La manera como fue sacado desde Costa Rica por la DEA el ex magistrado Aponte, pudiera ser fuente de inspiración para un excelente guión de una película de acción y suspenso. Mientras agentes cubanos y nicaragüenses, infiltrados en San José de Costa Rica, revisaban palmo a palmo los hoteles de esa capital, la DEA logró encontrarlo primero y lo llevó a un Centro Comercial donde fue escondido con las seguridades del caso en una pequeña oficina de allí.
Esperaron hasta la 1 y 30 de la mañana y a esa hora fueron rumbo al aeropuerto para trasladarlo a Estados Unidos en un avión de la DEA que los esperaba. Al no poder llegar hasta la aeronave, por encontrarse vigilado el avión por los agentes infiltrados, la DEA cambió de planes y decdió traerlo en un avión de Iberia que tenía pautado viajar en ese momento a Puerto Rico, y fue embarcado en esa aerolínea a las 2 y 15 de la mañana. Aponte estuvo acompañado siempre de Martín Pérez Rodil, uno de los hombres de confianza de Roger Noriega, cercano también al Venezolano Thor Halvorssen. El ex magistrado comenzó a hablar, dijo de todo y sobre casi todos… y le falta mucho por decir. De buena fuente supimos que en una primera oportunidad que lo hizo, estaba detrás del vidrio de la sala de declaración la propia Hillary Clinton, a quien le tradujeron todo durante las ocho horas que duró la entrevista.
No fue solo lo que dijo Aponte; viajó cargado de documentos y hasta expedientes completos. Lo que trascendió es que antes de octubre el Departamento de Estado solicitará al Gobierno venezolano la inmediata extradición de los generales: Henry de Jesús Rangel Silva, y Cliver Alcalá Cordones; del criminólogo Tareck Zaidan El Aissami Maddah y del técnico superior en Tecnología Policial, Freddy Alirio Bernal Rosales.
El valenciano también declaró que fue obligado desde arriba a decidir casos emblemáticos de la represión judicial en contra de la oposición, en las causas contra Nelson Mezerane, Patricia Poleo, María Afiuni, Álvarez Paz, Puente Llaguno e, inclusive, en la sentencia del Caracazo, afirmando que había alertado sobre lo prescrito de esa última causa. Habló de unas famosas cartas de renuncia anticipadas, suscritas por unos magistrados, en poder de Miraflores. Inclusive, hizo referencia a los actuales 17 jueces penales de Caracas, Maracaibo, Lara y Aragua, que trabajaban para él y aceptaban cualquier requerimiento suyo. Dejó entrever que sabe lo que pasa en el Poder Judicial a través de varios jueces penales, dos de ellas juezas de Corte de Apelaciones en Caracas, Teresa Betancourt y Alida García, y la otra en Primera Instancia en funciones de Juicio, a quien el ex magistrado llama cariñosamente como la “portuguesa”, supuestamente de apellido Figueira.
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