Los días transcurren
aceleradamente entre graves incertidumbres y certezas terribles que
afectarán la vida venezolana. Tenemos la obligación de visualizar los
peores escenarios posibles.
Si no se presentan, pues daremos gracias a
Dios, pero si llegan que no nos sorprendan. Los sorprendidos serían los
adversarios o enemigos, ya no sabemos que son, al encontrarnos
organizados y listos para enfrentar y derrotar definitivamente a este
nefasto régimen.
Pero hacemos una pausa para rendir
testimonio de respeto, gratitud y profunda admiración a varios
venezolanos de excepción que acaban de morir. Uno es el eminente doctor y
mejor amigo, Eloy Montenegro. Al “viejo” Eloy lo conocí hace más de
cuarenta años junto a su esposa, doña Rosario, prematuramente fallecida.
La relación de amistad se mantuvo inalterable en medio de variadas
circunstancias profesionales y políticas. Fui favorecido por su enorme
vocación de servicio cuando me atendió con un tobillo “fundido” producto
de excesos deportivos de entonces.
Buen analista de la realidad
nacional y excelente conversador, especialmente en la ocasionales sobre
mesas que tuve la oportunidad de compartir con amigos comunes. Sus
méritos y logros profesionales han sido expuestos con profusión en estos
días. Algunos lo antecedieron en la despedida final. Están en el
recuerdo de mucha gente al mismo tiempo.
A otro compatriota que quiero rendir
emocionado testimonio de afecto, amistad y compañerismo es al doctor
Arístides Beaujón, uno de los jóvenes fundadores del Partido Social
Cristiano COPEI.
El falconiano Arístides fue secretario general de COPEI
en el Zulia en los duros años de la dictadura perezjimenista y miembro
del Comité Nacional desde que tengo uso de razón. Estaba al frente de
los Organismos Funcionales del partido, entre ellos la JRC, cuando fui
designado secretario juvenil nacional. Él me recibió en la casa nacional
la inolvidable noche del 7 de junio de 1966, hace 45 años ya. Era mi
superior inmediato con quien tenía la relación diaria. En la dirección
nacional, en el Congreso, como diputado o como senador, Arístides fue un
recio luchador. Duro, en ocasiones inflexible, pero amigo y solidario
compañero en todos los tiempos.
Tuve la fortuna de visitarlo, ya
enfermo, hace pocos meses allá en su Coro natal. Exteriorizamos la común
preocupación por el futuro de la democracia cristiana en general y de
COPEI en particular, las precandidaturas y muchas cosas más ocuparon el
tiempo. El reencuentro fue inolvidable.
No exagero al decir, una vez más, que el
patrimonio humano de Venezuela está disminuido por la inevitable partida
de estos venezolanos ante los cuales me inclino respetuosamente para
agradecerles lo mucho que le dieron a la patria en general y a algunos
de nosotros en particular.
A medida que pasan los años se multiplican las ausencias de amigos inolvidables como Ádel Muhammad, prematuramente fallecido pero inscrito en el corazón de lo que fue la juventud revolucionaria copeyana.
A medida que pasan los años se multiplican las ausencias de amigos inolvidables como Ádel Muhammad, prematuramente fallecido pero inscrito en el corazón de lo que fue la juventud revolucionaria copeyana.
Lunes, 24 de octubre de 2011
@osalpaz
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