Traducido por IASW
Mientras
el presidente venezolano, Hugo Chávez, se aferra a la vida en un
hospital de la Habana, en Caracas se desata una intensa lucha por el
poder; enfrentando a los ideólogos con respaldo del régimen cubano
contra los narco-generales venezolanos. Mientras tanto, la inepta
oposición democrática venezolana no cuenta con una estrategia para
defender sus intereses y los diplomáticos de carrera estadounidenses
torpemente se acercan a la legitimación de un narcoestado autoritario
sin recibir nada a cambio. El futuro de Venezuela cuelga de un hilo.
Dos facciones han emergido dentro del chavismo. La primera está liderada
por Nicolás Maduro, quien se desempeño durante seis años como ministro
de relaciones exteriores de Venezuela y encabeza un grupo ideológico
leal a la Habana. En octubre, Chávez nombró a Maduro vicepresidente y
llamó a sus seguidores a apoyarlo en las elecciones anticipadas que se
llevarían a cabo en el caso de su muerte.
Pero incluso con la bendición del presidente moribundo, Maduro no
quedará sin competencia. Diosdado Cabello, militar veterano, antiguo
colaborador de Chávez y actual presidente de la Asamblea Nacional se
convertiría en el mayor rival de Maduro en una eventual lucha por el
poder a pesar de haber perdido la aceptación de muchas de las figuras
principales del chavismo. Cabello y un grupo de militares de alto rango
-implicados por las autoridades estadounidenses en el narcotráfico-
nunca correrán el riesgo de perder el poder y la impunidad. Por otra
parte, Cabello tiene un rencor personal contra los hermanos Castro por
el papel que estos jugaron en su expulsión del círculo íntimo de Chávez
hace ocho años; cuando su fortuna mal habida le proporcionó con una
fuente independiente de poder. Los narco-generales facilitaron la
reinserción de Cabello a las posiciones de poder a comienzos del año
pasado para proteger sus intereses ante el escenario de la tambaleante
salud de Chávez y no están dispuestos a someterse a Maduro y su grupo
compuesto por civiles.
La habilidad de Chávez para tomar el juramento de su cargo para un nuevo
mandato el próximo 10 de enero determinará cuál de las facciones
obtendrá el poder. Si lo hace, Maduro será designado vicepresidente,
posicionándolo para suceder a Chávez y ganar las elecciones anticipadas.
Por otro lado, si Chávez no es capaz de tomar el juramento de su cargo,
la presidencia pasará a la cabeza de la Asamblea Nacional, Diosdado
Cabello, hasta que se elija un sucesor. Es evidente que este último
escenario le daría una ventaja a Cabello. Por lo que, Maduro esta
arguyendo que Chávez, en su condición de presidente puede iniciar un
nuevo mandato al tomar el juramento en la embajada de Venezuela en La
Habana o cuando eventualmente regrese a Venezuela. Cualquiera de esos
escenarios puede menoscabar la legitimidad de un régimen sucesor.
Es probable que los cubanos desesperadamente trabajen para gestionar la
sucesión de Maduro para así asegurar los miles de millones de dólares en
asistencia petrolera y financiera que actualmente les proporciona
Caracas. Pero los cubanos no son los únicos con un interés por asegurar
la continuidad del chavismo. China ha proporcionado al régimen con cerca
de 25 mil millones de dólares en préstamos que deben ser pagados en los
próximos años. Rusia ha vendido cerca de 9 mil millones de dólares en
armas a Venezuela y tiene mucho interés en los depósitos gasíferos y
petroleros del país. Irán explota el territorio venezolano como una
plataforma para evadir las sanciones internacionales y para proyectar la
presencia de Hezbollah y de las Fuerzas Quds en la proximidad de los
Estados Unidos.
Además, los narcotraficantes han adoptado al Estado venezolano como un
socio dispuesto a participar en sus actividades peligrosas. De acuerdo
con fuentes cercanas a las investigaciones en curso, las autoridades
estadounidenses poseen información nueva y convincente que implica a
Chávez, Cabello, el ex ministro de defensa, el jefe del ejército, el
recién nombrado ministro adjunto del interior y a docenas de otros altos
funcionarios militares en el tráfico de cocaína y en el lavado de
activos. Estos funcionarios venezolanos ayudan a transportar toneladas
de cocaína a Centroamérica, México, el Caribe, Estados Unidos, África
occidental y Europa.
Los riesgos son muy altos para los intereses de seguridad, energía y
estabilidad de los Estados Unidos. En noviembre, la subsecretaria de
Estado, Roberta Jacobson, sostuvo una larga conversación telefónica con
Nicolás Maduro para discutir la normalización de las relaciones
diplomáticas con el régimen chavista. Esto sería un error.
Si Washington y Caracas fuesen a restaurar a sus respectivos embajadores
en este momento crucial, se produciría una desmoralización de la
oposición democrática, se legitimaria a Maduro y a la sucesión chavista y
se interferiría con las investigaciones que actualmente conduce la
justicia estadounidense contra el narco venezolano. Para el momento, la
única explicación de tal iniciativa mal concebida es que los
diplomáticos de carrera se apresuran a actuar antes de que el Congreso
pueda anticipar sus acciones – en particular en el contexto de las
audiencias de confirmación del Secretario de Estado designado, John
Kerry.
Los líderes de ambos partidos en el Congreso de los Estados Unidos están
prestando más atención a las peligrosas actividades que acontecen en
Venezuela que las agencias de política exterior del poder ejecutivo. Es
de vital importancia que intervengan para garantizar que la ley
fundamental, la seguridad y los derechos humanos sean condiciones para
cualquier acercamiento con Caracas.
Sorprendentemente, la propia oposición democrática de Venezuela es
prácticamente invisible en este proceso – actuando de meros observadores
en Caracas y con una presencia inexistente en Washington y otras
capitales extranjeras. Irónicamente y a pesar de haber eludido cualquier
tipo de asociación con los Estados Unidos durante años, Maduro ahora se
encuentra impaciente por aceptar los avances del Departamento de
Estado. Los líderes putativos de la oposición podrían capturar cierta
relevancia si trataran de rechazar el intervencionismo cubano y si
exigieran mayor transparencia sobre el estado de salud de Chávez.
También deben preparar una lista de demandas prácticas – reformas de
seguridad, políticas, económicas y electorales significantes – por si
acaso una de las facciones chavistas ofrece compartir el poder en un
intento de legitimación. Cuando las elecciones se lleven a cabo, es
improbable que la oposición logre consensuar un candidato de unidad– en
particular porque muchos creen que su último abanderado, el gobernador
Henrique Capriles Radonski fue demasiado rápido para admitir su derrota
en noviembre de 2012.
No será ninguna sorpresa si las facciones chavistas hacen a un lado sus
diferencias para mantener el control del poder. Sin embargo, mientras
los diplomáticos estadounidenses no se adelanten a normalizar las
relaciones diplomáticas, se tratará de un régimen criminal con un tenue
control del poder. Una vez que se exponga el verdadero legado de Chávez –
la creación de un estado narco-terrorista con alianzas oscuras – los
venezolanos decentes podrán tener la oportunidad de recuperar y
reconstruir su país.
-Roger Noriega fue subsecretario de Estado adjunto para asuntos del
Hemisferio Occidental y embajador ante la Organización de Estados
Americanos en la administración del presidente George W. Bush
(2001-2005) y es un investigador visitante en el American Enterprise
Institute. Su firma, Visión Américas LLC, representa a clientes
estadounidenses y extranjeros.
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