Por: Roger
Noriega
Fuente:
Inter American Security Watch
A pesar de que el presidente Obama se ha negado a reconocer al gobierno
CubanoMadurista en Venezuela, su subsecretaria de estado adjunto para
asuntos del hemisferio occidental parece estar convencida en que
sostener pláticas con representantes del narco estado venezolano es el
camino correcto para legitimar a ese gobierno y ‘promover’ nuestros
valores e intereses en la región.
El encargado de negocios de Venezuela en Washington y crítico acérrimo
de los Estados Unidos, Calixto Ortega, comentó recientemente que tiene
planeada una reunión con Roberta Jacobson para mejorar las relaciones de
ambos países. Ortega ha sido uno de los inquisidores más intransigentes
en contra de la oposición democrática en Venezuela.
Que el Departamento de Estado haya aceptado el nombramiento de Ortega
como encargado de negocios de Venezuela en Washington es vergonzoso e
inconsistente con lo que el presidente Obama ha expresado públicamente.
A menos que exista una agenda bilateral en la que la administración del
presidente Obama busque apoyar a un gobierno que ha destruido por
completo a la empresa petrolera estatal venezolana PDVSA, o apoyar a un
país que promueve el terrorismo (FARC y Hezbollah) o al
narcotráfico–estando perfectamente consientes que miembros de alto rango
del gobierno venezolano tienen nexos probados con el narcotráfico y con
grupos terroristas–el buscar la normalización de la relación bilateral
es simplemente inexplicable.
La obsesión de Roberta Jacobson de querer complacer al gobierno de
Venezuela es preocupante. Sus acciones al frente de la diplomacia
estadounidense en Latinoamérica deben ser cuestionadas por el Congreso y
por sus superiores en la Casa Blanca.
El pueblo Venezolano y la oposición que representa a la mayoría requiere
de nuestro apoyo para restablecer un régimen democrático apegado a
derecho. La gestión de Maduro, como la viva imagen de su padre político
Hugo Chávez, representa un riesgo latente para la estabilidad de la
región y para la democracia en Latinoamérica.
El buscar reuniones con mafiosos que tienen como misión la destrucción
de los valores por los que Estados Unidos ha luchado por tantas décadas,
es un insulto para nuestros aliados en la región que también luchan
contra el narcotráfico y para países que creen el la democracia y en el
estado de derecho.
Por su parte, la Mesa de Unidad
Democrática o (MUD), que representa a los movimientos de oposición en
Venezuela, debe actuar con congruencia y seriedad si quiere recuperar la
democracia en su país. Esta mesa tiene que abrir canales de
comunicación mucho más abiertos con Washington-tal y como lo ha hecho
con otras naciones-y buscar apoyo para una causa que no tiene nada que
ver con intervencionismo o paternalismo (simplemente con valores
democráticos y el imperio de la ley).
Jacobson debería reformular su posición en cuanto a Venezuela y escuchar
a las voces democráticas en la región que están cansadas de una
política exterior estadounidense sin rumbo y con una misión alarmante
para la región.
El autor fue secretario de Estado Adjunto para Asuntos del Hemisferio
Occidental y embajador ante la Organización de los Estados Americanos en
la Administración del Presidente George W. Bush (2001-2005) y es un
investigador visitante en el American Enterprise Institute. Su firma,
Visión Américas LLC, representa a clientes estadounidenses y
extranjeros.
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