Según los datos "irreversibles" ofrecidos por el CNE el domingo, el
heredero político de Chávez, Nicolás Maduro, obtuvo el 50,06% de los
votos frente al 49,07% de Capriles.
En los seis meses trascurridos desde la
resonante victoria de Chávez frente a Capriles por una diferencia del
11%, el chavismo perdió casi 700.000 votos, la misma cantidad que ganó
la oposición en una transacción electoral que indica que el prestigio
del líder bolivariano y sus votos no eran directamente transferibles.
El gobierno se topa ahora con el nuevo panorama:
la oposición envalentonada por una derrota que sabe a victoria y la
erosión del liderazgo que Maduro heredó de Chávez dentro del
gubernamental Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
Dialogar para gobernar
Estas nuevas características de la dinámica
venezolana podrían forzar a los actores políticos a hacer algo que casi
no se ha hecho en estos 14 años de hegemonía revolucionaria: abrir un
diálogo que garantice la gobernabilidad.
Los opositores lograron un notable e impensado
avance en circunstancias extraordinarias, con una brevísima campaña a la
sombra de la memoria del líder desaparecido y bajo el efecto emocional
del funeral de Chávez.
Pero con el liderazgo nacional de Capriles
consolidado, el gobierno bolivariano tiene por primera vez un
interlocutor fuerte del lado de la oposición.
Además, la plataforma unitaria opositora, la
Mesa de la Unidad, obtuvo más votos que el gubernamental Partido
Socialista Unido de Venezuela (PSUV), lo que lo convierte en posible
germen de una organización unitaria permanente al estilo de la
Concertación de Chile, que controló el poder tras la salida del general
Augusto Pinochet.
"La revolución queda eliminada porque tú no le
puedes imponer a la mitad del país un modelo que rechaza", dijo a BBC
Mundo el exparlamentario opositor Juan José Molina, quien hasta 2006 era
partidario del proyecto político del presidente Chávez.
Para Molina, el "triunfo pírrico" del gobierno
obliga a Maduro "a no seguir excluyéndonos de las decisiones importantes
porque Henrique (Capriles) tiene un arma fundamental en la que apoyarse
que se llama pueblo".
"Si Maduro quiere llevar un país por el camino de la democracia y del
entendimiento tiene que sentarse con la oposición para que lo ayude a
dirigirlo. Si no, en menos de seis meses lo va a tener 'embochinchado'
(complicado)", considera Molina.
Sin embargo, ese respaldo numérico no se refleja
en la distribución de las cuotas de poder en las instituciones
venezolanas -como el Tribunal Supremo o la Asamblea Nacional y hasta la
crucial industria petrolera PDVSA- controladas por funcionarios
considerados cercanos al ejecutivo.
Gobernabilidad a futuro
Chavismo sacudido
Dentro del PSUV, su estrecha
victoria debilita la figura de Maduro como "heredero de Chávez" y
evidencia las limitaciones del campo "revolucionario" sin la figura de
su líder máximo.
"A nosotros nos corresponde gobernar
con el pueblo. Revisar y rectificar donde haya que hacerlo. Y cumplir
el Programa de la Patria" escribió en su cuenta Twitter el
vicepresidente Jorge Arreaza.
El exministro de comunicación Andrés
Izarra escribió en la misma red social: "Hoy tenemos patria. Se impone
una revisión y reinvención de la política en el campo revolucionario,
pero siempre en unidad".
Para Maduro eso podría traducirse en
un eventual cuestionamiento de su control sobre el aparato partidista y
la erosión de su liderazgo frente a otras facciones de poder.
Mucho se ha hablado del llamado
"sector militar", que encabezaría el presidente de la Asamblea Nacional,
Diosdado Cabello, y las aspiraciones de otros líderes de dirigir el
proyecto heredado de Chávez.
El que la oposición ganara 700.000 votos, la
misma cantidad que perdió el chavismo con una participación similar a la
de octubre, sugiere que por primera vez los votos del gobierno migraron
al otro sector.
Pero la actitud de Capriles de no reconocer la
victoria de Maduro y exigir un reconteo del 100% de las mesas, si bien
le gana apoyo y respeto entre los opositores, frustrados por la nueva
derrota, podría comprometer en lo inmediato la gobernabilidad del país.
Ya no se trataría sólo de facciones que no dialogan, sino de sectores que además no se reconocen como legítimos.
Son potencialmente perversos los efectos de
entrar en un largo proceso de revisión y eventual impugnación de
resultados electorales, algo que podría meter al país en un nuevo
suspenso agravando la parálisis vivida con los días finales del
presidente Chávez.
En un país que en los últimos tiempos ha estado
esperando "desenlaces" para conocer su suerte definitiva, ya Capriles
pareció decretar una nueva etapa de provisionalidad con ese "mientras
tanto" que le endilgó como condición de arranque al nuevo gobierno de
Maduro.
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