecuatoriana a la reunión en la que estaban
Balda, Álvaro Uribe y otros integrantes de la Fundación del expresidente
(ver fotos). El desconcierto de los investigadores llegó al máximo
cuando solicitaron información sobre Chicaiza a las autoridades
ecuatorianas y estas les explicaron que se trataba de un sargento activo
de la Policía de ese país. Su último ascenso había sido el 19 de mayo
de 2009, había trabajado en los distritos policiales de las provincias
del Guayas, Quito, Carchi y Bolívar y laboraba entonces para la
Dirección General de Inteligencia de ese país. Tiene casi dos décadas de
experiencia en inteligencia y ha sido condecorado varias veces.
Infiltrar
un agente ecuatoriano activo en una reunión en territorio colombiano en
la que participan un expresidente de la República y sus asesores más
cercanos, en el marco de una operación ilegal encubierta, ya sería
motivo suficiente para armar una trifulca diplomática entre Colombia y
Ecuador, como la que tuvo lugar durante el bombardeo al campamento de
Raúl Reyes, pero esta vez con los ecuatorianos violando la soberanía
colombiana. Sin embargo, los investigadores pronto descubrirían que
había aún más motivos para el escándalo. Chicaiza no parecía ser el
único agente ecuatoriano clandestino en esta historia.
Espías aprendices
Al
revisar la lista de asistentes y los videos de la reunión de mayo en el
hotel Las Lomas, los fiscales encontraron el nombre de un exintegrante
de la inteligencia ecuatoriana. Se trata de Stalin Scoto, un capitán de
inteligencia de la Policía de ese país que fue retirado del servicio
cuando se vio involucrado en un intento de secuestro del ministro
ecuatoriano Patricio Acosta en 2005, quien entonces era el hombre fuerte
del entonces presidente Lucio Gutiérrez y cercano también a Balda.
Las
autoridades colombianas encontraron y siguen investigando otros nombres
de posibles agentes ecuatorianos activos, quienes habrían estado en esa
y otras reuniones en Colombia y habrían participado en el intento de
secuestro. Se trata de un total de diez personas cuya identidad y
filiación están siendo verificadas. La revista ecuatoriana,Vanguardia,
que ha publicado sobre el caso, menciona a dos de estos personajes y
dice que Chicaiza habría contado con fondos del Estado ecuatoriano y que
a Balda lo estarían siguiendo dos agencias de inteligencia de ese
país.
Hoy ya se sabe que entre el 9 y el 31 de
mayo, antes del primer intento de secuestro de Balda en Bogotá,
miembros de la inteligencia ecuatoriana estuvieron hospedados en la
capital haciendo labores de inteligencia para plagiarlo. Incluso, se
analiza un video en poder de la Fiscalía colombiana en el que se ve a un
grupo de hombres, que según testigos, tenían acento ecuatoriano,
planificando ese primer secuestro cerca al apartamento de Balda en
Bogotá.
Las autoridades creen que las
actividades de inteligencia que desarrollaron ilegalmente los agentes
ecuatorianos en Colombia no iban dirigidas a espiar al presidente Uribe y
su grupo, sino exclusivamente a planificar y ejecutar el secuestro del
principal opositor de Correa. Sin embargo, si el solo hecho de adelantar
una operación de ese tipo sin autorización ya es una violación de la
soberanía, que se llegue en el curso de la misma hasta irrumpir en
reuniones en las que participa un expresidente sería todo un escándalo,
en caso de que se llegara a probar que el gobierno ecuatoriano pudiera
estar involucrado. De ser así y con el precedente de la operación contra
Raúl Reyes, el gobierno colombiano se vería en aprietos para hacer
algún reclamo o manifestarse públicamente.
Ese
involucramiento, por supuesto, dista de estar claro. Aunque se investiga
a los demás participantes, el único miembro activo de inteligencia
ecuatoriana cuya participación en el intento de secuestro está
comprobada es un sargento y el otro es un capitán retirado hace algunos
años del servicio. El caso es una bomba en potencia y se ha convertido
en un ‘chicharrón’ para la Fiscalía, pero no hay un solo detenido. El
cabo fue retirado del Ejército el pasado 12 de septiembre, un mes
después del intento de plagio, y no se sabe nada de él. Nadie da razón
tampoco de la suerte del agente Chicaiza y sus colegas ecuatorianos. Lo
único que se sabe es que salieron del país pocos días después de la
acción.
Balda, por su parte, permaneció en Colombia hasta octubre pasado.
El 11 de ese mes fue abordado por las autoridades migratorias
colombianas quienes le informaron que tenían la orden de deportarlo,
aduciendo que Ecuador lo había requerido por existir una sentencia de un
juez en su contra por “injuria calumniosa grave” y que su situación
migratoria era irregular (su mujer, Vanessa, y sus cuatro hijos, sin
embargo, no fueron deportados y permanecieron en Bogotá). Esa misma
noche fue llevado hasta el aeropuerto militar de Catam en donde un avión
de la FAC lo transportó hasta Quito. Llegó a las ocho de la noche y fue
recibido por Rommy Vallejo, jefe de la Unidad de Gestión de la
Seguridad Interna de la Presidencia ecuatoriana. Dos horas más tarde fue
llevado en otro avión hasta Guayaquil y recluido en la penitenciaría El
Litoral de esa ciudad. Dos semanas después fue trasladado a un pabellón
de alta seguridad del penal García Moreno, en Quito. El pasado 7 de
enero un juez lo condenó por atentar contra la seguridad del Estado y
está aguardando la notificación de su sentencia.
Toda
esta novela ha sido tratada con total discreción por los dos gobiernos.
Pero, dados los alcances de este caso, son muchas las preguntas a las
que ambos deberían dar respuesta. ¿De quién es la mano tras esta
operación de agentes encubiertos en un país vecino y amigo? En
diplomacia es perfectamente comprensible que un caso de estos se ventile
discretamente, pero, si el alto gobierno colombiano conocía del intento
de secuestro de Fernando Balda, ¿por qué accedió a deportarlo a su
país, donde era evidente que sería condenado?
0 comentarios:
Publicar un comentario
Haga su comentario