
GUSTAVO AZOCAR ALCALA publicada
el Viernes, junio 7, 2013
Sr Quintero:
Pensé que después del audio de Mario Silva y Aramis Palacios, mis oídos no iban
a escuchar algo más patético. Oir al sinvergüenza, malhechor y corrupto conductor
de La Hojilla, rindiéndole un informe al G2 cubano, en el cual echó al pajón a
más de un revolucionario, me dio náuseas, pero escucharlo a usted, un par de
semanas después, convertido en quinta columna del oficialismo, planificando
junto a ese angelito de la caridad que llaman Wilmer Ruperti, la manera cómo se
iban a fregar en media docena de dirigentes de la oposición, tiene el impacto
de un vomitivo de efecto instantáneo.
Sr. Quintero: con esa grabación, usted ha hecho palidecer a los campeones de la
talanquera, es decir, a Ojeda, Sánchez y compañía. Esos diputados se mudaron
para la acera de enfrente por razones que muchos de nosotros suponemos, pero
ninguno (hasta donde se sabe) nos ha dejado una prueba tan fidedigna como la
que ha dejado usted para demostrar el grado de putrefacción en el que han caído
algunos pseudo dirigentes políticos que se metieron en los partidos con el
único objetivo de hacer dinero y más nada.
Le soy sincero: a mí particularmente me extrañó muchísimo que a usted no se le
investigara desde el mismo momento en que el diputado Juan Carlos Caldera nos
informara, en la rueda de prensa que ofreció a las pocas horas de haber sido
difundido el vídeo en el cual aparece recibiendo dinero sucio del secretario
privado de Ruperti, que quien lo había puesto en contacto con ese empresario
había sido usted. En aquel momento, usted pasó agachado, por debajo de la mesa,
se hizo el loco, como si el asunto no fuera con usted. Pero muchos de nosotros nos
quedamos pensando seriamente en su participación en todo ese affaire.
Y fíjese: unas semanas después, los mismos que echaron al pajón a Caldera,
ahora lo echan al pajón a usted. Porqué ¿quién cree usted que grabó esa
conversación donde estás tú y Wilmer Ruperti? No hace falta ser muy inteligente
para saber que fue la misma gente que grabó a Caldera recibiendo los reales.
¡Qué cosas tiene la vida! Los mismos personajes grabaron un vídeo y se fregaron
en Caldera y luego grabaron un audio y lo fregaron a usted. Eso se llama matar
dos diputados de un solo golpe. Y a los dos por haber recibido dinero de
Ruperti.
Sr. Quintero: no faltará quien me
reproche el hecho de que haya comenzado esta carta diciéndole a usted “señor”.
Debo decirle, de entrada, que no me ha sido sencillo llamarlo de esa manera. Lo
he hecho, simplemente por dos razones: una, para marcar la debida distancia con
usted, y dos, porque las normas de buena conducta que me enseñaron en mi casa,
me inculcaron que debo tratar a las personas sin ofenderlas, así que no se lo
vaya a creer mucho.
Fíjese: usted y yo pertenecemos al mismo partido. Pero es evidente que entre
usted y yo hay cien mil kilómetros de distancia. Yo ingresé a ese partido para
trabajar por la gente, para ayudar a la gente, para construir soluciones y
buscar salidas a la crisis política y social que vive mi país. Usted entró por
otras razones: usted entró para hacer dinero, para aprovecharse de la buena fe
de la gente, para buscar la manera de “enchufarse” en un buen cargo (usted dice
en la grabación que aspira ser Ministro de Energía y Petróleo, Gobernador y hasta
Presidente de la República) y hacerse rico junto a empresarios de dudosa
reputación que no tienen principios.
A usted, señor Quintero, lo he visto una sola vez en mi vida. Fue en el
terminal internacional del aeropuerto de Maiquetía. Yo iba a los EEUU a
continuar mis estudios de Maestría, y usted iba no sé dónde, a lo mejor a
alguna playa de República Dominicana con gastos pagados por Ruperti. Recuerdo
que usted se me puso a la orden y me entregó su tarjeta de presentación y hasta
me pidió que lo llamara para conversar. Quiso la diosa fortuna que yo tirara
esa tarjeta a la cesta de la basura, porque me pareció verdaderamente increíble
que usted me dijera que era “dirigente nacional” de mi partido, y que yo
tuviera 6 años en esa organización y no lo hubiese visto ni una sola vez en mi vida.
Sr. Quintero, déjeme decirle esto: Usted es una vergüenza. No hay palabras para
describir lo que usted ha hecho. Cualquier adjetivo que emplee, para tratar de
definirlo, se va a quedar corto. No existe en el diccionario, una palabra
medianamente decente que sirva para describirlo a usted, porque todas las que
encuentro, son tan escatológicas que no puedo escribirlas en esta columna.
Me gustaría saber cómo hace usted para mirar en la cara a sus hijos, si es que
los tiene, después de lo que ha hecho. Tronco e vaina le echó usted a esos
muchachos. Ojalá no se le haya ocurrido ponerle a alguno de ellos el nombre
suyo. Si lo hizo, hágale un gran favor: vaya a la prefectura y cámbieselo ya mismo.
Ese muchacho no tiene la culpa de que usted sea su padre.
0 comentarios:
Publicar un comentario
Haga su comentario