Por: ROGER NORIEGA Y FELIPE TRIGOS
Fuente: EL NUEVO HERALD
Fuente: EL NUEVO HERALD
El petróleo debería ser el recurso que saque de la pobreza a los venezolanos y el vehículo que asegure décadas de progreso y seguridad para el país sudamericano. Sin embargo, el manejo de PDVSA durante los últimos 14 años ha tenido un efecto completamente distinto y la compañía ha sido sometida a tal cantidad de abusos y corrupción por los chavistas que la crisis económica por la que pasa podrían llevarla a la bancarrota mucho antes de lo pensado.
PDVSA, que alguna vez fue considerada una de las empresas petroleras más
productivas en Latinoamérica, ha pasado a ser un nido de corrupción,
ineficiencia, criminalidad y el centro de poder político y económico de
la maquinaria chavista.
Desde la elección de Hugo Chávez en 1998, la compañía ha sido diezmada
por el gobierno e hipotecada a países y organizaciones criminales. En
lugar de aprovechar los ingresos que han dejado los altos precios de
crudo, los chavistas se han encargaron de empeñar el patrimonio de los
venezolanos para garantizar su permanencia en el poder.
Esta ambición ha llevado a la compañía a una situación tan precaria que
sus directivos están teniendo problemas para financiar sus actividades
diarias.
A diferencia de cifras oficiales, la producción actual de petróleo de
Venezuela es de 2.4 millones de barriles por día, muy por debajo del
máximo alcanzado antes de la llegada de Chávez cuando se producían 3.3
millones de barriles diarios. Aunque la producción ha disminuido y la
empresa no puede pagar sus facturas, PDVSA ha duplicado su plantilla
laboral desde el año 2003 a 110,000 empleados.
A pesar de haber descubierto nuevas reservas de crudo pesado que harían
de Venezuela uno de los tres principales productores de petróleo en el
mundo, el país enfrenta una de las más profundas crisis económicas en su
historia.
Hoy PDVSA ya no es solo la caja chica del régimen. La empresa se ha
diversificado a tal grado que el aparato chavista depende por completo
de PDVSA para gobernar y mantener sus programas sociales. Las entidades
de PDVSA ejecutan una red de distribución de alimentos, se hacen cargo
de propiedades expropiadas, recaudan fondos que se destinan para
sobornos políticos e incluso materializan operaciones financieras
sospechosas para gobiernos extranjeros y organizaciones criminales.
Acuerdos preferenciales con China, Rusia, Irán y regalos a Cuba y otros
países en el Caribe y América Central han dejado a PDVSA completamente
sin recursos. Esta deplorable administración de la empresa ha empujado a
Venezuela a tener que importar gasolina para satisfacer la demanda
interna.
Electoralmente PDVSA ha sido esencial para los chavistas. En las
elecciones presidenciales de octubre del 2012, Venezuela solicitó un
préstamo por $32,000 millones para apoyar lo que sería la última campaña
de Hugo Chávez. Préstamos como éste representan una parte minúscula de
la manera en que sistemáticamente se ha empeñado la empresa a gobiernos
extranjeros para financiar agendas políticas de corto plazo.
El régimen chavista vendió la soberanía venezolana que tanto dijo
proteger a cambio de 14 años en el poder y de la destrucción absoluta de
la economía venezolana. Chávez siempre promovió su mensaje
antiimperialista en contra de los Estados Unidos. Lo que nunca dijo es
que aceptaría abiertamente el imperialismo chino, ruso y cubano para
proteger su reinado y la de sus ahijados políticos para convertir a
Venezuela en un estado autocrático, clientelista y protector de la
criminalidad.
El futuro de PDVSA está encadenado al régimen corrupto de Nicolás
Maduro. El ungido de Chávez que ha sido incapaz de esconder sus
deficiencias como líder y administrador público.
PDVSA solo podría salvarse si un régimen democrático reestructurara por
completo la empresa y la separara de las manos corruptas del Estado.
Desafortunadamente, el tiempo para que esto suceda se acaba y las deudas
y falta de inversión en PDVSA ya han sobrepasado la capacidad del
Estado para resucitarla.
La iniciativa privada apoyada por un régimen democrático podrían
regresarle a Venezuela el sueño de convertirse en el país próspero que
se merecen sus habitantes y que les ha sido negado por sus gobernantes.
El tiempo apremia y la solución esta en manos de los venezolanos que
creen en la democracia y que están dispuestos a recuperar los recursos
que los chavistas se han robado.
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