Las
declaraciones de Capriles son, por lo pronto, tristes. Queda en
evidencia que las diferencias con Leopoldo López, Antonio Ledezma y
María Corina Machado son muy profundas. Se siente el líder y cree que
sólo él lo es. A lo largo de estos meses ha insistido en que se deslinda
de ellos, que no quiere salidas “violentas” –como si protestar lo
fuera- y que no cree en “atajos”, como si exigir nuestros derechos fuese
una petición “ilegal”. Sus recientes declaraciones van a acelerar de un
modo más definitivo la decepción que ya provoca en muchos.
Es evidente que con su actitud -la cual
cambió de un modo asombroso cuando aflojó después del 14 de abril- busca
ganarse a otro sector de la población: a ese que dejó de creer en este
régimen y busca una salida a la crisis. Todos queremos lo mismo, porque
un país dividido no funciona. Indigna, sin embargo, el modo en que lo
hace, pues mientras busca acercarse a unos, se deslinda de los otros por
medio de la crítica y la incomprensión manifiesta de las inquietudes de
miles. Es una estrategia estúpida, pues la deslealtad y la ambigüedad
repugnan tanto como la mentira de este régimen. Con su discurso,
Capriles presupone, además, que a muchos en la oposición no les
interesan los más pobres. ¿De dónde sacó eso? ¿Por qué su estilo es
deslindarse del otro prejuzgándolo? Si en algún momento hubiese tenido
un negocio, comprendería más a la clase media, de la que parece haberse
olvidado. Parece ignorar que la capacidad productiva de un país precisa
de personas que inviertan en él. Y ¿quiénes son esas personas?
Precisamente esas a quienes no relaciona con los más pobres ni con el
arranque del país de su actual estancamiento.
¿Quiénes perdieron todo con “La Salida”?
Si se refiriera a Venezuela, no criticaría abiertamente a esa parte de
la sociedad civil que apostó a una protesta que venía reprimida desde
abril, cuando él mismo llamó a defender nuestros votos. Si se refiriera
al país, no insistiría tanto –una y otra vez- en que él no tiene nada
que ver con “atajos”. Si a Capriles -y a muchos en la MUD – les
importase Venezuela, serían más responsables y no tildarían de
“violentos” a quienes no lo son. Pero lo cierto es que no pierden
oportunidad de criticarlos.
Si
a Capriles le importara Venezuela tendría la humildad de reconocer “su
parte” en esta “rebeldía” y descontento de la juventud y de tantos. En
abril sí hubo un “cortocircuito” con la gente; lo hubo y fuerte. Algo
que Leopoldo López vio con claridad y supo interpretar. Y las elecciones
de diciembre lo demostraron. La abstención de muchos no fue
malacrianza: fue cansancio, incredulidad en el CNE y en unos supuestos
líderes de la oposición que dicen pensar en Venezuela.
¿Quiénes perdieron con “La Salida”?
¿Venezuela o el proyecto personal de Capriles? El y los suyos parecen
olvidar (porque les cuesta reconocerlo) que las protestas exigieron el
diálogo por la crisis planteada. Si no hubiese sido por los estudiantes
–a quienes no han sabido incluir-, el régimen no habría pensado siquiera
en sentarse con la oposición; este derrumbe del piso político no ha
sido mérito suyo, sino de los estudiantes. Venezuela perdió, sí, pero lo
que perdió fue tiempo con el diálogo y con su estilo de lidiar con las
situaciones. El problema no fue “La Salida”, sino quienes han frenado
–en apariencia- el proceso natural de una rebelión civil, y así como
ésta brotó por problemas no resueltos, resurgirá más adelante, pues
responde a una realidad latente.
Con estas declaraciones, Capriles parece
haber respondido ya a la sugerencia del alcalde Ledezma sobre hablar
“clarito” acerca de una única estrategia. La “única agenda” de la que
habla es la suya, cuando lo que la sociedad civil pide es apertura e
inclusión de todos los sectores. La verdad es que con su actitud nos
dice que el líder es él y quienes no sigan sus lineamientos se salen del
único camino correcto: ese que nos llevará a las elecciones del 2019,
pasando por las del 2015, cuando ya no haya CNE. Triste; muy triste.
Cada día que pasa constato que los líderes verdaderos son leales,
honestos, serios y firmes en sus ideas; nunca, nunca, ambiguos y
desleales. Un líder no destruye al otro; construye equipo. Por eso hay
tan pocos. Y porque somos humanos y limitados, hay que creer en ideales y
no en individualidades.
http://www.abcdelasemana.com/2014/07/17/tristes-declaraciones/
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