El 1 de enero den 1976 la industria petrolera venezolana había amanecido nacionalizada. Se trataba de un paso audaz, pero los venezolanos estaban preparados para darlo. Los precios del petróleo habían subido notablemente después de la Guerra del Yom Kippur y el Embargo Petrolero Árabe. Teníamos los recursos para hacerlo y se logró sin traumas.
La nueva empresa contaba con infinidad de hombres profundamente
conocedores del tema del petróleo y con un entrenamiento excepcional que
habían recibido de las transnacionales para las cuales venían
trabajando.
Pero PDVSA había nacido con graves obstáculos. Éramos dueños de
nuestro petróleo y sus instalaciones, pero no teníamos acceso a los
mercados internacionales para poder colocarlo. Teníamos que vender a
precios de gallina flaca nuestros crudos de mala calidad. Además
nuestras refinerías eran obsoletas.
Surgió entonces una oportunidad. A raíz de la caída del Sha de Irán
se presentó una seria escasez de crudo en los mercados. Algunas
refinerías en los EEUU se habían quedado sin suministro de petróleo.
PDVSA pudo comprar varias de ellas a precios irrisorios, pero después
tuvo que hacer grandes inversiones para dotarlas de procesos de
conversión profunda (craqueo catalítico) para adecuarlas, como un traje a
la medida, a las características de los crudos venezolanos de mala
calidad. Hay en el mundo muy pocas instalaciones dotadas de craqueo
catalítico para poder refinar ese tipo de crudos. Simultáneamente las
refinerías venezolanos estaban siendo dotadas de las mismas
instalaciones.
Después de un esfuerzo increíble, habíamos logrado una situación
envidiable en el mayor mercado del mundo. Teníamos nuestro propio brazo
de comercialización.
Éramos capaces de obtener el crudo de nuestros propios yacimientos y
entregarlos en los tanque de gasolina de los consumidores americanos,
pasando todo el tiempo por instalaciones exclusivamente venezolanas. Es
decir pozos, oleoductos, tanqueros, refinerías y todo tipo de
instalaciones que eran propias de PDVSA o de Citgo que a su vez
pertenecía 100% a PDVSA. En los EEUU una norme red de Estaciones de
Servicio Citgo (unas 14.500) en toda la costa este de EEUU despachaban
nuestros productos a los automovilistas. Éramos capaces de agregar
valor en cada eslabón de aquella inmensa cadena y, por esa vía, PDVSA
llegó a transformarse en la segunda mayor empresa petrolera y una de las
más eficientes del mundo, sólo superada en tamaño por Saudi Aramco. Una
vez pagados los préstamos que se habían tomado para cubrir las
inversiones en la adecuación de las refinerías de Citgo, ya habíamos
comenzado a enviar dividendos a la casa matriz, PDVSA.
Pero en ese momento llegó la debacle bajo la forma de un nuevo
gobierno que pensó que aquello iba en contra de sus creencias
socialistas y empezó a destruir lo que con tanto esfuerzo se había
logrado.
El propio presidente Chávez, pito en mano, provocó un paro petrolero
(según él mismo lo confesó ante la Asamblea Nacional). Comparó a PDVSA
con una“colina militar” a la que había que tomar. Procedió
entonces a despedir entre 18.000 y 20.000 trabajadores de PDVSA (el 50%
del total pero el 75% de la nómina profesional y ejecutiva donde se
acumulaban los conocimientos). Unos 300.000 años de experiencia y
conocimientos fueron lanzados al cesto de la basura.
Esa medida pasará a la historia como una de las más aberrantes que haya cometido mandatario alguno.
Años después, a través de la modificación de la Ley de Hidrocarburos –
una decisión soberana, que resultó ser soberanamente estúpida-, impuso
modificaciones unilaterales e inconsultas a los contratos poco antes
suscritos por varias transnacionales y los cuales habían sido
previamente aprobados por el propio Congreso Nacional. El argumento “jurídico”
que se les dio a esas empresas fue: “o aceptas los cambios o te vas del
país”. Muchas aceptaron y otras no. Las que no aceptaron demandaron
sus derechos ante tribunales de arbitraje internacional.
Sólo en el caso de Conoco Phillips y Exxon Mobil los montos demandados superan los US$ 30.000 millones de dólares.
El gobierno y PDVSA lucen desesperados y arrinconados. Pareciera que
pretenden insolventarse, porque temen ser embargados. Por eso están
tratando de vender Citgo o más bien entregarla a los chinos.
¡Qué barbaridad! Más de 35 años perdidos. Esto llevaría nuevamente a
PDVSA a la situación que tenía antes de 1980, cuando no hallaba cómo
vender sus crudos pesados. Yo espero que Dios y la Patria se los
reclamen.
Ahora la vorágine revolucionaria, hundida en el fango de una
ideología obsoleta, una incompetencia abismal y una corrupción
inenarrable, está a punto de cometer un último e insuperable acto de
destrucción: la entrega de Citgo.
@josetorohardy
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