Por: JOSÉ DOMINGO BLANCO (MINGO)
Fuente: EL UNIVERSAL
Sigo sin entender cómo lo lograron. Porque, la verdad es que cuando me
ha tocado viajar, he visto cómo el personal de la aerolínea suele ser
muy estricto cuando las maletas tienen apenas un kilo más de lo
permitido. Se ponen intransigentes y no hay derecho a pataleo: o se paga
el exceso o se distribuye el excedente entre el resto del equipaje. Y
eso si la línea aérea es de las que permite dos valijas, porque lo
normal es que tan solo podamos llevar una y de apenas 23 kilitos.
También he sido testigo, por ejemplo, de cómo los guardias nacionales
bolivarianos que están antes del counter nos hacen abrir el equipaje y
buscan, hurgan, huelen, jurungan todo lo que llevamos, sin importarles
que algunos pasajeros ya lo hayan plastificado. Incluso, una vez vi cómo
a una muchacha, que no se lo ocurrió mejor idea que meter un frasco de
mayonesa y harina PAN en su maleta –por cierto: ¿a quién se le ocurre
llevar mayonesa y harina PAN a Estados Unidos, cuando allá se consiguen
esos productos sin las peripecias que tenemos que hacer aquí para
comprarlos?- la mandaron para el cuartico para someterla a una revisión
aún más exhaustiva. La vieron sospechosa porque, viajaba sola y llevaba
mayonesa.
Por eso me asombra tanto este caso del alijo de drogas encontrada en un
avión de Air France y embarcada en el aeropuerto de Maiquetía. No hace
falta mucha matemática para saber que cada una de las 31 maletas debe
haber pesado, en promedio, unos 45 kilos. ¡Air France hubiera hecho su
agosto cobrando exceso de equipaje! Pero, no. Los maletines llegaron a
su destino y salieron de Maiquetía sin que se impusieran los controles y
los chequeos a los que somos sometidos los ciudadanos comunes. ¡La
droga llegó al viejo continente y en vuelo comercial! Demasiados
implicados como para que, hasta ahora, solo imputen y priven de libertad
a los cabos rasos. Los verdaderos cabecillas de esta operación, los
peces gordos, tienen que estar en escalafones muchos más altos. Esto es
apenas la puntica de un iceberg. Mucha gente involucrada a quien,
imagino, debieron pagarles grandes sumas de dinero para que voltearan la
mirada y se hicieran de la vista gorda.
Es más, mientras estamos enfrascados en este caso, distraídos con esta
noticia que a medida que se profundiza nos deja aún más perplejos, me
pregunto ¿cuántos alijos, quizá hasta más cuantiosos, no estarán
embarcándose desde otros puntos de nuestra geografía? Porque, los
entendidos en la materia, desde hace muchos años, han manejado la tesis
de que los narcotraficantes cuando van a hacer una operación de mayor
monta, delatan a la "mula" que transporta una cantidad importante, mas
no cuantiosa, y así distraer y enfocar toda la atención de las
autoridades en ese caso que queda al descubierto. Y mientras los ojos
del mundo se concentran en ese hallazgo; por otro lado, el cargamento
más grande está transportándose, sin problemas y sin amenazas, a su
destino final. Es decir, sacrifican a un compinche con una cantidad
interesante de "mercancía" en aras de un alijo mucho más rentable.
Pero, de nuevo, lo que se pone en evidencia es que la corrupción en el
país está haciendo metástasis. La lucha de Maduro contra este flagelo,
no es más que un parapeto donde caen presos los eslabones más delgados
de las cadenas. Los verdaderos responsables, los nuevos ricos que han
llenado sus arcas a punta de negocios oscuros y cobro de comisiones,
siguen campantes e impunes cometiendo o facilitando delitos. La patria
vuelve a ser noticia y no precisamente como un dechado de virtudes. Las
reacciones de los voceros internacionales dan cuenta de nuestro mayor
defecto como nación. Desde Obama hasta el director de la policía
francesa resaltaron en sus declaraciones, palabras más palabras menos,
el alto nivel de corrupción de los funcionarios venezolanos y el fracaso
de nuestro país en la lucha contra el narcotráfico.
Para nadie es un secreto que Venezuela, desde hace mucho, ha sido el
"puente favorito" de los carteles internacionales de las drogas por,
entre otras cosas, su estratégica posición geográfica y su falta de
controles, lo que les permite distribuir los estupefacientes con la
facilidad de un delivery de pizzas. Problema que se agrava cuando
nuestros oficiales, los encargados de cercenar las acciones delictivas,
se dejan engatusar por unos cuantos dólares. ¿Qué hubiera pasado si en
esas maletas, en vez de droga –empaquetada, algunas de las panelas, con
el logo de la Cruz Roja- hubiera habido explosivos? Porque para nadie es
un secreto que, dentro de ese submundo delictivo y de mercenarios, la
venta y tráfico de armamento también es un negocio "jugoso".
Lo cierto es que el caso de las 31 maletas con más de una tonelada de
drogas, es asombroso, Pero, más capciosa me parece la información
confusa que ronda en torno a Rafael Isea y la DEA. ¿Piensa mal y
acertarás? Sospecho que algo mucho más podrido está a punto de reventar.
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