El presidente Nicolás Maduro, tras saludar el triunfo
cultural de los venezolanos, entre los que muchos de sus compatriotas
afirman que no puede incluirse, aseguró que en el país hay "millones y
millonas" de Bolívar.
Al día siguiente trató
de corregir el disparate pidiéndole a la Academia de la Lengua que
incluya su neologismo, pero es difícil que le hagan caso.
Cuando la ministra española Bibiana Aída utilizó la palabra "miembra", que tampoco existe, el secretario de la Academia, Gregorio Salvador, advirtió que siempre hay locos pidiéndole a la Academia las cosas más peregrinas.
Todo este absurdo parte de confundir sexo y género. Las palabras no
tienen sexo, sino género, y en ello intervienen el origen y procedencia
de los vocablos.
Sin embargo, algunos políticos, por pura demagogia;
las feministas radicales por convicciones ideológicas y ciertos
comunicadores por evitarse problemas, feminizan muchas palabras como
forma de buscar la igualdad.
En todo caso, en España se ha escuchado jóvenes y
jóvenas, sustantivo que no creo que jamás prospere, pero donde se han
logrado cambios es en las designaciones profesionales. Ya se admiten
jueza, presidenta o ministra, por ejemplo.
Cualquier día tal vez se invierta la tendencia y
leeremos que "el futbolisto víctimo fue asesinado por una macha celosa
mientras huía por el cancho".
Incluso, es posible que alguna vez me llamarán del
oficino del dentisto para hacerme un cito. Los periodistos debemos estar
dispuestos para cualquier cosa. Perdón, para cualquier coso.
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