Cristina
y Nicolás, un retrato de Chávez, del artista argentino Norberto Filippo
como recuerdo del Mercosur, en Mendoza, junio 2012.
Nadie me lo contó. Yo mismo los vi…
Estaban muertos de la risa, vistiendo chaquetas, gorras y franelas
alusivas al presidente Hugo Chávez y con claras evidencias, tanto en sus
rostros como en sus palabras, de haber estado celebrando por todo lo
alto desde hacía varios días el triunfo del comandante golpista en las
pasadas elecciones del 7 de octubre.
En el vuelo 5000 de Conviasa con destino a la ciudad de Buenos Aires
del pasado viernes 12 de octubre viajaban cerca de 80 ciudadanos de
nacionalidad argentina. En su mayoría eran jóvenes con edades
comprendidas entre los 20 y los 30 años de edad. También viajaban
personas mayores, con edades entre los 50 y 70.
Me sorprendió ver que una cantidad significativa de los ciudadanos
argentinos que iban en el vuelo, llevaran prendas de vestir alusivas a
Hugo Chávez. Pero lo más sorprendente sería no solamente descubrir que
aquella gran cantidad de gente procedente de la Argentina, no sólo eran
afectas al proceso revolucionario que lidera Chávez, sino que habían
viajado desde hacía una semana desde Buenos Aires hasta Caracas para
participar en las elecciones del 7 de octubre, no precisamente como
observadores sino como electores.
En efecto, luego de esperar 8 horas por el avión (se suponía que el
vuelo debía despegar a las 6 de la tarde pero terminó despegando a las 2
de la madrugada) los ánimos de los pasajeros se fueron caldeando al
extremo de que fue necesaria la presencia de personal de seguridad. Los
pasajeros reclamaban airadamente el retraso de 8 horas y exigían una
explicación por parte de los empleados de la aerolínea.
Uno de los empleados de la empresa dejó colar la información de que
el vuelo sería suspendido. La multitud enardecida empezó a gritar y uno
de los tantos argentinos que estaban esperando impacientemente para
abordar el avión, dijo: “nos trajeron a votar por Chávez y después que
les dimos el voto ahora nos quieren dejar aquí botados”.
La reveladora frase pronunciada por este argentino llamó la atención
de todos los presentes. Un empleado de la aerolínea le confesó a este
cronista, que desde el lunes 8 de octubre, todos los vuelos
internacionales, sobre todo los que tenían por destino naciones
centroamericanas y algunos países del sur, habían experimentado un
sospechoso y vertiginoso aumento en el número de pasajeros. “Desde una
semana antes de las elecciones, todos los vuelos internacionales,
absolutamente todos, han estado full de gente. Pero los vuelos que
vienen más llenos son los que tocan países de América del Sur”, dijo.
La pregunta, por tanto, es evidente y hay que formularla duélale a
quien le duela: cuántos ciudadanos extranjeros vinieron a votar el 7 de
octubre por el presidente Hugo Chávez? ¿Cuántos vinieron de Argentina?
¿Cuántos de Nicaragua? ¿Cuántos de Bolivia? ¿Cuántos de Cuba? ¿Cuántos
de Rusia? ¿Cuántos de Bielorusia? ¿Cuántos de Irán? ¿Cuántos de China?
En mi columna anterior expresé mi preocupación por el tema de la
cedulación en Venezuela. Hoy quiero ratificar que los demócratas de este
país no volveremos a ganar una elección presidencial hasta tanto le
pongamos mayor atención al tema de la cedulación. La trampa no está en
las máquinas de votación ni en las captahuellas. Lo que tiene un extraño
olor podrido es el lugar donde se expiden las cédulas.
En Venezuela, el único documento exigido para poder ejercer el
derecho al voto es la cédula de identidad. Pero sucede, que el único que
controla y supervisa la entrega de cédulas es el Gobierno. Chávez le ha
repartido cédulas de identidad a medio mundo. A los que son venezolanos
y a los que no lo son.
Soy de quienes cree que ese control sobre la cedulación le otorga a
Chávez una gran ventaja electoral. No voy a decir que hay 2 millones de
extranjeros cedulados para votar por Chávez, porque no tengo pruebas
para afirmar eso. Pero de que hay muchos extranjeros con cédulas en mano
entrenados para votar por el comandante golpista, los hay.
La MUD debe poner la lupa en la cedulación. Hay que copiar el esquema
aplicado por ejemplo en México, donde los electores sólo pueden votar
si están registrados en la máxima autoridad electoral de ese país. Los
demócratas en Venezuela somos muchos. Y tenemos muchos votos. Pero
ganarle a un candidato ventajista que usa todo el poder del estado para
hacer campaña y que además se da el lujo de repartir cédulas de
identidad en 40 países del mundo para “exportar” votos que le permitan
ganar los comicios, la cosa no es fácil.
Por: GUSTAVO AZÓCAR A.
elnegroazocar@gmail.com
El Calabozo de la Libertad
Politica | Opinión
VALENCIA, jueves 25 de octubre, 2012
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