Por: Jesús Antonio Petit da Costa
Recapitulemos: la convocatoria de la Constituyente de 1999 fue el acto
de fuerza con el cual se dio inicio al Golpe de Estado que acabó con la
democracia. Fue un acto de fuerza porque no tenía fundamento en la
Constitución de 1961 ni en la voluntad popular (el poder constituyente,
que reside en el pueblo, no la convocó ya que el 70% de los electores se
abstuvo o votó en contra).
Iniciado así el Golpe de Estado se dio el paso siguiente: desconocer la
representación proporcional de las minorías para asegurarse el control
absoluto de la Constituyente, precisamente lo que quisieron evitar los
redactores de la Constitución del 61 por lo cual eliminaron toda
posibilidad de tomar esta vía para la reforma constitucional. Los
golpistas inventaron el “kino”, un sistema de votación mediante el cual
la minoría insurrecta contra la democracia (30% de los electores) tuvo
voto múltiple lo que le permitió elegir al 90% de los diputados de la
Constituyente. Una trampa de los golpistas para convertir a la
Constituyente en brazo ejecutor del golpe.
A pesar de que la Constituyente no era representativa del poder
constituyente que reside en el pueblo, tanto por el desconocimiento de
la representación proporcional de las minorías como por la abstención
del 60% de los electores en su elección, se instaló declarándose
originaria con poderes absolutos e ilimitados. Así la Constituyente se
convirtió en una asociación de golpistas para delinquir contra la
Constitución. Y, a semejanza de las juntas militares que le precedieron,
revestida esta vez con el ropaje usurpador de la voluntad popular,
asumió la facultad de limitar o decidir la cesación de las actividades
de los poderes públicos legítimamente constituidos, lo que significó la
implantación de un gobierno de facto. Y como tal se colocó por encima de
la Constitución de 1961 todavía vigente al considerarse
“supraconstitucional”. La Constituyente actuó como la división blindada
de la camarilla golpista para encubrir la ejecución diferida del Golpe
de Estado de 1992. Con la Constituyente el golpe antes fracasado se hizo
victorioso tomando la forma de AUTOGOLPE, entendiendo por tal el Golpe
de Estado que ejecuta el Presidente de la República desde el poder
mediante la intervención, disolución o reorganización de los demás
poderes públicos (Congreso, Poder Judicial, Fiscal y Contralor). Así la
Constituyente los intervino de inmediato.
Consumado el golpe, tal como fue concebido en 1992 (sometimiento de
todos los poderes públicos declarados en disolución o reorganización),
la Constituyente procedió a consolidar la situación de hecho que había
creado, cosiéndole un traje constitucional a la medida con la pretensión
de hacerla irreversiblendole ﷽﷽﷽﷽que había creado, poni poder
constituyente. l proceso fue s. rocedie la Repces se hizo victorioso
tomando la forma de . Al efecto, aprobó el texto redactado por el
Golpista Mayor y lo sometió a la aprobación del pueblo. En el referéndum
sólo votó el 42,3% de los electores, absteniéndose el 57,7%. Si a éstos
agregamos el 11,9% que votó en contra, resulta que el 69,9% del poder
constituyente no aprobó la Constitución. Sólo lo hizo el 30%. Una vez
más el 70% que no convocó la Constituyente ni la eligió, tampoco aprobó
el proyecto constitucional. Evidentemente todo el proceso fue írrito, al
margen de la Constitución y en contra de la voluntad mayoritaria del
poder constituyente. No hubo proceso constituyente. Se le dio ese nombre
a un Golpe de Estado. Por consiguiente, a todos los efectos futuros, la
Constitución de 1961 no ha sido derogada. Se ha dejado de observar
desde 1999 por el Golpe de Estado sistemático y continuo activado ese
año.
La Constitución de 1999 nació maldita. No sólo por la bastardía de su
génesis golpista y la perversidad de su autor, que la impuso para poder
consumar sin obstáculo institucional la traición a la patria en que
incurrió, sino por un suceso natural que presagiaba todos los males que
nos ha traído. Aquel día 15-12-99 en que se la votaba cayó el mayor
diluvio jamás visto en Venezuela, causante de una inmensa tragedia
colectiva. Observado a la distancia, no fue una coincidencia sino una
advertencia divina sobre la maldición que nos caía con esta Constitución
.
Sin duda la Constitución del 99 ha sido una maldición para Venezuela. Es
una Constitución maldita, que nos ha traído todas las desgracias
juntas. La única en nuestra historia bajo cuyo imperio hemos perdido la
soberanía.
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