VLADIMIR PETIT | EL UNIVERSAL
lunes 27 de enero de 2014 12:00 AM
El venezolano común tiene casa por cárcel y casi se acostumbra a vivir entre los barrotes de su hogar para medianamente protegerse. Por ello, precisamente, no deja de asombrar la incongruencia del hecho de que en momentos en los cuales el país necesita de sus mejores y más arriesgados policías se tiene a uno de los más valientes injustamente tras las rejas. El prisionero rojo, título de su reciente libro, es el mejor nombre que se ha asignado a Iván Simonovis. Nada le han podido comprobar pero sigue preso por orden de alguien que le cobra algo político y personal y por eso no puede ser considerado, realmente, un reo de justicia sino una víctima de los poderosos del régimen rojo.
Un breve relato puede ilustrar acerca del magnífico policía sobre quien escribo. Aquel día desperté de la anestesia pensando que había muerto mientras me sacaban la bala en el quirófano, tal y como era el pronóstico. Mis padres, vestidos de blanco, lloraban en la terapia intensiva y yo, entre tanto blanco sentí que estaba muerto hasta que vi a mi tío médico sonreírme. ¡Estaba vivo! Me tranquilizó el hombre que me salvó la vida, el Dr. Luis Narciso. Al rato, mientras Nitu reposaba del rigor del embarazo y el sobresalto de lo acontecido, me advirtieron que la comisión de la PTJ que investigaba mi caso necesitaba hacerme unas preguntas. Así conocí a tres grandes investigadores, Villasana, Rodríguez Vieira y Simonovis, quienes tomaron datos y yo, con la ayuda de un pizarrón, escribí lo que recordaba acerca de mis agresores. En tiempo récord resolvieron mi caso, apresaron a unos y les dieron de baja a otros que no acataron la voz de alto. Después vinieron la jefatura de la comisaría de Simón Rodríguez y el BAE y cuando le visité en ambas oportunidades, sus subalternos constantemente resaltaban su arrojo personal ante los criminales. -Es peor que Rambo, me dijo un patrullero. Unos años después, Iván, Boni, su esposa, y nosotros salimos a cenar. Nos contó acerca del cargo que le había ofrecido Alfredo Peña en la alcaldía metropolitana. Cuando terminó le dije: -No aceptes hermano. Tengo la impresión, por pura intuición, de que Peña es de los que te sacrificaría y los que arriesgan, como tú, son los primeros que son abandonados a su suerte. Después verás, serás tú quien caiga preso por cualquier cosa. Contestó: -¿Cómo digo que no? Estamos perdiendo el país y si puedo hacer algo, ¡lo voy a hacer! Siento que tuve razón y, en el fondo, él también. Cuando ejercía el cargo en la alcaldía metropolitana le invité a varias charlas. Siempre le reiteré mi parecer. Ya preso fuimos a verle al HCC cuando le operaron. Lamentablemente, no estaba para recibir visitas. El hombre de hoy, enfermo y afectado por tantos años de reclusión, no es el aguerrido comando que conocí sino lo que resta del protagonista de una de las historias más injustas que se recuerden.
En medio de esta guerra civil a la cual nos tienen condenados el hampa y la incapacidad gubernamental si algo hace falta...es gente como Simonovis. Tenerlo preso es una demostración de que este gobierno pretende combatir la criminalidad con una agenda política oculta e insalvables contradicciones de inicio: ¿puede desarmar quien reparte armas con criterio político? ¿Puede reducir a criminales quien está enmarañado con ellos? ¿Puede librar una guerra contra ellos precisamente quien es controlado, en buena parte, por la delincuencia organizada? No. Mil veces no. Cuando esta historia se escriba libremente el caso del prisionero rojo será emblemático. En todo caso, le han quitado su libertad pero nunca su coraje. En la batalla por reconstruir el país, la molestia con la cual va a salir Iván hará falta para ganarle la batalla al hampa y si alguien sabe de eso es el comisario Simonovis.
@vladimirpetit
Un breve relato puede ilustrar acerca del magnífico policía sobre quien escribo. Aquel día desperté de la anestesia pensando que había muerto mientras me sacaban la bala en el quirófano, tal y como era el pronóstico. Mis padres, vestidos de blanco, lloraban en la terapia intensiva y yo, entre tanto blanco sentí que estaba muerto hasta que vi a mi tío médico sonreírme. ¡Estaba vivo! Me tranquilizó el hombre que me salvó la vida, el Dr. Luis Narciso. Al rato, mientras Nitu reposaba del rigor del embarazo y el sobresalto de lo acontecido, me advirtieron que la comisión de la PTJ que investigaba mi caso necesitaba hacerme unas preguntas. Así conocí a tres grandes investigadores, Villasana, Rodríguez Vieira y Simonovis, quienes tomaron datos y yo, con la ayuda de un pizarrón, escribí lo que recordaba acerca de mis agresores. En tiempo récord resolvieron mi caso, apresaron a unos y les dieron de baja a otros que no acataron la voz de alto. Después vinieron la jefatura de la comisaría de Simón Rodríguez y el BAE y cuando le visité en ambas oportunidades, sus subalternos constantemente resaltaban su arrojo personal ante los criminales. -Es peor que Rambo, me dijo un patrullero. Unos años después, Iván, Boni, su esposa, y nosotros salimos a cenar. Nos contó acerca del cargo que le había ofrecido Alfredo Peña en la alcaldía metropolitana. Cuando terminó le dije: -No aceptes hermano. Tengo la impresión, por pura intuición, de que Peña es de los que te sacrificaría y los que arriesgan, como tú, son los primeros que son abandonados a su suerte. Después verás, serás tú quien caiga preso por cualquier cosa. Contestó: -¿Cómo digo que no? Estamos perdiendo el país y si puedo hacer algo, ¡lo voy a hacer! Siento que tuve razón y, en el fondo, él también. Cuando ejercía el cargo en la alcaldía metropolitana le invité a varias charlas. Siempre le reiteré mi parecer. Ya preso fuimos a verle al HCC cuando le operaron. Lamentablemente, no estaba para recibir visitas. El hombre de hoy, enfermo y afectado por tantos años de reclusión, no es el aguerrido comando que conocí sino lo que resta del protagonista de una de las historias más injustas que se recuerden.
En medio de esta guerra civil a la cual nos tienen condenados el hampa y la incapacidad gubernamental si algo hace falta...es gente como Simonovis. Tenerlo preso es una demostración de que este gobierno pretende combatir la criminalidad con una agenda política oculta e insalvables contradicciones de inicio: ¿puede desarmar quien reparte armas con criterio político? ¿Puede reducir a criminales quien está enmarañado con ellos? ¿Puede librar una guerra contra ellos precisamente quien es controlado, en buena parte, por la delincuencia organizada? No. Mil veces no. Cuando esta historia se escriba libremente el caso del prisionero rojo será emblemático. En todo caso, le han quitado su libertad pero nunca su coraje. En la batalla por reconstruir el país, la molestia con la cual va a salir Iván hará falta para ganarle la batalla al hampa y si alguien sabe de eso es el comisario Simonovis.
@vladimirpetit
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