BBC Mundo, Bogotá (@bbc_wallace)
Hace 24 min
El presidente Juan Manuel Santos
recurrió a Twitter para intentar aclara la que tal vez sea su frase más
desafortunada hasta la fecha.
Pero cuando empezó a "trinar" la mayor parte del daño ya estaba hecho.
"El tal paro nacional agrario no
existe", dijo el mandatario colombiano el domingo, en referencia a las
movilizaciones de campesinos y transportistas de carga que este lunes
entraron a su segunda semana de protestas.
"Decían que van a aislar a Bogotá, no hay tal,
son 10 o 15 personas, la situación está bajo control y los problemas se
están solucionando", afirmó Santos, para luego ser rápidamente
desmentido por las imágenes de televisión y, sobre todo, los reportes
compartidos a través de las redes sociales.
De hecho, horas después de las declaraciones del
presidente miles de personas –unas 50.000, según el diario El Tiempo–
marcharían por Tunja, capital del vecino departamento de Boyacá, dando
un "cacerolazo" en apoyo a los campesinos y sus reclamos.
"¡Que huevo! Que se vaya (el presidente) a los pueblos a mirar si no hay paro"
Diana Pérez, vendedora
Y según estimaciones de la cadena local RCN, el
paro también ha dejado pérdidas acumuladas por más de un billón de pesos
(US$555 millones, aproximadamente) y al menos cinco personas muertas,
la última de ellas este mismo lunes.
BBC Mundo, por su parte, pudo constatar que los
efectos del paro ya se empiezan a notar en el precio de varios alimentos
en los mercados bogotanos.
En el mercado de Paloquemao, por ejemplo, la
libra de papa criolla pasó de costar 800 pesos colombianos a costar
1.500, mientras que una libra de cebolla larga que antes costaba 700
pesos ahora se vende en 3.500.
"Todo ha subido", le dijo a BBC Mundo Diana Pérez, una vendedora de 26 años.
"¡Que huevo! Que se vaya (el presidente) a los pueblos a mirar si no hay paro", reclamó.
"Reclamos legítimos"
Para entonces, sin embargo, ya Santos había calificado su polémica afirmación de la víspera.
"No menospreciamos las protestas, de ninguna
manera", aclaró el mandatario, quien en su intervención inicial había
reconocido "legítimas reclamaciones" de "algunos sectores de algunos
departamentos".
"Reconocemos protestas localizadas y trabajamos para resolver lo que las suscita", insistió vía Twitter.
Y, como para confirmarlo, este lunes se trasladó
de Bogotá a Tunja para dialogar con los agricultores del departamento
de Boyacá, a pesar de que inicialmente había asegurado que no habría
negociaciones mientras se mantuvieran los bloqueos de carreteras.
Su tajante afirmación inicial, sin embargo, no ha dejado de ser repetida con sorna por sus críticos.
"No menospreciamos las protestas, de ninguna manera. Reconocemos protestas localizadas y trabajamos para resolver lo que las suscita"
Juan Manuel Santos
Y, sobre todo, está haciendo que muchos
protestantes se pregunten si el presidente en realidad entiende los
serios problemas estructurales que actualmente aquejan al agro
colombiano.
Efectivamente, es cierto que hasta el momento
los reclamos de caficultores, productores de papa, cebollas, panela y
leche, a los que se han sumado transportistas de carga y pequeños
mineros, se han concentrado en 11 de los 32 departamentos de Colombia.
Pero muchos de los problemas que enfrentan los
pequeños campesinos tienen un origen común y la verdad es que tampoco
son nada nuevos.
"No de la mejor forma, el país urbano está
enterándose hoy más que nunca de las vicisitudes que enfrenta la
agricultura", reconoció el domingo Luis Genaro Muñoz, el gerente de la
Federación Nacional de Cafeteros, una organización que no apoya el paro y
a la que a menudo se acusa de estar demasiado cerca del gobierno.
"Por muchos años quienes hemos trabajado en este
sector hemos reclamado del país urbano y de la opinión, embelesada con
los índices accionarios y con las buenas noticias del petróleo y de la
minería, atención a una agricultura que ha sido duramente golpeada por
múltiples factores", se lamentó Muñoz, a través de una carta abierta.
El problema del "libre comercio"
Entre los factores mencionados por el gerente de
la federación Nacional de Cafeteros para explicar por qué tantos
pequeños productores están trabajando con pérdidas, se destacan el
cambio climático, la revaluación del peso colombiano y la insuficiente
apropiación de recursos del presupuesto nacional para afrontar los retos
del agro.
Pero para el analista Aurelio Suárez el problema de fondo está en el modelo de desarrollo económico impulsado por el gobierno.
"La primera causa (de los problemas de los campesinos colombianos) es el libre comercio", le dijo a BBC Mundo.
"Todo el mundo sigue pensando que el problema
(con los TLC) era la importación de cebada, de trigo, de soya, de sorgo,
de algodón. Pero eso ya pasó. Lo nuevo es que los agricultores se
resguardaron en una serie de productos que también se empezaron a
importar: papa, leche, hortalizas, cacao, azúcar", dijo Suárez, quien
también destacó problemas como la apreciación de la moneda y el alto
costo del crédito y de los insumos agrícolas, dos de los reclamos
comunes a la actual protesta.
Los manifestantes reclaman también una rebaja en
el costo del combustible, mayores ayudas por parte del Estado y
restricciones a las importaciones de algunos productos claves.
Pero, para Suárez, la única verdadera salida a
los problemas del campo colombiano pasa "por reversar la política de
libre comercio y apertura del agro", que en su opinión está afectando
negativamente a unos 12 millones de colombianos que viven de las labores
del campo.
A priori, sin embargo, esta no parece ser una
opción aceptable para un gobierno que ve esa apertura como clave para el
crecimiento de la economía y la inversión extranjera.
El mandatario, sin embargo, sí parece decidido a
desmontar rápidamente al menos el paro de Boyacá, departamento que por
su proximidad geográfica con la capital ha terminado convertido en la
cara visible de las protestas.
Al poder bloquear las carreteras a pocos
kilómetros de Bogotá, y encarecer por esta vía el precio de los
alimentos que llegan a los mercados capitalinos, los campesinos
boyacenses también pueden terminar obligando a los bogotanos a ponerle
más atención a los reclamos del campo.
Y la indignación que han suscitado las denuncias
de abusos por parte las fuerzas de seguridad que han estado intentando
mantener las vías abiertas, parece sugerir que la solución tendrá que
llegar, obligatoriamente, por la vía del diálogo.
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