El testimonio del Embajador Luis Alfonso Hoyos el jueves pasado en el pleno de la OEA fue demoledor. Con coordenadas exactas, videos y material fotográfico el Embajador Hoyos demostró que en Venezuela están veraneando los narcoterroristas de las Farc Iván Márquez, Santrich, Granda, Timochenko y Grannobles ; y alias Pablito del Eln.
Los terroristas Canaguaro y Ciro, de las Farc, también alcanzaron a veranear allí, pero cuando regresaron a Colombia a aterrorizar nuevamente en los Montes de María fueron dados de baja por la fuerza pública (Honor y Gloria a los soldados).
El mundo entero pudo ver la forma en que estos criminales se pasean como Pedro por su casa en sendos campos de engorde y descanso localizados en el vecino país. Campos de verano con lechona para el almuerzo y tabacos cubanos para la sobremesa. Campos de verano, en algunos casos, con playa y cerveza para disfrutar del mar y el sol. Campos de verano con disponibilidad de pianos, computadores, biblioteca y otras comodidades. Hasta con estatua en honor al terrorista Tirofijo. Campos de verano que en nada se asemejan a los campos de concentración que en Colombia las Farc han utilizado para torturar y asesinar a miles de seres humanos.
El gobierno colombiano, como es obvio, solicitó una comisión internacional para visitar las coordenadas y verificar la evidencia. Ello sumado a la enésima solicitud de apoyo al Gobierno de Venezuela para que persiga y destruya los campamentos terroristas evidenciados al otro lado de la frontera.
¿Cómo reaccionó el gobierno de Venezuela? Con insulto, amenaza y nerviosa rabieta por parte de su Embajador ante la OEA, Roy Chaderton.
Tal como el borracho que llega bien bravo a la casa para que no lo regañen. En efecto, el gobierno del vecino país negó la evidencia y negó la comisión. Pero, además, en una intervención pública bastante folclórica y adornada con Diego Armando Maradona, Hugo Chávez rompió relaciones con Colombia. Como si la presencia del astro cocainómano pudiera disimular lo que saltaba a la vista: el gobierno de Venezuela prefería romper con Colombia en vez de romper con las Farc.
Ahora bien, dos argumentos le dan solidez a las pruebas de Colombia. El primero es que, si los campamentos no estuvieran en Venezuela sino en Colombia, con todo ese material acumulado de inteligencia la fuerza pública ya tendría suficiente información para ubicarlos y bombardearlos. Ya habrían sido destruidos y muchos de los terroristas de los videos y las fotos estarían dados de baja. A nadie le cabe duda que es más valioso para Colombia dar de baja a Iván Márquez y compañía que montarle un show a Venezuela.
El segundo argumento se desprende de la misma negativa de Venezuela a permitir la verificación internacional. Quien nada debe nada teme y permite que lo esculquen. Pero el gobierno de Venezuela seguro debe mucho y por eso teme que se le esculque por verificadores internacionales. O quizá ya ni siquiera es temor o vergüenza, sino el deseo de salir del clóset y reconocer su amor por las Farc.
¿Qué puede hacer un país cuando su vecino protege a quienes asesinan y secuestran a sus ciudadanos? Pues defenderse. Y en ocasiones la mejor defensa obliga al ataque. No porque se quiera atacar -ello causa enorme daño a ambos- sino porque se llega a un punto en que no queda de otra. Dios quiera que no se llegue a ese punto. Porque lo único aceptable para Colombia es la destrucción de los campos de verano de las Farc en Venezuela. Sólo así Colombia será grande, respetada y libre.
Los terroristas Canaguaro y Ciro, de las Farc, también alcanzaron a veranear allí, pero cuando regresaron a Colombia a aterrorizar nuevamente en los Montes de María fueron dados de baja por la fuerza pública (Honor y Gloria a los soldados).
El mundo entero pudo ver la forma en que estos criminales se pasean como Pedro por su casa en sendos campos de engorde y descanso localizados en el vecino país. Campos de verano con lechona para el almuerzo y tabacos cubanos para la sobremesa. Campos de verano, en algunos casos, con playa y cerveza para disfrutar del mar y el sol. Campos de verano con disponibilidad de pianos, computadores, biblioteca y otras comodidades. Hasta con estatua en honor al terrorista Tirofijo. Campos de verano que en nada se asemejan a los campos de concentración que en Colombia las Farc han utilizado para torturar y asesinar a miles de seres humanos.
El gobierno colombiano, como es obvio, solicitó una comisión internacional para visitar las coordenadas y verificar la evidencia. Ello sumado a la enésima solicitud de apoyo al Gobierno de Venezuela para que persiga y destruya los campamentos terroristas evidenciados al otro lado de la frontera.
¿Cómo reaccionó el gobierno de Venezuela? Con insulto, amenaza y nerviosa rabieta por parte de su Embajador ante la OEA, Roy Chaderton.
Tal como el borracho que llega bien bravo a la casa para que no lo regañen. En efecto, el gobierno del vecino país negó la evidencia y negó la comisión. Pero, además, en una intervención pública bastante folclórica y adornada con Diego Armando Maradona, Hugo Chávez rompió relaciones con Colombia. Como si la presencia del astro cocainómano pudiera disimular lo que saltaba a la vista: el gobierno de Venezuela prefería romper con Colombia en vez de romper con las Farc.
Ahora bien, dos argumentos le dan solidez a las pruebas de Colombia. El primero es que, si los campamentos no estuvieran en Venezuela sino en Colombia, con todo ese material acumulado de inteligencia la fuerza pública ya tendría suficiente información para ubicarlos y bombardearlos. Ya habrían sido destruidos y muchos de los terroristas de los videos y las fotos estarían dados de baja. A nadie le cabe duda que es más valioso para Colombia dar de baja a Iván Márquez y compañía que montarle un show a Venezuela.
El segundo argumento se desprende de la misma negativa de Venezuela a permitir la verificación internacional. Quien nada debe nada teme y permite que lo esculquen. Pero el gobierno de Venezuela seguro debe mucho y por eso teme que se le esculque por verificadores internacionales. O quizá ya ni siquiera es temor o vergüenza, sino el deseo de salir del clóset y reconocer su amor por las Farc.
¿Qué puede hacer un país cuando su vecino protege a quienes asesinan y secuestran a sus ciudadanos? Pues defenderse. Y en ocasiones la mejor defensa obliga al ataque. No porque se quiera atacar -ello causa enorme daño a ambos- sino porque se llega a un punto en que no queda de otra. Dios quiera que no se llegue a ese punto. Porque lo único aceptable para Colombia es la destrucción de los campos de verano de las Farc en Venezuela. Sólo así Colombia será grande, respetada y libre.
Fuente "El Pais" de Cali
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