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domingo, 23 de octubre de 2011

El romance de María Antonia Bolívar con el plebeyo que fabricaba peinetas

 
 El Nacional
23-Oct 06:46 am|Simón Alberto Consalvi
 
Conversación con Inés Quintero. El fabricante de peinetas no sólo relata el turbulento episodio de amor entre la hermana del Libertador y el joven Ignacio Padrón, es también un espejo de cómo se vivía en la Caracas que se estrenaba con la Independencia
 
Después de La criolla principal, la historia y aventuras de María Antonia Bolívar, Inés Quintero escribe ahora El fabricante de peinetas, con el sello editorial Alfa. Ignacio Padrón fue un joven peinetero, modesto y anónimo, que entró en la historia porque protagonizó el último episodio de amor y odio de la hermana mayor de Bolívar, realista irreductible y enemiga de la Independencia. En este diálogo, la historiadora conversa sobre su obra, y refiere cómo llegó al capítulo que le faltaba para completar el retrato de la oveja negra de la familia.

--¿Cómo se explica que una mujer de la condición social de María Antonia Bolívar se haya enredado con un peinetero, un joven del común? 
 
--El momento en el cual se encontraba Venezuela lo considero clave para entender y explicar el romance de María Antonia con un peinetero. Era un país que estaba saliendo no sólo de la Guerra de Independencia, sino de la experiencia colombiana. El caos, la incertidumbre, la desolación, la escasez y, al mismo tiempo, el intenso y complicado esfuerzo de ajustarse a las nuevas circunstancias, de construir espacios de sociabilidad diferentes, de buscar mecanismos y respuestas que permitiesen apuntalar la experiencia republicana, afectaban e incidían en la vida de las personas, cualquiera que fuese su condición. María Antonia jamás se sintió cómoda con la Independencia, ni con la oferta republicana, sin embargo, no le quedó más remedio que buscar la manera de adaptarse, defenderse y protegerse frente a un escenario muy distinto al de sus ancestros, y en condiciones absolutamente adversas. En ese momento ­1836­ su parentesco con Simón Bolívar no resultaba nada favorable. El nombre y la presencia de María Antonia Bolívar ya no representaban lo mismo, no tenía conexiones con el poder, los mantuanos ya no eran determinantes en la conducción del país, era fundamentalmente una mujer sola, en un momento difícil y exigente. Ello quizá pueda explicar la cercanía entre María Antonia y Padrón y que esta proximidad hubiese devenido en romance, tratando cada uno de buscar en el otro auxilio y apoyo, en medio de las difíciles circunstancias de la Venezuela de entonces, con expectativas y resultados diferentes para cada quien.

--¿Qué clase de compañía o de apoyo podía ofrecerle a María Antonia, de 59 años de edad, el peinetero Padrón, de apenas 22 años? ¿Cómo entender este laberinto de pasiones? 
 
--Resulta muy difícil determinar quién buscó a quién, o establecer con precisión cómo fue que Padrón dejó de ser el empleado de la señora Bolívar para convertirse en su amigo íntimo. Aquí intervienen muchas cosas. Por una parte, la soledad, las necesidades, las demandas de María Antonia, que perfectamente pudo ver en Padrón un apoyo, un auxilio, y progresivamente fue buscando una mayor cercanía, ofreciéndole regalos, ventajas, beneficios, hasta convertirlo en su amante. Pero también pudo haber sucedido lo contrario. Que Padrón, viendo las ventajas que le ofrecía una relación más estrecha con una mujer de los recursos y posición de María Antonia Bolívar, se haya puesto galán y logrado vencer sus resistencias, hacerse indispensable, hasta entablar una relación íntima. O también una combinación de ambas. Cada quien vio en el otro una posibilidad de transformar su existencia: ella para siempre; él, mientras tanto.

Por las cartas ventiladas en el juicio resulta claro que el peinetero se vio beneficiado del vínculo con María Antonia; y por el desenlace final del episodio es posible concluir que a María Antonia no le fue tan bien. Esta historia también dice mucho de lo que ella, como mujer, estuvo dispuesta a arriesgar y a transgredir. En la actualidad, una mujer que se vincula afectivamente con un hombre mucho menor que ella es juzgada, señalada y en la mayoría de los casos ridiculizada o condenada. El ejemplo de la duquesa de Alba está a la vista. Habría que pensar en lo que pudo haber sido ese escándalo en 1836.

--Pero, a todas estas, ¿quién era este peinetero? 
 
Ignacio Padrón parece haber salido de la nada. 
 
¿Cuál es su historia? 
 
 --Fue un sobreviviente de los años difíciles y violentos de la Independencia. Nació en 1814, el peor año de la guerra; vivió su infancia en medio del conflicto, aprendió a leer y a escribir en tiempos de la República de Colombia, tuvo la oportunidad de obtener un empleo fijo en la administración pública y, además, se convirtió en fabricante de peinetas, un artículo de lujo, con lo cual completaba sus ingresos para vivir modestamente. Seguramente por ser fabricante de peinetas pudo conocer a una mujer como María Antonia Bolívar y de allí pasar a ser su empleado y después su amante. Su relación con María Antonia fue claramente ventajosa para él; amplió visiblemente el espectro de sus negocios, incursionó en la compra y venta de ganado, adquirió varios objetos de lujo: unas espuelas de plata, un buen reloj; se hizo ropa a la medida y, finalmente, instaló una posada. No cabe duda de que, después de María Antonia, la vida de Padrón fue otra. Se pasó unas semanas en la cárcel, pero salió absuelto, se quedó con su posada, con los regalos que le dio su amiga, entre los que había algunas medallas del Libertador, y también con una posición económica mucho más holgada. No le fue mal al peinetero.


--¿Y cómo estalló el escándalo, cuáles fueron sus implicaciones? 
 
 --En su momento, el escándalo trascendió porque María Antonia acusó a Padrón de haberle robado una considerable cantidad de dinero: 10.000 pesos. Para la época esa suma era una fortuna, sin la menor duda. El asunto fue a parar a los tribunales. El desarrollo de la causa y las averiguaciones correspondientes permitieron que interviniese un gentío en calidad de testigos por cada una de las partes, lo cual convirtió el episodio en comidilla de la ciudad. Si el amorío de María Antonia y Padrón había logrado pasar inadvertido durante 4 meses, después del juicio no hubo en Caracas quien no comentara el romance existente entre la hermana del Libertador y el peinetero Padrón. Sin embargo, concluido el incidente, no se habló más del asunto. Nadie mencionó ni una palabra del bochorno vivido por la señora Bolívar durante su interpelación y después, cuando se dictó sentencia. Ni una línea, en ninguna parte. El único que mencionó el suceso fue sir Robert Ker Porter en su incisivo y detallado Diario. El silencio se mantuvo hasta hace muy poco tiempo. Yo misma no pude abordar este capítulo de la vida de María Antonia cuando escribí La criolla principal, porque el expediente estaba caprichosamente extraviado. El suceso lo trató la historiadora Arlene Díaz en su libro Female Citizens, Patriarchs, and the Law in Caracas, Venezuela 1786-1904, publicado en 2004, un año después de la primera edición de La criolla principal. Cuando por fin pude dar con la documentación en el Archivo General de la Nación me dispuse a narrar esta complicada, dramática y también conmovedora historia del último romance de María Antonia Bolívar con el fabricante de peinetas.

--¿Cómo afectó este escándalo a la hermana del Libertador en la Caracas republicana que a ella tanto incomodaba? 
 
--Si Padrón salió con bien del incidente no puede decirse lo mismo de María Antonia, quien quedó visiblemente expuesta frente a los de su misma condición. Todos se mantuvieron absolutamente al margen del escándalo: ningún mantuano, ninguna de sus allegadas, amigas, primas o parientes la acompañó en el juicio o testificó en su favor.

Resultaba inadmisible que una mujer de su calidad y además viuda tuviese el atrevimiento de enredarse con ese tusa. Ella misma se vio sobrepasada por la situación. Cuando acusó a Padrón de robarle aquel montón de dinero, seguramente estaba convencida de que se saldría con la suya y de que su antiguo amante terminaría sus días en la cárcel o, por lo menos, quedaría escarmentado. Pero no fue así. Las cosas habían cambiado, a lo mejor tímidamente para la mayoría de los venezolanos, pero sí de manera sustantiva para los blancos criollos. Ella no pudo imponer su voluntad ante los usos republicanos que comenzaban a instaurarse. A pesar de su arrogancia, de su soberbia y de su caudal, salió con las tablas en la cabeza. Se fue quedando sola, afectiva y políticamente. Sin remedio.

--¿Cuál es el significado o el alcance de esta historia, más allá del incidente del robo y del amorío entre María Antonia y el fabricante de peinetas? 
 
--Desde mi condición de historiadora y como autora del libro, con lo que ello conlleva de subjetividad, pienso que El fabricante de peinetas dice mucho de la Venezuela de entonces, de las permanencias del pasado y de las presencias del nuevo tiempo que procura instaurarse. Creo que allí está la esencia histórica del libro.

Cómo se vivía en Caracas inmediatamente después de la Independencia y cuando apenas nos iniciábamos como república. Los personajes que aparecen en el libro son muy diversos, cada uno de ellos tiene su propia historia, aspiraciones y ambiciones distintas, sus particulares carencias, sus insuperables limitaciones.

Puede verse claramente cómo todavía está presente la voluntad de imponerse de alguien como María Antonia Bolívar, para quien la república es un estorbo, y también la actitud del abogado y del juez en la conducción del juicio, ajustados a las leyes y a las normas, tanto a las que provienen del siglo XIII y de la época colonial como a las que acaban de sancionarse. Al mismo tiempo, podemos ver las reacciones diversas de los testigos, que también dan cuenta de las distintas maneras de responder y de actuar en aquel momento. Una cosa son los sirvientes de María Antonia o sus paniaguados y otra quienes emiten su juicio sobre el peinetero Padrón, sobre la posibilidad que tiene un individuo del común de salir adelante y abrirse un lugar en la sociedad. Igualmente están los sentimientos, las emociones, los valores morales, las actitudes sociales, el momento político y, finalmente, la vida privada de una mujer como María Antonia, con su soberbia, su arrogancia, sus nostalgias y su profundo despecho.

Creo que el libro, concluye la historiadora, es una ventana hacia nosotros mismos. Que cada quien saque su propia conclusión, después de leerlo hasta la última página... ¡por supuesto!
 
 

1 comentarios:

Claudio dijo...

Interesante. Dónde puedo conseguir el libro?

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