Las siete viviendas de oficiales de la Guardia Nacional desaparecieron tras explosión en Amuay
César Batiz| Últimas Noticias.-
Judibana. Sobre una
polvorienta carretera caminan el hombre y su mujer. Arrastran 26 años de
historias y los pocos enseres y alimentos que sacaron de la
destrucción. Él va con su rostro cargado de lágrimas y el corazón
apretado por la impotencia. Su espalda parece de roble, templada por la
incertidumbre de sus más de 60 años y un futuro desconocido, porque
ellos, igual que sus 36 vecinos, perdieron su casa en un amanecer de fuego y explosión. Pero al menos les queda la vida para contarlo.
FOTO: Gil Montaño
El sargento de la Guardia Nacional (r), José Luis Galantón, y su esposa Matilde llegaron a El Campito de Amuay hace 26 años. En ese lugar ocuparon una de las casas reservadas para el personal de la GN. Allí convivieron con personas que hoy ocupan un lugar en la lista de 44 fallecidos en el accidente de la refinería. Aquellos traspasaron este espacio. Pero los que se quedan bajo el sol paraguanero, con las llamas que incineran la esperanza, se preparan para peregrinar con sus maletas, bolsas y enseres hasta un nuevo techo, porque donde vivían es ya tierra arrasada.
FOTO: Gil Montaño
El Campito era una urbanización para los miembros de la Guardia Nacional asignados a la vigilancia y resguardo de la refinería de Amuay. Eran casas pegadas unas de otras. El grosor de los bloques que hoy se encuentran desarmados como legos en manos de un niño travieso, demuestran que la técnica de construcción y los materiales corresponden a la época de la Creole, transnacional petrolera que inauguró el complejo industrial en 1950.
FOTO: Gil Montaño
Con el estallido del gas acumulado, las viviendas que quedaron en pie muestran fracturas a sus costados. Así le ocurrió a la casa de William Guillén, sargento de la GN (r), quien desde hace 18 años vivía en la zona. Su esposa rescató la nevera, las camas y hasta una guacamaya que se ahogaba en la humareda. El destino inmediato de la familia será un depósito en el que guardarán los corotos, mientras buscan dónde dormir en tanto se concreta la oferta de una nueva casa. Pero de esa promesa, aún no han escuchado nada.
FOTO: Gil Montaño
Otras casas parecen rebanadas por un temblor. Con paredes levantadas y otras quebradas como galletas. Pero no hay olor a nada humano, sólo a kerosen, mientras que los desechos parecen de una ruina antigua, no de una generada por una tragedia con menos de 48 horas de ocurrida.
FOTO: Gil Montaño
Más cerca del fuego no hay paredes. Árboles sin hojas se erigen como cruces en un cementerio de guerra. Ese era el espacio que ocupaban las siete casas de los oficiales de la GN. No se ve ninguna estructura, pues allí cayó una bomba nuclear cubierta de gas. En total, 17 efectivos militares y cerca de 10 familiares perdieron la vida en El Campito.
FOTO: Gil Montaño
A diferencia de esos vecinos, los esposos Galantón aún tienen la vida y también la molestia de sentirse abandonados, porque solos, sin la ayuda de ningún organismo oficial, recuperaron los pocos bienes que les quedaron y cargaron con su pena a casa de un familiar. Grita el sargento, con su voz ahogada por la brisa paraguanera: "Allí se quedaron 26 años de vida".
FOTO: Gil Montaño
Efectos en Los Taques
El alcalde de Los Taques, José Luis Iglesias, admitió que ya se están notando en las comunidades aledañas las consecuencias de la contaminación ambiental, provocada por el humo y las cenizas de los dos tanques que continúan quemándose en la refinería Amuay.
FOTO: Gil Montaño
Iglesias, quien es médico cirujano, precisó que él mismo debió nebulizarse en horas de la mañana y ordenó el reforzamiento de los ambulatorios con medicamentos y equipos de nebulización para las personas. Confió en que, por efectos de la fuerte brisa, el humo y las cenizas se irían mar afuera y no caerían sobre la población.
FOTO: Gil Montaño
cbatiz@cadena-capriles.com
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