Ludmila Vinogradoff
La pareja presidencial venezolana
pasó unos días en casa del millonario Antonio Lecuna en la isla
Margarita. El banquete nupcial contó, entre otros manjares, con erizos
al horno, caracoles al limón y cava.
Del joven Nicolás Maduro enviado a Cuba a
estudiar teoría comunista con los hermanos Castro quedan apenas unas
cuantas fotos tomando cervezas y mojitos con sus amigos y un fiero
discurso antiimperialista. En sus gustos y costumbres, Maduro se ha
convertido en un burguesito amante de la buena mesa, las casas de lujo y
las playas paradisiacas. Su flamante esposa y vieja compañera, Cilia
Flores, diez años mayor que él, nombrada por Hugo Chávez procuradora
general de la Nación, y ahora primera dama, no le va a la zaga en el
gusto por la buena vida.
Nicolás y Cilia se casaron el pasado
lunes y abrieron un hueco en su apretada agenda para pasar dos días de
luna de miel en la isla Margarita, un lugar muy exclusivo frecuentado
por las clases altas venezolanas y de los países de la región, y al que
han sido invitados mandatarios de medio mundo a costa del erario público
venezolano. Hugo Chávez también la visitó y se alojó en el hotel Isla
Bonita, de la cadena española NH-Hesperia, en los tiempos en que gozaba
de buena salud y amenazaba a España con nacionalizaciones e insultos
sobre el pasado colonial.
La noche de boda fue muy romántica. Una
vista espectacular sobre la apacible bahía de Juan Griego en la isla de
Margarita, famosa por sus atardeceres; una hermosa mansión de ocho
habitaciones y otros tantos cuartos de baño, amplios salones, un lujoso
comedor y en la mesa unos exquisitos erizos al horno y caracoles al
limón, bañados con vino, pero antes, el brindis con cava. Así se selló
una relación que comenzó hace veinte años en la celda donde cumplía
condena Hugo Chávez por golpista. Maduro era el hombre de confianza del
teniente coronel Chávez, y Cilia era su abogada.
Una hora antes del banquete, el martes
16 de julio, Maduro entregó la casa número 400.000 en quince años de
gobierno chavista en el marco del programa «Gran Misión Vivienda». La
vivienda popular está situada en el urbanismo Los Pintos, en el sector
Macho Muerto de Porlamar, en la isla de Margarita, una de las pocas
zonas humildes de la isla. El presidente estuvo elocuente y jovial.
Maduro se mueve como pez en el agua entre los pobres, fruto de sus años
de sindicalista y conductor de autobuses, con el triste récord de haber
sido el más multado de Caracas.
La hora de los ricos
Poco después de terminar el acto de la
vivienda popular, Maduro y su mujer estrechaban con la misma soltura y
saber estar de la mano del millonario Antonio Lecuna, el anfitrión de la
pareja presidencial, quien cuidó hasta el mínimo detalle el banquete de
bodas. Lecuna es un empresario muy conocido en la isla y está
considerado buen amigo de los chavistas, porque en Venezuela, como en
otros países, ser rico y comunista es perfectamente compatible.
No tiene aspecto de millonario, pero lo
es, y mucho. Viste con bermudas y gorra deportiva. Se enriqueció
fabricando piezas de hierro, aunque no es un hombre hecho a sí mismo
porque desciende de una familia venezolana adinerada y vinculada al
sector bancario, cuyo patriarca, Vicente Lecuna, fue presidente y
fundador del Banco de Venezuela, entidad que pasó por varios manos,
entre ellas las del Grupo Santander, hasta que fue vendido al gobierno
chavista en 2009.
@ABC
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