En días recientes el Vicepresidente consorte Jorge Arreaza
dio unas declaraciones que revisten extrema gravedad tomando en cuenta el
estado en que se encuentran las finanzas públicas y la desesperada situación
económica del país. Según el señor Arreaza, China ha manifestado particular
interés en la propiedad de tierras en Venezuela.
Existen distintas estimaciones del monto de la deuda venezolana
vigente a favor de China. Se estima –por una parte- el equivalente al 20% del
total de la deuda pública (estrictamente del sector público), es decir, $22.000
millones. Sin embargo, este estimado excluye diversas obligaciones y partidas.
Por ejemplo, debido al velo de secreto con que se han conducido distintas
negociaciones, se desconoce el nivel de compromiso derivado del llamado Fondo
Chino. Tampoco se conoce con precisión el grado de endeudamiento de PDVSA, cuya
deuda total, financiera y operativa, asciende a cerca de $70.000 millones. Para
empeorar las cosas, con los manejos a través de BANDES y la existencia de una
contabilidad paralela -o mejor dicho, Estado paralelo- en virtud de la cual solamente el 50%
de los ingresos petroleros efectivamente entran a la economía nacional y el
otro 50% desaparece en negocios y colocaciones foráneos hechos directamente por
el Ejecutivo, la magnitud de las obligaciones asumidas por el país por esta vía
es totalmente desconocida. En resumen, la deuda externa total conocida de Venezuela,
incluyendo la de PDVSA, alcanza unos $250.000 millones, pero algunos expertos opinan
que podría llegar hasta el doble de ese monto.
Según el economista José Salazar, ya China ha recibido en
pago –además de en garantía- activos de la nación que incluyen pozos de
petróleo en el estado Monagas. Por otra parte, es conocido que el régimen está
solicitando al gobierno chino (así como también al ruso) nuevos créditos para
financiar el funcionamiento del Estado que se encuentra sediento de recursos
que ya el petróleo solamente no puede satisfacer, y el consumo (se sabe que
unos de los propósitos del viaje de Diosdado Cabello a China es la solicitud de
nuevos préstamos). De la única manera que los chinos considerarían prestar más
dinero a una Venezuela que ha copado su capacidad de endeudamiento y de pago,
es, cuando menos, con el otorgamiento de garantías prendarias oreales, y posiblemente
con la constitución de pactos comisorios regularmente proscritos en Derecho, es
decir, con la entrega material de la cosa dada en garantía con la cual se
cobraría automáticamente el acreedor si el deudor incurriere en mora. Se afirma
que este sería el caso con el oro de las Reservas Internacionales en buena
parte sustraído del país. No es descartable que ya este tipo de contratos hayan
sido suscritos y estén en ejecución con el gigante asiático.
Se sabe que en virtud de los convenios suscritos dentro del
llamado Fondo Chino, el país oriental “compra” petróleo a Venezuela por un
monto equivalente a apenas el 50% del precio internacional del crudo, con grave
daño para la nación. Cabe mencionar, que la llamada “compra” bajo este régimen
no es tal, ya que en realidad se trata del pago de préstamos por parte de
Venezuela disfrazados como adelantos a cuenta de precio de venta; el cobro lo
hace China por medio del descuento y la operación está reflejada en los
contratos como pago de préstamo que compromete la producción de petróleo a
futuro en violación a los dispuesto por la Constitución Nacional.
La situación de PDVSA, en cabeza de quien pesa gran parte de
la deuda externa venezolana contraída para satisfacer el apetito insaciable del
Estado populista, corrupto y forajido, merece especial atención. Para 1999, la
deuda total de la estatal petrolera ascendía a $3.500 millones; para 2013,
arribó a los $70.000 millones, ¡20 veces más, 2.000% de incremento! Es muy
grave que este aumento coincide con una caída de un millón de barriles diarios
en la producción de petróleo para el mismo período. Con este nivel de
endeudamiento PDVSA fue colocada en un callejón sin salida. La empresa no es
viable. Su operatividad quedó anulada. La compañía está tan comprometida financieramente
que es incapaz de invertir en exploración y ampliación de su planta para
incrementar producción tal como estaba planificado; de hecho, le es imposible
siquiera gastar en mantenimiento, lo que se ha hecho patente no solamente por
la declinación de su producción, sino por el incremento desmedido de accidentes
industriales en sus instalaciones que alcanzaron su máxima expresión en la
catastrófica explosión de la refinería de Amuay en 2012. Bajo estas
condiciones, la deuda de PDVSA es impagable lo que hace pensar que pueden
activarse mecanismos para la capitalización de su deuda, vale decir, de la
adquisición de participación accionaria por parte de deudores extranjeros. Una
entrega imperdonable.
Así que encontramos que después de casi 15 años de una
dictadura populista que con planes grandiosos le ofreció a un electorado
clientelar el desarrollo y la independencia económica del país; proceso durante
el cual dilapidó la formidable suma de $1.600.000.000.000, o sea, ¡un billón
(de los de verdad, no de los estadounidenses) seiscientos mil millones de
dólares! De los cuales no menos de 700.000 millones se dedicaron a bienes de
consumo, es decir, se los comió la población y la corrupción; de la asunción de
una deuda externa conocida de
no menos de $250.000 millones; de la casi absoluta destrucción de la
infraestructura nacional, incluyendo la eléctrica, y de la economía con la casi
desaparición de la industria privada; y de la aniquilación de la principal
generadora de ingresos del país, PDVSA; no solo no existen obras que mostrar
sino que Venezuela se ve expuesta a la necesidad de entregar activos a sus
acreedores extranjeros que incluyen no solo las acciones de las principales
compañías estatales, sino también el territorio.
Jamás en la historia de la civilización había sido sometido
un país a semejante expolio; a crimen más depravado contra su economía y sus
nacionales; al cercenamiento del futuro de sus niños y nuevas generaciones.
Jamás sufrió una noble nación como lo es nuestra amada y hermosa Venezuela,
mayor traición y entrega.
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