Por Uberto Mario
Periodista radial y ex agente de la
inteligencia cubana bajo el alias de “Marcos”. Fue captado por el MiNINT
en febrero de 1987, labor que desarrolló hasta su deserción en el 2003.
Actualmente reside en Miami.
Ahora que han salido a la luz los
nombres de dos agentes de la inteligencia cubana en funciones en
Venezuela y están por revelarse otros episodios turbios sobre la larga
mano de La Habana, me parece oportuno volver tras personajes y
situaciones que enfrenté durante mi estancia en territorio venezolano
como el agente “Marcos”.
Según cuenta, llegó a Venezuela el 16 de
diciembre de 1999 y me mantuve entrando y saliendo del país, en
misiones del gobierno cubano, hasta noviembre del 2003. Muchas de las
veces en que salí a un país latinoamericano lo hice con pasaporte
venezolano, con el nombre de José Carlos Contreras, el mismo que tuve en
mi cédula de identidad y con la que voté en el referendo del 2001 para
aprobar la Constitución Bolivariana, la Bicha, como la llamaba Hugo
Chávez (la cédula la utilizaba en funciones de trabajo, moviéndome por
todo el pais, y se guardaba en la Embajada cubana, pues se consideraba
que era un documento para misiones especiales al igual que el pasaporte
venezolano).
Fui el primer enviado del ICRT a
Venezuela para montar las primeras 10 emisoras de radio comunitarias en
los cerros de Caracas, en julio de 2003 (ya hoy existen 540 en todo el
país). Como agente de la inteligencia, realicé “trabajo profiláctico”
con todos los médicos cubanos, di seguimiento a periodistas de
Globovisión como Leopoldo Castillo y Orlando Urdaneta, y fui correo de
confianza para el traslado y recogida de documentos gubernamentales
desde y hacia Cuba, a través de Trinidad y Tobago, Chile, Colombia,
Aruba, Surinam, Panamá, Nicaragua y Honduras. A todos esos países
siempre fui a buscar documentos y valijas para llevar a Cuba, residiendo
en Venezuela.
Siniestro personaje
También trabajé en el aseguramiento de
las visitas de Fidel Castro a Venezuela, estuve a cargo de todos los
grupos de reporteros de radio y televisión de Cuba que visitaron el
país, y se me asignaron tareas de contrainteligencia relacionadas con
los cuadros cubanos allí, como Alberto Juantorena y el doctor Rafael
García Portela, así como del personal de prensa de la embajada cubana.
No me sorprendió el caso de la
conversación de Mario Silva, el siniestro personaje de “La Hojilla”, con
el oficial de la inteligencia cubana Aramis Palacios. El escándalo se
destapó el pasado 20 de mayo y forzó la inmediata salida del aire del
presentador chavista.
Silva es un hombre de bandera roja, de
padres comunistas de origen español (padre gallego y madre canaria),
identificado como un revoltoso en las empresas en que trabajó, un gritón
callejero. Llega a las altas esferas del gobierno venezolano después de
1999, de la mano de Maria de la Paz Higueras, una boliviana
nacionalizada venezolana y también comunista. Antes de fundar “La
Hojilla”, en el 2004, se vincula a Aporrea.org, un sitio digital que
ellos montan con nombres falsos para escribir artículos contra cualquier
persona incómoda.
Desde el 2000, Amado Hernández Iturraga,
Regla Trufin (que ya no está tampoco porque desertó) y Angel Gámez,
hijo del general Oscar Gámez, rector del Instituto Superior del MININT
“Capitán San Luis”, trabajábamos en un grupo operativo que decidió
mandar a Silva a Cuba. Lo mandamos por tres meses al instituto del
MININT, por donde han pasado muchos venezolanos, y cuando regresó nos
reuníamos todos los sábados, a la 1 pm, en La Candelaria, una pizzería
italiana de Caracas.
Lo que no quiso cumplir
Un día le propusimos que se volteara y
se infiltrara dentro de la oposición venezolana, pero no quiso. Se
acobardó. Entonces le enviamos un informe a Tomás Rodríguez, jefe de
Centro de Inteligencia en Venezuela, diciéndole que “el Gordo” (también
mencionado como La Foca) no servía para eso. Silva habló con José
Vicente Rangel para que no le diéramos esa tarea y nos confesó: “Mira,
yo prefiero estar aquí echándole plomo a la oposición por la televisión,
pero no infiltrarme”.
Ahora lo escucho en su grabación con
Aramís Palacios, alias El Gato, utilizado por los servicios de la
inteligencia cubana. Aramis, santiaguero, cuyo nombre de guerra es
“Roque”, es quien lo entrevista. Estuvo por Centroamérica en varias
embajadas, fungió como jefe de Centro en Bolivia y vino a Venezuela para
remplazar a Tomás Rodríguez, tras la salida del embajador cubano Germán
Sánchez Otero en el 2009. Rodríguez es uno de los asesores que está
ahora mismo dentro del cuerpo de seguridad de inteligencia militar de
Venezuela.
El trabajo de Aramís Palacios como
“entrevistador” de Silva es muy fácil de hacer, muy similar al que yo
hice con varios venezolanos. Este episodio no es resultado de técnica
colocada para grabarlo, sino de una grabadora puesta para que
“cante”. El hombre estaba herido, porque aspiraba a dirigir la estatal
Venezolana de Televisión (VTV), lo que lo convierte en una presa fácil.
Este fue un operativo diseñado para
quemar a Aramís Palacios. Hay seguramente fotos, imágenes de Palacios
que en cualquier momento pueden salir al aire, lo que explica su salida
inmediata hacia Cuba. No importa. En Venezuela quedan figuras como el
General de Brigada Alejandro Ronda Marrero, jefe de la Estación Centro
en la República Bolivariana de Venezuela y conocido por muchos como “el
general de los pinchos duros”; el segundo jefe de la estación, el
coronel Leonardo Collazo Iglesias, ex diplomático en la misión cubana en
Washington y objeto de un controversial incidente en el 2000; y el jefe
de operaciones, Coronel Alcides, el agente Danilo, quien dirigió el
centro en Moscú en los años 90.
Hoy
en cada unidad militar de las Fuerzas Armadas Bolivarianas hay varios
políticos de tropa que no son más que oficiales de la contrainteligencia
militar cubana.
El caso de Raciel
Otro caso recientemente destapado me remonta a mis días de niñez y formación en Cuba.
Muchos cubanos de mi generación nos
sentimos inspirados por las personas que vestían de verde olivo. Y
cuando conversábamos con oficiales del MININT, era como ver a personas
diferentes, hombres superiores. Yo tenía 12 años y ya quería ser
“Camilito”, queria enrolarme desde temprano en un uniforme militar y
llegar a ser Ingeniero Naval, Político de Tropas o Agente de la
Seguridad del Estado.
Y eso fue precisamente lo que hizo Raciel García Ceballos hasta
que se puso fatal y lo agarraron “con las manos en la masa”. Y digo lo
agarraron, porque según las fuentes de inteligencia del ex subsecretario
de Estado, Roger Noriega, el guajirito pinareño Raciel se dedicó a
diseñar, estructurar y maniobrar -desde Pinar del Rio- el fraude
electoral que llevo a Nicolás Maduro al poder en los comicios del pasado
abril.
Raciel ha sido un soldado, una
marioneta, un peón más de esta madeja de trucos y acciones electrónicas
que La Habana maneja con destreza. Lo afirmo porqueRaciel, el agente
“Segundo”, trabajó en Caracas como coordinador de información a finales
del 2002. Después se fue a Isla Margarita para el chequeo y
contrachequeo de la base de datos instalada en la Orchila. Esa oficina
radicaba en el área turística, con fachada de agencia de viajes y buceo
de la cadena cubana de turismo HORIZONTES.
Rastreando venezolanos
Más tarde, a mediados del 2003, Raciel
retornó a Caracas con su jefe, Angel Games, “El Ruso” para la
inteligencia cubana, con vistas a organizar en el Ministerio de
Relaciones Exteriores de Venezuela todo lo relacionado con el
seguimiento a venezolanos en el exterior (siempre a través de sistemas
computarizados), y con el plan de lo que después sería la expropiacion
de la CANTV, emporio venezolano de las comunicaciones, y el rastreo
pasivo y activo al Colegio Nacional Electoral (CNE).
Y como Raciel se destacó tanto en cada
misión que le asignó el Departamento 11 del MININT en La Habana, la
direccción secreta que se dedica a rastrear electrónicamente al mundo
entero desde distintas bases en el occidente de Cuba, fue entonces que
pasó a formar parte del grupo UNO, integrado por especialistas en
computación. UNO funciona únicamente bajo las órdenes del General Ronda
Marrero, el hombre fuerte de Ramiro Valdés para montar todo tipo de
operacion encubierta en America Latina desde los años 70.
En
ese grupo Raciel se especializó y trabajó en las acciones fraudulentas
que Caracas lleva a cabo desde las eleccciones del 2002. UNO
está conformado por más de 20 especialistas, por eso digo que alguna
pifia cometió y ahora paga las consecuencias. Porque cuando se está en
la inteligencia, se pagan culpas y no se cobra ninguna.
Situación difícil
Raciel, mi amigo el “Cara de bache”, el
hijo de Nancy la maestra y nieto de Cuco García el barbero del Capo; el
jugador de fútbol desde los “Camilitos”, el ajedrecista que siempre
quería ir con blancas, enfrenta hoy una situación difícil en su carrera
como oficial de la inteligencia, pues si cometió alguna indiscreción o
realizó algún comentario inoportuno los pagará en Cuba. En las filas del
MININT el más mínimo error cuesta bien caro y mucho más si detrás del
asunto está un personaje como Roger Noriega.
Noriega y Otto Reich, otro ex
subsecretario de Estado para América Latina, siempre han sido objetivos
de privilegio para la inteligencia cubana. Recuerdo que en el 2002,
cuando el grupo operativo de entonces recibió información de que ambos
estaban de manera encubierta en la ciudad de Maracay, estado Aragua, y
hasta allá se dirigieron algunos colegas cubanos con órdenes de
eliminarlos.
Hoy recuerdo que cuando me encontré con Raciel en el Hotel Tamanaco, en la capital venezolana, me comentó: “Tareíta la que me han dado, este es un país muy desorganizado, pero esperemos a ver cuanto tiempo estoy por acá”.
No lo vi ni supe más de Raciel hasta ahora, cuando todos nos enteramos de su gran trastada en Venezuela.
Con Información: Noticiero Digital
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