El régimen de Hugo Chávez está convencido de que la estrategia opositora consiste básicamente en prepararse para las elecciones presidenciales de 2012.
Basado en esta certeza, Chávez pretende aprovechar los próximos 25 meses para destruir los pocos espacios democráticos que quedan y para acabar con la economía privada; con lo cual asfixiará las capacidades de la oposición. Es decir, cree tener una “patente de corso” para hacer lo que le venga en gana durante dos largos años.
En apenas un mes, Chávez dio dos golpes a la Constitución, al no liberar a los diputados Pilieri y Mazuco, y al querer nombrar magistrados de forma extemporánea; confiscó dos grandes empresas, Agroisleña y Owen Illinos; firmó acuerdos nucleares con Rusia e incorporó Siria al ALBA; regaló más recursos del erario público a los países que visitó; estallaron los escándalos de la ETA, Makled y Rafael Ramos; por mencionar unos cuantos hechos.
De aquí al 2012, Chávez ocasionará daños tan graves al país, que esperar hasta las elecciones presidenciales no es una estrategia razonable, ni suficiente. Hace falta tomar medidas adicionales para proteger la Constitución y defender los derechos de todos los venezolanos.
Por eso, urge construir un movimiento que organice y coordine protestas en todo el territorio nacional. Sólo la protesta pacífica, generalizada y simultánea, tendrá la capacidad para hacer retroceder al Régimen, a fin de obligarlo a respetar la Constitución.
Este movimiento debe aglutinar a todos los sectores democráticos de Venezuela, subordinar sus actuaciones a la Constitución, y basarse en un decálogo de principios sencillos y fáciles de comunicar.
El oficialismo ha querido criminalizar la protesta, calificándola de “golpista”; pero protestar pacíficamente es un derecho constitucional, consagrado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Ciertamente, protestar en Venezuela es peligroso, porque el Régimen reprime ferozmente; pero la creatividad humana supera los límites de la represión totalitaria, recurriendo a expresiones inteligentes de protesta. Sólo hay que sentarse a diseñar nuevos métodos para reclamar nuestros derechos, de manera efectiva, segura y hasta jocosa.
Esta iniciativa no se contrapone a la estrategia electoral, al contrario, la fortalece y la complementa.
Desde los calabozos del SEBIN, observo con dolor cómo nuestro país se destruye a pasos agigantados. Esperar hasta el 2012 no es una opción.
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