POR: RICARDO ESCALANTE
Fuente: El Republicano Liberal
No sin asombro he visto como Nicolás Maduro trata de voltear en la
opinión pública la detestable tortilla de la delincuencia que campea en
Venezuela. Los asesores cubanos han reaccionado con rapidez, para hacer
creer que el aumento vertiginoso de asesinatos, asaltos, robos,
violaciones y otros hechos, son provocados por sectores irracionales
interesados en desprestigiar al gobierno.
Eso de decir que cada venezolano debe asumir su cuota parte de
responsabilidad ante hechos criminales es cuando menos imaginativo, pero
no por eso deja de ser una marrullería al estilo de los dramas de Woddy
Allen en sus divertidas películas. Maduro pareciera insinuar que lo
mejor es declararnos culpables de las más de 25 mil muertes violentas
ocurridas en Venezuela durante el último año, y que, en consecuencia,
los asesinos deberían ser considerados víctimas inocentes de una
sociedad perversa. ¡Así no más!
La estrategia oficialista es chapucera pero distrae a los incautos.
Primero, Maduro dijo que el asesinato de la actriz Mónica y su ex marido
tenía visos de “sicariato” y, luego, con insólita eficiencia el
gobierno dijo que la causa había sido robo. Y mientras un atolondrado
afirmó que la oposición suministraba armas a las bandas delictivas, el
colofón eran la reunión de Maduro con gobernadores y alcaldes y el
“retoque” del Gabinete.
Ahh, pero hay detallitos que el mandamás pasa por alto. ¿Qué y cuántas
son esas organizaciones etiquetadas con el apelativo de colectivos?
¿Quién las creó y para qué? ¿No funcionan acaso como cadenas de tráfico
de drogas? ¿Quiénes son sus integrantes? ¿Entre ellos no hay maleantes
de la calaña del convicto y confeso Valentín Santana? ¿Los colectivos
no son parte de la estructura electoral del gobierno? Las poderosas
armas que esos hampones utilizan provienen de Bielorrusia, Rusia, Corea
del Norte e Irán, y no es difícil imaginar quién y para qué las importa.
¡Nada de eso es secreto!
Con diseño y asesoría cubana, Hugo Chávez formó una poderosa estructura
paramilitar y parapolicial que con prácticas de terror, intimidación y
chantaje, le dan solidez al gobierno e impunidad al delito. Por eso,
ahora nadie duda que Venezuela es uno de los países más peligrosos del
mundo, tal como lo revela la tasa de muertes por hechos delictivos. Las
estadísticas hablan de 25 mil muertes durante el último año, pero esa
cifra no es exacta porque hay casos de dos o más fallecidos
contabilizados como si hubiese sido uno.
Otro detallito que Maduro pasa por alto es que en el desespero por
concentrar el poder, el Ejecutivo castró las atribuciones y presupuestos
de las gobernaciones y las alcaldías y, en consecuencia, su eficiencia
ha menguado. Hay funcionarios designados por el Presidente que actúan
de manera paralela a esos organismos, que se reparten (¡sin control!)
los presupuestos y generan corrupción.
En la reunión de Miraflores, Maduro habló de coordinación de la lucha
contra el hampa y hasta de una ley de pacificación con sabor a
reconocimiento de que, al caer en sus manos, el país entró en un estado
de guerra y desolación. Y es obvio que los opositores en el ejercicio
de funciones públicas están obligados a combatir con dureza el delito,
pero eso es una cosa y otra dejarse manipular por el gobierno. En ese
sentido, deberían ser enérgicos en sus protestas contra los abusos y
delitos variados de altos jerarcas. Hay, por ejemplo, bien conocidos
generales de la Guardia Nacional, involucrados en narcotráfico y
contrabando, amparados desde Miraflores.
Un elemento adicional que tampoco puede pasar desapercibido, es que para
sacarle provecho a la conmoción creada por el asesinato de Monica
Spear y su marido, el mandamás dejó colar la intención de aumentar el
control de los medios de comunicación, con el pretexto de que no pueden
ser utilizados para estimular y promover el delito. La oposición,
entretanto, luce mediatizada por la modorra y la incapacidad.
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