Por: Ricardo Escalante
Hay personas a quienes uno escucha con atención porque sus
reflexiones sacuden la conciencia, le quitan a cualquiera la inclinación
a tomar como irremediables las situaciones más irracionales. Son seres
capaces de utilizar de manera admirable la confrontación con el absurdo
-eso que los teóricos marxistas definen como unidad y lucha de
contrarios- y, de esa manera, terminan por hacerse necesarios.
Diablillos de la conciencia.
Digo esto con ingenuidad o ignorancia, o con una buena mezcla de
ambas. Y no tengo empacho en vocear a los cuatro vientos que en mí no
anida la menor idea revolucionaria o contrarrevolucionaria -o, como
dijera aquel conocido filósofo popular-, ni siquiera todo lo contrario.
Más bien he navegado por la vida según los vientos que soplan, pero he
tenido la fortuna de contar con esos amigos sabios que advierten el
peligro a tiempo y, por lo mismo, los escucho con atención.
Ahh, intuyo que a estas alturas algunos se preguntarán a cuento de
qué salgo con estas divagaciones y, por eso, voy al grano. Esta mañana
mientras compraba un paquete de harina PAN y un quilo de caraotas sin
hacer colas, sin temor a ser asaltado por uno de esos hambreados que
revólver en mano y franela roja “corazón de mi Patria”, me apresuré a
atender una llamada telefónica identificada con un número de Caracas.
Era mi amigo inglés con un saludo desafiante: “¿Duermes a esta hora?”
Aprovecho la ocasión para reclamarle por qué la última vez me dejó
hablando solo, pero con su flema de siempre se va por la tangente:
-Después de haber seguido de cerca a Capriles Radonsky en Chile, vine
a Caracas para despejar dudas sobre lo que ocurre en la oposición
venezolana. Mientras la delincuencia hace y deshace, la inflación está
por las nubes y los del gobierno solo se ocupan de llenar sus bolsillos,
la población venezolana está desesperada y no sabe qué hacer. Se
percibe un país a punto de estallar, un enorme malestar manejado por un
liderazgo opositor bobalicón…
Yo, que había visto con esperanza los resultados de las elecciones
presidenciales de abril pasado, que las consideraba un punto de partida
para el retorno a la confrontación de las ideas, siento desazón frente a
los juicios farisaicos del británico. En ese instante reacciono
entonces preguntándole: “¿Qué quieres? ¿Qué los caraqueños salgan a las
calles para que las bandas del gobierno los maten? Ese no es el camino,
porque”…
-No. No. Take it easy. Take it easy. Tú no has palpado el
desconcierto frente a un liderazgo opositor audaz madurado con carburo,
con razonamientos que parecieran explicar o justificar conductas
autoritarias. Por eso Leopoldo López, María Corina Machado, Diego Arria
y otros con olfato, han dicho cosas que reflejan las insatisfacciones y
contradicciones. Durante 14 años la oposición no tuvo un líder, ahora
lo tiene y eso es positivo pero, al mismo tiempo, es necesario advertir
sus flatulencias…
-¿Flatulencias? No seas irrespetuoso.
-Si, claro. No has oído al hombre de cachucha y uniforme de
entrenador deportivo decir que en la época de Chávez, los afectos al
régimen no habrían comprado a Globovisión y a la Cadena Capriles. Habla
de Chávez con un profundo respeto, como si los atropellos a los medios y
a los periodistas no hubiesen ocurrido desde entonces. También ha dicho
que los venezolanos deben desconocer sus obligaciones ciudadanas, que
deben negarse a pagar las casas construidas por el Estado, y actúa con
sectarismo frente a sus aliados. No escucha y poco discute. Mal
camino. En una de sus flatulencias el uniforme se le va a manchar…
Ya frente a la caja registradora, orgulloso con mi paquete de harina
Pan y mi quilo de caraotas, trato de encontrar un argumento contundente
frente al amigo irreverente, pero en medio del desconcierto solo se me
ocurre un “well, I call you back”. Corto la llamada y ahora me encuentro
frente a un problema mayor: ¿Quién tiene la razón?
Hay gente sabia que con frases irreverentes suele actuar como
diablillos de la conciencia. Dicen cosas irreverentes pero con
fundamento para provocar la lucha de contrarios. Eso me acaba de ocurrir
con un amigo que me habló de “flatulencias del liderazgo opositor”
venezolano.
Léanlo en www.ricardoescalante.com
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