Por: Jesús Petit Da Costa
El proyecto cubano preveía manipular a la oposición para que le
preste la careta democrática al comunismo. Es hora de quitársela… El
primer paso fue eliminar la financiación de los partidos por la
República. En efecto, no aparece en la Constitución del 99, como se
estila en las democracias occidentales y se venía haciendo en la vieja
democracia venezolana. Al no haber financiación oficial de los partidos,
con cargo al presupuesto nacional, desaparecen los partidos nacionales,
o por lo menos se reducen a su mínima expresión. Es lo que ha sucedido.
No hay actualmente en la oposición partidos nacionales de masas. Quedan
los restos mortales de AD y COPEI. Su lugar lo ocupan los minoritarios
partidos regionales, apéndices de los gobernadores electos, quienes los
sostienen con el presupuesto del Estado respectivo. No son partidos
doctrinarios, sino clientelistas, puestos al servicio de la ambición
reeleccionista del gobernador, tan grande como la del difunto, tanto que
ninguno ha prometido no hacerse reelegir más. Como el gobernador y su
partido viven del presupuesto regional, la tiranía comunista los
engancha por allí. Los integra al sistema, ya que sin el cargo no son
líderes y sin el presupuesto carecen de maquinaria. Amarrarse al cargo
es cuestión de sobrevivencia política, por lo cual deben renunciar a
cualquiera otra forma de lucha distinta a la electoral, por ejemplo la
lucha social, no sólo por incompatibilidad con el cargo, sino porque
pone en peligro su estabilidad.
Quedaban, sin embargo, dos vías de escape: la financiación extranjera y la financiación privada. Con el control de cambios se impide la extranjera y con leyes represivas se la persigue.
En cuanto a la
empresarial se fue estrechando el cerco en la medida que avanza el
comunismo. Con la maldad propia de la monarquía comunista cubana se fue
ejecutando una estrategia de asfixia para que terminaran los partidos de
oposición dependiendo de la burguesía colaboracionista (boliburguesía) y
así, indirectamente, de la tiranía comunista. El plan se ejecutó en
tres etapas: 1) Eliminación progresiva del empresariado agro-pecuario
que, por ser nacionalista, constituía un peligro para el proyecto
comunista importado de Cuba. Esto se hizo mediante invasiones,
confiscaciones e importaciones. Cerrada esta fuente nacionalista de
financiación de los partidos de oposición, se pasó a la segunda etapa.
2) Eliminación progresiva del empresariado industrial que, por ser
nacionalista, constituía otro peligro para el proyecto comunista
importado de Cuba. El desmantelamiento del aparato industrial trajo por
consecuencia la imposibilidad de aportes a las campañas políticas. Y, 3)
Fortalecimiento de la burguesía colaboracionista, fundamentalmente
financiera e importadora, favoreciendo su enriquecimiento con su
participación en el saqueo al Tesoro Nacional. En esta etapa del
proyecto comunista se le ha asignado a la burguesía colaboracionista,
que se enriquece haciendo negocios con el gobierno, darle a la oposición
el “abrazo de la muerte” para inmovilizarla antes de asestarle el
“golpe de gracia” después de las municipales, cuando el comunismo se
implante definitivamente.
Ahora mismo la mejor manera, aunque no la única, para salvarnos del comunismo en la raya, es la de que rompan con la oposición electorera los que, siendo críticos, aún permanecen dentro de ella y se sumen a los radicales en una estrategia común que use todas las formas de lucha, sin descartar ninguna, incluyendo desde luego la ineludible alianza cívico-militar.
Diario de Caracas
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