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Cuando
la tragedia de Vargas, en 1999, Estados Unidos ofreció enviar un
contingente de especialistas en catástrofes para ayudar a resolver el
problema con el menor índice de sufrimiento posible. Pero por tratarse
de un país que no cuenta con el aprecio del señor Hugo Chávez, la ayuda
no se materializó. Los cuerpos humanos lapidados, las viviendas
destrozadas, los puentes derribados, las lágrimas y el dolor, todo eso
pasaba a un segundo plano, lo único que demostró contar en ese momento
eran los sentimientos personalistas del hombre que tenía el poder. La
vida, la dignidad humana, todo eso era prescindible.
En 2002, veintitrés mil de los profesionales más capacitados de
Venezuela fueron despedidos de sus trabajos; sin importar para nada que
esos conocimientos técnicos eran absolutamente necesarios para operar la
industria más importante del país, la que permite que todo lo demás
fluya. Nuevamente los sentimientos personalistas de quien tenía el poder
privaron sobre los intereses nacionales.
Durante varios meses me dediqué a recorrer en vehículo el interior de
Venezuela. El sentimiento que me invadía durante mis recorridos era
desolador. Las carreteras destruidas, los puentes bloqueados cuando no
derribados, ninguna iluminación en las vías, volviéndolas bocas de lobo a
partir de las seis de la tarde, con el consecuente peligro mortal de
transitarlas; todo lo que tenía que ver con infraestructura, seguridad,
estética y cuidado simplemente no existía.
Transitar por Venezuela es sentir en la piel cuán abismal e
infinitamente frío es el desprecio que el gobierno del señor Hugo Chávez
siente por los venezolanos, por la dignidad, por la vida misma.
Los puentes se caen; las ciudades quedan incomunicadas; las tierras
cultivables parecen cementerios de monte y culebras; las empresas que
fueron arrancadas a sus legítimos propietarios hoy son chatarra
inservible; lo mismo con las empresas del Estado, todas quebradas, con
empleados mal pagados y humillados; la basura se amontona en todas
partes, haciéndose parte ineludible de los paisajes; todo, absolutamente
todo lo que significa dignidad y vida es pisado a diario por el
desprecio gubernamental.
¿Se iba a salvar PDVSA de esta desidia, de este criminal desprecio?
La explosión de la refinería de Amuay, que forma parte del segundo
complejo refinador más grande del mundo; no es un accidente. Esta
explosión es un vil y condenable crimen que merece el repudio y la
denuncia de todos los venezolanos que tengan conciencia y dignidad. Una
refinadora petrolera es una bomba peligrosísima que merece el cuidado
que uno le da a un hijo recién nacido. Necesita los niveles de
profesionalismo más exigentes, y nada puede escatimar el hacerle todas
las inversiones necesarias para que hasta el más mínimo detalle esté
protegido, en las manos de los profesionales mejor entrenados y más
competentes que existan. Esto requiere conocimientos y mucho dinero
invertido. Requiere atención total y nada puede dejarse a la
improvisación o a las medias tintas.
Miles de millones de dólares de todos los venezolanos le ha regalado
el señor Chávez a Fidel Castro para que los invierta en su refinería y
para que los use a su caprichoso antojo; miles de millones de dólares de
todos los venezolanos se le han regalado a decenas de países a cambio
de comida producida por ellos, comida que ya no puede producirse en
Venezuela debido a medidas del señor Chávez.
Desde hace años, se le ha quitado el dinero a PDVSA para usarlo en
la promoción de la imagen del señor Chávez. Todos esos miles de millones
de dólares, dejaron de invertirse en áreas que son neurálgicas para el
sostenimiento de nuestro país y la seguridad de la vida de todos
nosotros, incluyendo, por supuesto, a los trabajadores petroleros, y a
todas las personas que trabajan prestándole servicios a esa industria, o
que viven cerca de sus instalaciones.
La explosión de Amuay es una evidencia trágica de la incompetencia y,
sobretodo, del infinito desprecio que siente el gobierno del señor
Chávez por la dignidad de la vida humana.
En el mundo petrolero, la inversión en seguridad, cuidado y
competencia operativa es muy elevada, porque así lo exige el peligro
implícito en este negocio. Pero en lugar de usar el dinero para cuidar
las operaciones y evitar los accidentes, lo utilizan para fines que nada
tiene que ver con los intereses nacionales.
Un niño de 10 años ha muerto por la explosión de Amuay, junto con
otras decenas de personas inocentes que no merecían la muerte (o
heridas), y menos una tan espantosa como la que produce la explosión de
gases venenosos cubiertos de un fuego que sancocha la piel.
Un accidente ocurre cuando el suceso ocurrido no pudo evitarse y
ocurre de imprevisto. Lo de Amuay pudo evitarse con el mínimo de cuidado
y competencia que estuvieron ausentes por la más criminal de las
negligencias. La explosión de Amuay fue un delito, no un accidente. Fue
un crimen que tiene que ser penalizado con toda la fuerza de la ley y
exigir responsabilidades de carne y hueso.
En cuanto a la investigación que lógicamente se está exigiendo hay
que tener cuidado. Pedirle al gobierno que investigue su propio crimen
de alguna forma lo está eximiendo de la responsabilidad directa, pública
y notoria, que tiene en este lamentable y trágico suceso. No puedes
pedirle al responsable de un crimen que constituya una comisión
investigadora. Se debe exigir la creación de una comisión investigadora
internacional e imparcial que no incluya para nada a los presuntos
responsables del crimen. En el intento de querer lucir ecuánime, se
puede, involuntariamente, legitimar a una autoridad que por sus acciones
criminales no debe ser reconocida. Además, pedirle al gobierno una
investigación genera un tono que implícitamente permite la duda sobre
quien puede ser el responsable, cuando a todas luces es evidente que es
el gobierno. Creo que hemos llegado a un estado de cosas, que no permite
ningún atenuante a esta trágica realidad. Menos mal que las empresas
aseguradoras y reaseguradoras se encargarán de poner en papel oficial lo
que ya es público y notorio: negligencia criminal.
Invito al país entero a unirse a este sentimiento de repudio, que
también lo es de esperanza por la Venezuela diferente que está a la
vuelta de la esquina.
También sintamos y expresemos el duelo por todos los venezolanos que
han pagado con sus vidas y su libertad la factura que cobra a diario el
régimen más incompetente y vil de la historia de Venezuela.
venezuelafenix@gmail.com / jcsa.petroleoyv.com / www.jcsosa.com / @jcsosazpurua
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