Fueron
los griegos quienes acuñaron el término hubris, con el que designaban
la falta más grande que podían cometer los héroes: creerse superior al
resto de los mortales.
El hubris (palabra derivada del término heleno hibris) es el ego desmedido, la sensación de poseer dones especiales que le hacen a uno capaz de enfrentarse a los mismos dioses.
El hubris (palabra derivada del término heleno hibris) es el ego desmedido, la sensación de poseer dones especiales que le hacen a uno capaz de enfrentarse a los mismos dioses.
EL SÍNDROME HUBRIS: LA
ENFERMEDAD DEL PODER.
Fase 1. Una persona normal
se mete en política y de repente alcanza el poder o un cargo importante. Tiene
un principio de duda sobre su capacidad, pero surge una legión de
incondicionales que lo felicitan y empieza a pensar que está ahí por méritos
propios; recibe halagos por su belleza, inteligencia y sabiduría.
Fase 2. No le dicen
"qué bien lo hace", sino que "menos mal que esta allí para
solucionarlo" y, entonces, entra en la idea megalomaníaca, se cree
infalible e insustituible. Comienza a realizar planes estratégicos para 20
años, obras faraónicas...
Fase 3. Empiezan a padecer
el llamado desarrollo paranoide. Todo el que se opone a él o a sus ideas son
enemigos personales, llega a sospechar de todo el que le haga una mínima
crítica y a aislarse de la sociedad. Y, así, hasta el cese o pérdida de las elecciones,
donde viene el batacazo y se desarrolla un cuadro depresivo ante una situación
que no comprende.
El poder no está en manos
del más capaz, pero quien lo ostenta cree que sí y empieza a comportarse de
forma narcisista.
El hecho de que este síndrome
sea tan común en política se debe a que en otros ámbitos es más frecuente que
el que esté arriba sea el más capaz, pero en política no es así, porque los
ascensos van más ligados a fidelidades.
Como castigo al Hubris
está la Nemesis, que devuelve a la persona a la realidad a través de un
fracaso.
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