La Libertad es mi valor supremo.
Creo
en la individualidad de los hombres; en su voluntad creadora, poderosa y
soberana. En esa capacidad que tiene de demoler y crear, innovando
eternamente. Es esto lo que me hace confiar en él: su similitud hacia lo
divino. Cada quien es único en su existencia e irrepetible. Eso es
natural, hace parte de una realidad innegable y por ende lo hace justo:
no somos todos iguales.
El hombre es razón y pasión; quien tiene
consciencia de sus dos mitades, vive a plenitud su existencia. En este
sentido, la Libertad implica no ir en contra de uno mismo. Las fuerzas
externas afectan la individualidad de aquellos que no dominan alguna de
sus dos mitades. -Yo conozco la plenitud.
Soy responsable de mi
acción y mi palabra, por ello, no tengo miedo de las huellas que dejan
mis pasos. Nunca me arrepiento de lo que soy ni de lo que hago, – soy
dueño de mi destino.
Mi dignidad no tiene precio ni es tampoco
propiedad de nadie, sino solo de mí mismo. Nadie puede doblar mis
rodillas para obtener mi obediencia; nadie puede apagar mi voz a la
fuerza para callar lo que digo; nadie puede cortarme las manos para
evitar que escriba lo que escribo; nadie puede corromper mi espíritu
para evitar que yo piense. Yo soy lo que me indica mi corazón y lo que
mi consciencia aconseja.
Vivo de mi propio esfuerzo, sin
dependencia. Siento por mí mismo, sin dependencia. Gozo de la vida y
hago del goce un gesto hacia el otro; me dibujo en esta filosofía: “haz al otro lo que te gusta que te hagan a ti”.
No
hay fuerza externa que doblegue mi voluntad creadora. Ningún poder
político puede instrumentalizarme. Los Estados deben ser dirigidos por
hombres como nosotros, para garantizarle esta misma Libertad a todo
aquel que se atreva a vivirla.
El sistema político vil que ha
secuestrado a Venezuela tiene que dejar de existir para dar paso a uno
nuevo, a uno que sea el guardián de mi Libertad y la de todos los
venezolanos dignos. No soy de izquierda, ni de derecha, ni de centro: mi
pensamiento político se enmarca en la Libertad; lucho por ella y
respeto la de los demás, siempre y cuando respeten la mía.
No
existe culpa ni pecado que puedan adormecer o quebrantar mi moral de
hombre occidental. No le debo nada a ningún caduco estereotipo, ni
paradigma, ni dogma esclavizante. La igualdad no puede subirse sobre mi
cuello, para encontrar engañar mi mirada.
Mi Libertad, entonces,
llega hasta donde comienza la del otro, porque soy persona e individuo a
la vez. Mi Libertad es la esencia de mi ser, no es un derecho que se me
ha concedido; por ello, el único límite soy yo. Tengo sólo una opción:
vivir como sé hacerlo, siendo libre.
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