Por: Manuel Malaver
Fuente: Confirmado.com
No importa hasta donde pueda llegar el coraje de la Administración Obama
en su intento por sancionar a un grupo de funcionarios del gobierno de
Maduro acusados de violar los derechos humanos… Lo trascendente es que
ya están ahí… En la ominosa lista de forajidos que más temprano que
tarde tendrán que dar cuenta de sus crímenes en tribunales nacionales e
internacionales.
Identificados, clasificados, numerados, codificados, buscados, porque,
por más que las burocracias estatales globales se esmeren en proteger y
garantizar la inmunidad de los suyos, siempre habrá poderes
independientes, ONG e instituciones de la sociedad civil tras la caza de
estos asesinos a quienes les resbalan más cada día los disfraces para
camuflarse.
Condenados a vivir en la cárcel de sus propios países, o de naciones
“amigas y aliadas”, siempre escasas, siempre caras, que en el retroceso
al pasado, a la quiebra económica y moral, ofrecen poco atractivo para
disfrutar y despilfarrar lo robado, lo saqueado.
En el caso de los SANCIONADOS del madurismo, ya existe, aparte de la
ominosa lista, evidencia abrumadora de cómo ordenaron, o ejecutaron
personalmente operaciones donde estudiantes y ciudadanos fueron
ultimados de tiros en la cabeza, gaseados para que perdieran el
conocimiento y murieran pisoteados en los tumultos, o heridos con
perdigones en el rostro que los dejaran desfigurados por vida.
Sí, hay centenares, miles de videos, películas, fotografías, grabaciones
en las cuales, generales, coroneles, tenientes coroneles o tenientes se
ponen al mando, o son comandados por civiles armados, bandas de
paramilitares, a cuyo frente hacen razias en plazas, calles, avenidas,
apartamentos o urbanizaciones cuyos habitantes son llevados a calabozos
sin explicarse exactamente lo que pasa.
Testimonios de calidad excepcional realizado por testigos que, vía
celular, tabletas, cámaras digitales, o cualquier otra herramienta
simulable, colocaron en las redes “para el mundo”, la primera ola
represiva “en vivo” de una revolución, del salvajismo de que es capaz
una élite de fanáticos cuando, aparte de corruptos, piensan que son
esclavos de la historia.
“En la revolución la represión no será televisada” es la consigna y la
cumplieron cabalmente los dueños de la televisión llamada “privada” que,
en Venezuela, es, feroz e indisolublemente, parte del sistema, mejor
dicho: es el sistema mismo.
En ese silencio, surgieron las torturas, porque los detenidos debían
confesar que eran parte de conspiraciones, o de atentados, o de golpes
de estado contra Maduro, pues de algo debían colgarse los esbirros para
que los jueces de Luisa Ortega Díaz, la Fiscal y de Gladys Gutiérrez, la
presidenta del TSJ, procedieran a enjuiciarlos y condenarlos por el
delito de vivir en el lugar donde se llevaba a cabo la represión.
Que también podía transformarse en un negocio, en un buen negocio para
los represores, y así, no más los detenidos pasaban el umbral de los
sitios de reclusión, sus padres o representantes eran contactados por
agentes que les ofrecían “la libertad” de los “alzaos” a cambio de una
“buena paga”.
Una aterradora muestra de la “Guerra Asimétrica”, que se presta
idealmente para que al enemigo se le castigue con todo y por todo, sin
reglas, normas, códigos, ni nada parecido, sino con todo el instrumental
para que aprenda que desafiar al “Gran Poder”, al “Big Brother”, tiene
un costo alto, altísimo, y solo le resta quedarse en casa o mudarse de
país.
Por eso, en las pandillas armadas, todos los que apoyan el orden son
bienvenidos, todos los que se atrevan a matar, torturar, atropellar,
militares de escuela, civiles con cualquier prontuario en el cual conste
que por atracos, secuestros o arrebatones mataron sin piedad, o simples
piezas o gatillos de los partidos de la ideología gobernante, modelados
en la práctica de que la revolución se defiende a cualquier precio.
“Guerra, la Asimétrica”, que no teme la división de los países en
disímiles y minúsculas partes, siempre y cuando en una de ellas, esté el
tótem, caudillo, padre y redentor, con la corte que llama gobierno, que
no es sino otra parafernalia para que estados iguales o parecidos
consigan buenos mercados y a precios de remate.
Que ya la Venezuela de “Maduro y sus generales” ha recorrido un buen
trecho en esta vía se revela, no solo con la intentona de reducir a
sangre y fuego la justa protesta popular, sino también en la forma como
ha llevado al foso la economía del país, desvalijándola de sus
mecanismos productivos, y aun de los ingresos con los cuales importaba
hasta lo mínimo para cubrir los déficits del inviable, inútil y
menesteroso socialismo.
Hoy se sufre la crisis de la falta de alimentos, medicinas, insumos para
la industria y los servicios que nos han transformado en una sociedad
de buscadores de lo que haya para poder sobrevivir.
Es la consecuencia de la escasez de los dólares que siempre llegaron por
las exportaciones de petróleo que se han estancado por la estabilidad
de los precios, y porque PDVSA, que tendría reservas para enviar a los
mercados crudos que compensen la caída de los precios, es una industria
en franco deterioro, transformada, de la tercera empresa petrolera de la
región, a una de categoría ambigua e inclasificable.
Somos, por todo ello, un país en un default “sucesivo y selectivo” pues
día a día se agrupan en la taquilla de pago acreedores nacionales y
extranjeros a los que, simplemente, no se le honran los compromisos,
porque: “Dólares no hay”.
Pero pronto también escaseara el efectivo para pagar las nóminas de
empleados públicos, de trabajadores de empresas del Estado, de la salud y
de la educación que percibirán que sus salarios son apenas papeles que
van a alimentar el incontrolable incendio de la inflación.
Hora, entonces, para que el país pase a ser un gran campamento, el reino
de militares, paramilitares, milicianos, reservistas, colectivos, de
hombres armados de todos los tipos, que saldrán día y noche a saquear y
hacer acopio del fruto del trabajo de una sociedad que ya solo es una
población esclava.
Para controlarla, los policías, los agentes del orden, los cuerpos
especializados, las bandas de la delincuencia común o la delincuencia
organizada, todos adheridos al engranaje para castigar el hablar, el
gritar, el manifestar, el protestar, para que “Su Majestad, Nicolás I”,
pueda dormir tranquilo.
Una apología del mundo tranquilo, ruinoso, destartalado, en venta, que
los SANCIONADOS han elegido como su propia cárcel, pues asomar al
exterior es correr siempre el riesgo de ir a dar cuentas de sus
fechorías en la Haya o en el Tribunal de Roma.
La Corea del Norte, donde impera el último vástago de la dinastía
fundada por Kim Il Sung, Kim Jong-un, y la Cuba en la cual los
octogenarios hermanos Castro se preparan a fundar la propia, no son una
fantasía, son una realidad y cuando respiramos la realidad venezolana de
hoy, es imposible no pensar en ellas.
Lo cual no quiere decir que Venezuela está situada en Asia Oriental, ni
viva en los años 60, los de la terrible “Guerra Fría”, sino en un
continente y un tiempo donde la libertad se estableció para permanecer y
no para perecer.
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