La evidencia es esta:16 años y 2,4 millones de millones de
dólares después de la inauguración presidencial de Hugo Chávez Frías la
pobreza venezolana es peor que la existente en 1998.
Esta es la comprobación de un gran fracaso, de un gran crimen, de la más atroz tragedia que se haya visto en Venezuela. Durante los 16 años de régimen castro-chavista Venezuela ha tenido ingresos por $2.400.000.000.000 y, sin embargo, la pobreza en Venezuela superará al fin de este año el nivel de pobreza que tenía el país en 1998.
El nivel de corrupción del régimen supera el nivel de corrupción que período presidencial alguno haya experimentado.
Los niveles de resentimiento social están en su punto más alto desde la
Guerra Federal. El país físico y el país espiritual están en ruinas.
Alejandro Grisanti, economista y jefe de investigación para América Latina de Barclays Capital, dijo que en los últimos tres años Venezuela ha sufrido la peor caída del poder adquisitivo de su historia,
por lo tanto, para 2016 habrá más pobres que en 1998. Explicó en
entrevista con Circuitos Éxitos que el control es un modelo económico
caduco. Aseguró que el gobierno no tiene como opción ir a los mercados
internacionales porque la tasa de interés es muy alta: 30%.
Tanto los venezolanos quienes adversan al régimen como quienes forman
parte del régimen o lo apoyan ya saben, así algunos no lo admitan, que
la Venezuela de hoy es una horrenda caricatura de lo que el país debería
ser. Es una Venezuela arruinada, con gente en la calle que – según nos
dice Francisco Faraco – parece mondongos con patas, con gobernantes
ignorantes y cursis, con una credibilidad internacional destruida. Esta
no es una visión cruel de nuestro país, es una visión lamentablemente
objetiva.
Millón y medio de venezolanos se han escapado de este horror.
Millones se han quedado porque no han podido irse y están en Venezuela
sufriendo el horror, resignados muchos, combatiendo otros. Todos hemos
visto como una pandilla de 500-600 miembros se ha beneficiado
personalmente de esta tragedia para hacer grandes fortunas y vivir como
reyes, mientras el grueso de la población languidece en la miseria, en
el terror y en la indignación en contra de la impunidad reinante.
Inexplicablemente hay quienes parecen estar sentados en la barrera,
viendo la destrucción del país de manera impasible, argumentando no
estar “ni con los unos ni con los otros”, es decir, los ni-nis. Estos
venezolanos no parecen estar sufriendo lo que sufren millones de sus
compatriotas. Tienen que estar viviendo en una Venezuela intermedia que
puede hasta ser un “paraíso” para quienes tienen dólares guardados. Para
estos compatriotas Venezuela es el país más barato del mundo, mientras
que para los millones de venezolanos comunes y silvestres, es el país
más caro del mundo, el más primitivo y el más brutal.
La destrucción de Venezuela ha llevado a una división entre sus
habitantes, lo cual ha sido el resultado más cruel de los esfuerzos
disociadores del difunto sátrapa. El resentimiento social, el
odio de clases que trajo Chávez a la palestra política venezolana ha
encontrado eco entre los millones de venezolanos sumidos en la pobreza.
Esa pobreza, les dijo Chávez, no era un asunto de insuficiente
educación o de las políticas erradas de gobiernos anteriores. Les dijo
que era un producto del crimen cometido por los “oligarcas” en contra de
los pobres. Era un crimen, añadió, que él venía a vengar. Su demagogia
no buscó la armonía entre los venezolanos sino acentuar los odios y los
resentimientos.
Digo que este hombre, Hugo Chávez Frías, ha sido el peor criminal político que hemos tenido en Venezuela en su historia moderna.
Por ello considero como una cruel burla a los venezolanos el obsceno
despliegue de culto a la personalidad que se hace en torno a su nombre.
En un intento de desplazar el nombre de Bolívar con su nombre, se
bautizan puentes, edificios, fajas, eventos, con el nombre del sátrapa,
cuya imagen aparece en todos sitios, de la misma manera que la imagen
del carnicero Fidel Castro satura los espacios de Cuba.
El régimen piensa que el muerto puede resucitar a punta de propaganda
cursi, cuando el desplome de Venezuela ha hecho que su recuerdo esté
estrechamente asociado con el desastre y que su memoria se haya
convertido en objeto de desprecio hasta por muchos de quienes lo
seguían, brevemente ilusionados por el dinero que salía de sus manos.
Es necesario enfrentar el mito de Chávez con todos los hierros. Este hombre no fue un mesías, no fue un defensor de los pobres.
Fue un paracaidista ignorante y resentido, ansioso de poder, quien
vendió nuestra soberanía a los hermanos Castro, a fin de obtener sus
servicios para perpetuarse en el poder. Paradójicamente murió en sus
predios.
Yo acuso a nuestra oposición organizada en la MUD de haber sido
demasiado melosa con este sátrapa. Cuando se enfermó y esa enfermedad
llevó a que hasta los gabinetes del gobierno venezolano fuesen en La
Habana, esa oposición se negó a mencionar la enfermedad del sátrapa y a
criticar el desgobierno. Esa oposición no ha dicho nada sustantivo en
contra de la inmensa corrupción de Rafael Ramírez y de otros gerentes de
una Pdvsa arruinada. Sus voces han sido cuidadosamente críticas, como
para no ofender o llevar al necesario rompimiento y confrontación con un
régimen atroz. Han llegado a decir que Maduro es malo porque no se
parece a Chávez. La oposición venezolana ha sido capturada en gran
medida por el síndrome de Estocolmo, el cual lleva a los rehenes de un
secuestrador a simpatizar con él.
Por supuesto que hay que votar masivamente el 6D. Por supuesto que hay que observar las reglas de la democracia.
Pero no es posible olvidar que el respeto a esas reglas mientras la
otra parte las cubre de excrementos puede llegar fácilmente a
confundirse con la sumisión. Y Venezuela no puede salir de esta
pesadilla en un ambiente de sumisión sino en un ambiente de dignidad y
abierto rechazo del régimen. Si la Venezuela digna no cobra su victoria
el 6D, si se deja engatusar una vez más, la diáspora alcanzará niveles
inimaginables.
Por Gustavo Coronel / Noticiero Digital
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