Por: Roger F. Noriega
Fuente: IASW
Una gran cantidad de Venezolanos seguramente están consternados por la
noticia de que un alto diplomático estadounidense se reunió el sábado
con Diosdado Cabello; un político de línea dura del régimen que de
acuerdo con varios reportes es objeto de una investigación por parte del
Departamento de Justicia de Estados Unidos por sus nexos con el
narcotráfico. A solo una semana de que el presidente izquierdista
Nicolás Maduro amenazara con “masacre y la muerte” si su revolución
fuera tomada por el “imperialismo”, muchos observadores se preguntaban
por qué el consejero del Departamento de Estado, Thomas Shannon, se
reuniría con líderes del régimen y mucho menos con alguien que es
mencionado como el capo de la cocaína de Venezuela. En lugar de
seguir apaciguando a Maduro y a su séquito, se esperaba que Shannon
pusiera un ultimátum a Cabello por su criminalidad.
No está claro a dónde se dirige esta intervención diplomática por parte
de Estados Unidos. En marzo parecía que funcionarios estadounidenses se
preparaban para tomar una posición forjada en principios cuando se
sancionó a un grupo de funcionarios de seguridad del régimen venezolano
por violaciones a los derechos humanos. No obstante, en respuesta a una
reacción furiosa por parte de ese régimen, el secretario de Estado, John
Kerry, envió a Shannon a Caracas para llevar a cabo consultas privadas.
Aunque ningún funcionario estadounidense reconoció hacer alguna
concesión a Maduro es interesante observar que, a pesar de las huelgas
de hambre de los líderes de la oposición encarcelados, no se han
aplicado sanciones adicionales a violadores los derechos humanos desde
la intervención de Shannon.
De acuerdo con fuentes en Venezuela, durante una reunión de seguimiento
en mayo, Shannon divulgó a Maduro que periodistas estadounidenses se
preparaban para publicar un artículo que detallaba una investigación
federal en curso por parte de Estados Unidos. La investigación se
centraba en la narco corrupción dentro del régimen—en la cual Cabello
juega un papel central. La reacción de Maduro a la evaluación
contundente de Shannon fue una de desesperación, ya que el presidente
sabe que no puede desafiar a Cabello incluso si quisiera, pues Cabello
controla una a un numero de militares importante.
Todo apunta a que Maduro concibió el encuentro de Shannon con Cabello,
lo que dio lugar a que el diplomático estadounidense le diera la noticia
directamente al presunto narcotraficante. Aunque no hay una lectura
pública o privada de esa reunión que tuvo lugar en el territorio neutral
de Haití, Shannon debe haber informado a Cabello que las
investigaciones son graves, sustanciales y que están bajo el control de
fiscales que gozan de una independencia absoluta.
Durante el fin de semana, algunos periodistas independientes y figuras
de la oposición democrática expresaron su consternación con las noticias
de la reunión entre Shannon y Cabello. Algunos se preguntaban si los
Estados Unidos se unirían al resto del hemisferio y abandonaría al
pueblo venezolano—a pesar del sinnúmero de revelaciones sobre la
criminalidad dentro del régimen.
Un ejemplo de la indiferencia de la región se acaba de presenciar en
Brasil. Una visita de cortesía entre Cabello y la presidenta Dilma
Rousseff y su antecesor se produjo días después de las declaraciones
amenazantes de Maduro sobre “masacres y la muerte.” En medio de
escándalos de corrupción que han plagado al Partido de los Trabajadores
en Brasil, uno pensaría que los líderes brasileños se distanciarían del
presunto capo—quien llevó personalmente a la cárcel al líder de
oposición Leopoldo López hace 15 meses. Parece ser, sin embargo, que
Caracas está usando todos los petrodólares a su alcance para comprar
favores.
Como si esto no fuera suficiente motivo de preocupación, la Organización
para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas (FAO),
reconoció recientemente al gobierno de Venezuela por “cumplir con la
meta del milenio de la ONU de reducir a la mitad la desnutrición.”La FAO
aprovechó la ocasión para anunciar que estaba nombrando su campaña
contra el hambre en honor al fallecido Hugo Chávez. Estos honores se
otorgan a pesar de la escasez crónica de alimentos y medicinas que
obligan a los venezolanos a esperar en filas kilométricas para comprar
alimentos básicos que necesitan para sobrevivir. Por supuesto, el
personal de la FAO tiene plena conciencia de la miseria por la que pasa
Venezuela. Al parecer, esa organización es tan corrupta como el Consejo
de Derechos Humanos de Naciones Unidas, que sirve como plataforma para
los peores violadores de estos derechos en el mundo.
Manifestaciones multitudinarias, represión, abusos a los derechos
humanos, encarcelamiento a miembros prominentes de la oposición, una
severa crisis se suman a la escasez y definen la realidad cotidiana que
se vive en Venezuela. Esta crisis, que lleva gestándose por más de una
década, ha pasado desapercibida por gobiernos en Latinoamérica y el
mundo, que dicen ser garantes de los derechos humanos, de la democracia y
de la libertad de expresión.
Muchos en la región creen ingenuamente que los problemas de cada país no
afectaran la estabilidad de los demás, o que la doctrina de la tan
cacareada “no intervención” adoptada por la mayoría de los ministerios
de relaciones exteriores protege su “soberanía”. Trágicamente para
Venezuela y para sus vecinos estas afirmaciones son falsas.
En el último año, cuando la situación en Venezuela se ha vuelto más
volátil y violenta, varios ex presidentes de Latinoamérica han tratado
de defender los derechos humanos de los presos políticos y han
denunciado el comportamiento autocrático de Maduro. El régimen rechaza
este activismo como “injerencia en los asuntos internos de Venezuela”, a
pesar de que Maduro se comporta como un títere de La Habana y ha
permitido a la dictadura cubana el manejo de todo tipo de asuntos en su
país.
La erosión de la democracia, la corrupción, la impunidad, la inseguridad
generalizada, la desigualdad y abusos contra los derechos humanos han
invadido a la región. Para la mayoría de los gobiernos de las Américas,
éstos son vistos como problemas a resolver. En Venezuela, Cuba y otros
regímenes de izquierda, estas condiciones son instrumentos de control.
Líderes regionales deben comprender que continuar ignorando esta crisis
incita su propagación. Ciertamente, cuando los gobiernos se hacen de la
vista gorda a la presencia de criminales dentro del régimen venezolano,
están invitando a estos mafiosos a propagar sus actividades por todo el
hemisferio.
Estados Unidos siempre ha tomado una línea dura contra países que
patrocinan el narcotráfico. Es difícil imaginar que un ambicioso
diplomático de carrera como Shannon fuera parte de una estrategia para
minar esa política. Así mismo, el normalizar relaciones diplomáticas con
Caracas para ayudar a Maduro a aferrarse al poder es contrario a los
valores y seguridad de Estados Unidos. Sin embargo, negociar la
rendición de Cabello y sus co-conspiradores sería una labor muy digna.
Maduro y Cabello quizás piensen que la policía de Estados Unidos, los
fiscales y los jueces son políticamente maleables como los de Venezuela.
Shannon quizás les dio una lección a estos señores sobre la separación
de poderes y les informó que tratar de disuadir una investigación
federal por razones políticas no sólo es inútil sino ilegal. El mejor
consejo que el Embajador Shannon le podría dar a Maduro, Cabello y a
muchos de sus cómplices sería contratar un abogado y prepararse para
estar tras las rejas después de su reunión con los fiscales en Estados
Unidos.
Fuentes en Venezuela confirman que durante las reuniones de Shannon con
los líderes del gobierno y de la oposición en Caracas, este abogó por
elecciones parlamentarias que ayuden a calmar la crisis reinante en el
régimen. Funcionarios estadounidenses han dejado claro que defenderían
vigorosamente “elecciones creíbles” con una “misión” de observadores
independientes.
Durante años, el régimen venezolano ha rechazado que observadores
electorales independientes monitoreen elecciones. Esto ha contribuido a
que dentro de la oposición se tenga la percepción de que las campañas
electorales no son libres y que el conteo de votos no es transparente.
Con índices de aprobación sumamente bajos para Maduro, las autoridades
electorales—que son ampliamente vistas como partidarias del
régimen—todavía no anuncian la fecha de las elecciones que se supone se
celebrarán este año.
Lo que está ocurriendo en Venezuela es muy real y muy peligroso. Es
trágico que líderes de naciones en Latinoamérica y el Caribe hayan
optado por ignorar este problema. En cambio, autoridades estadounidenses
podrían finalmente reconocer que no pueden darse ese lujo. La
participación íntima del más alto diplomático de carrera de Estados
Unidos en la controversia venezolana quizás pueda significar, de una vez
por todas, que Washington tomará una postura eficaz a favor del Estado
de Derecho. Esto podría detener la caída de ese país al abismo y mitigar
el daño que le ha hecho a la región.
El autor fue Subsecretario de Estado
Adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental y embajador ante la
Organización de los Estados Americanos en la Administración del
presidente George W. Bush (2001-2005). Es investigador visitante en el
American Enterprise Institute y su firma, Visión Américas LLC,
representa a clientes estadounidenses y extranjeros.
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