"Es peligroso tener razón cuando
el gobierno está equivocado".
Voltaire
Muchos actores de la política nacional, incluyendo cualquier cantidad de
expertos calificados, no acuerdan en afirmar que en Venezuela existe
persecución política. No obstante, si revisamos rápidamente la lista de
investigados/sospechosos, no es tan sencillo deslindarse de la
afirmación anterior.
En los últimos 3 meses se han comenzado procesos de investigación a:
Richard Mardo, Corina Machado, Cecilia Arocha, Juan Carlos Caldera,
Henri Falcón, Salas Feo, Leocenis García, Nelson Bocaranda, Leopoldo
López, y además una posible investigación a Henrique Capriles, a
Guillermo Aveledo y al historiador Carrera Damas.
Uno de los argumentos que esgrimen quienes defienden al gobierno es que
la corrupción y actos irregulares deben ser investigados y condenados,
"vengan de donde vengan". Esta débil argumentación no toma en cuenta que
en la gran mayoría de los casos, las pruebas y bases de investigación
contra sujetos de la oposición son falsas o, al mejor estilo francés del
siglo XVIII, "semipruebas". A esto debemos sumarle la falta de
investigación a personeros del oficialismo que sí cumplen méritos para
ser encerrados de por vida.
¿A que se debe esta movida del gobierno que se intensifica en estos
momentos? A la inestabilidad política del presidente. Como ya hemos
dicho repetidas veces, la gran debilidad política de Maduro es su falta
de liderazgo y capacidad política, carencia criada por el propio Chávez,
quien nunca permitió que creciera a su lado un liderazgo robusto y
similar al suyo. En este sentido, Maduro carece de legitimidad, que no
es solo de origen, y que no es solo una definición jurídica, es además
una aceptación profunda de los gobernados respecto al ejercicio del
poder del gobernante.
En la medida en que Maduro carece de "piso" político, la aceptación de
su mandato se vuelve relativa, y sus seguidores adoptan un perfil mas
tosco, que solo mantienen su militancia por un pleno asistencialismo que
se expresa en dinero y bienes repartidos.
El problema es que la pésima gestión actual prácticamente ha dejado en
ruinas la economía venezolana, por lo que ahora precisa de acciones de
regulación y recogimiento que se contraponen con el discurso ideológico
trasnochado y con el paternalismo histórico que arrastra la cultura
política venezolana. El factor que puja hacia el precipicio son
precisamente las voces disidentes que han logrado acumular cierta
popularidad y credibilidad dentro del espectro político local, ya que
pueden ofrecer alternativas que desdibujan la imagen pobre y desgastada
del gobierno actual.
De esta forma la cúpula roja ha asumido una estrategia de "limpieza",
que cosiste en acallar las voces que incomodan, y que constantemente
perturban el equilibrio inestable de las figuras políticas del chavismo.
Estas voces opositoras siempre han existido, pero nunca (al menos desde
2002) habían sido tan incomodas e inoportunas para el gobierno de
turno, porque ahora no solamente representan una alternativa real, sino
que son también promotores de matrices de información que pueden llegar a
hacer mucho daño.
El gobierno recurre entonces a silenciar con mayor despotismo a las
figuras de la oposición. Precisan erradicar políticamente esa molestia, y
además dar ejemplos claros de cuales son las consecuencias de ser un
opositor activo del régimen. Las excusas abundan dentro de las
instituciones torcidas, y como quienes acusan son quienes también
deciden la condena (jueces y partes a la vez) no existe mayor
preocupación por conformar siquiera acusaciones creíbles y coherentes.
El fin último es mucho mas sencillo: encarcelar a todo aquel que
represente una amenaza seria para el gobierno, y al mismo tiempo
castigar y amedrentar a esas figuras medias que pretenden acompañar esos
atrevimientos opositores. La verdad importa poco para ellos, y por eso
el genio Voltaire hizo hace siglos esa lúcida advertencia:
"Es peligroso tener razón cuando el gobierno está equivocado".
@politicayvision
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