Pocas veces la patria colombiana ha parido hombres como Alvaro Uribe Velez; pero esto no solo se puede aseverar porque este haya tenido una carrera muy visible en el campo político. Ha desempeñado diferentes cargos en el Ministerio de Trabajo y la Aeronáutica Civil. Fue Alcalde de la ciudad de Medellín durante (1982), Senador de la República (1986-1994) y, más tarde, Gobernador de Antioquia (1995-1997), siendo finalmente elegido Presidente de la República de Colombia en 2002 y reelecto en 2006.
De carrera plausible, este pluralista convencido del estado de derecho paradójicamente es un estudioso de todas las formas revolucionarias y socialistas, de allí que posee un instinto conceptual y deductor, sobre las causas y procesos políticos.
De la universidad de Antioquia en Derecho; a Harvard por administración y finanzas, luego “Negociación de Conflictos”; pasando por el Saint Antony´s College de la universidad de Oxford en Inglaterra, gracias a la beca Simón Bolívar del Consejo Británico y donde participó como Senior Associate Member. Su carrera académica fue brillante, antes, ya había sido exonerado de rendir exámenes en 5to y 6to año en el bachillerato por sus excelentes calificaciones; de familia hacendada y ganadera, en 1983 Uribe fue víctima de un intento de extorsión por parte del EPL no quiso aceptar que un agente de inteligencia arriesgue su vida disfrazándose como él para entregar el dinero que pedían los extorsionadores, fue él mismo, y se logró la captura de los criminales. En los años ochenta su padre fue asesinado por las FARC en un intento de secuestro. Como Presidente, el mismo Alvaro Uribe sufrió tantos atentados como si fueran salidos de la imaginación de un cineasta, en Barranquilla el 14 de Abril del 2002 las FARC colocaron 300 libras de explosivos al paso de la caravana del Presidente, un bus pasó entre los explosivos y el vehículo de Uribe en el momento de la explosión salvándole la vida y costando la de otros cinco inocentes y decenas de heridos; luego las FARC intentarían durante una conferencia de prensa colocar una grabadora periodística con explosivos y cianuro pero fue frustrada por la seguridad del mandatario quien canceló la conferencia; el 7 de Agosto de 2002 las FARC lanzaron varios morteros y rockets contra Casa de Nariño durante la posesión presidencial, los proyectiles alcanzaron las cornisas pero no hubo victimas. En febrero de 2003 una casa explotó en Neiva mientras era allanada por una alerta de atentado; y en Abril de 2005 un cohete rocket fue lanzado contra el avión presidencial mientras aterrizaba en el aeropuerto de Neiva, el cohete no dio en el blanco. Pero porqué el terrorismo a marcado como objetivo militar a Alvaro Uribe? Cuando yo fui a Colombia por primera vez obtuve de forma muy clara la respuesta; Benjamín, un buen amigo dueño de un restaurante en Chapinero un barrio céntrico de Bogotá me contaba: “si Usted hubiera visto, hace diez años; no se podía subir a la Calera (zona de un mirador turístico que bordea la ciudad) porque las FARC ya estaban allí secuestrando y matando”. Pero esto es solo uno de los miles de relatos que uno puede escuchar en un paseo por cualquier ciudad colombiana. Quien no ha ido a Colombia dificilmente puede saber realmente que son las FARC. No son decenas de muertos los que han provocado, no son cientos, ni miles, ni decenas o centenas de miles. No.! Son millones de ciudadanos asesinados de las formas mas horrendas conocidas por el hombre que han causado profundo dolor a los colombianos durante cincuenta años consecutivos. Han reclutado durante medio siglo niños para enseñarles a matar y enfrentarlos a morir. Las FARC se ha aliado con el narcotráfico como protectores de las rutas de transporte de droga para poder financiar su ejercito, en el camino descubrieron que era mejor entrar al negocio que solo ser custodios del alcaloide, llegando a convertirse también en un poderoso cartel. A esta fuerza terrorista es a la que Alvaro Uribe juró a su país exterminar de la mano del ejército colombiano y las leyes. Desde el 2002 hasta el 2010 fueron incontables veces las que el Presidente con teléfono en mano llamaba él mismo a los pilotos de los helicópteros black hawk y les daba disposiciones de ataque, esto me contaba uno de sus ex ministros Fabio Valencia Cosio. Tal determinación logró mermar las filas del grupo terrorista que había llegado a tener 18.000 integrantes dejándolos con 8.000 según estadísticas en el año 2005, haciéndolos retroceder de ciudades y pueblos que se encontraban tomados y donde el Estado no podía entrar, los cabecillas mas sanguinarios fueron abatidos bajo su mando, y logró la desmovilización de miles a la luz de acertadas políticas de Estado, colateralmente esta política llamada de seguridad democrática se convirtió en fuente de recursos pues el combate al terrorismo atrajo a la inversión privada y generó progreso.
Cuando las FARC nacían en 1964 después que sus cabecillas ya hubieran participado en escaladas de violencia con grupos armados comunistas radicales después del “Bogotazo”. Alvaro Uribe ya tenia 12 años y uso de razón. Paralelamente iban creciendo en la historia el terrorismo y su principal exterminador. “Nunca antes las Fuerzas Armadas de Colombia habían sentido que eran dirigidas por un verdadero comandante en jefe”, así me lo dijo un buen amigo General.
Como todo Gobierno, y mas aún uno que había sido precedido por algunos desgobiernos que vendieron sus conciencias al terrorismo y al narcotráfico, el de Uribe no se salvó de escándalos, algunos utilizados por sus opositores como trofeos políticos, hay de todo en la viña del señor; sin embargo; hay algo innegable, perceptible, confesable; Uribe cambió a Colombia, le devolvió, progreso y esperanza. Recordó a cada uno de los colombianos que la patria y la vida son para respetarlas; que nadie bajo el pretexto de causas extintas, cuestionables, transmutadas e ilegítimas tiene el derecho de alterar el orden, destruir el Estado, acabar con vidas humanas y causar terror. Que quienes así lo hacen recibirían respuesta con todo el rigor de la ley y las Fuerzas Armadas comandadas por un verdadero guerrero. También dejó en claro que cada colombiano es un nicho de paz; que la verdadera paz no es la que se negocia en una mesa de poker vendiendo la patria por encima del sufrimiento de millones de víctimas. Sino la que se proclama sobre los valores democráticos y la justicia. Tan excepcional es Uribe que en un hecho sin precedentes cuando terminó su segundo periodo tenía el 75% de aprobación, la mas alta en la historia de todos los mandatarios colombianos; podría haberle alzado del brazo a cualquiera y hubiera ganado la presidencia con el solo endoso de este héroe. pero aún los héroes cometen errores, el brazo que alzó fue el de un tahúr ególatra, el otrora defensor del pensamiento de su predecesor, que hoy ha traicionado los principios democráticos que juró defender, y que ansía más el premio novel de la paz que la paz para Colombia; el Judas Iscariote que la sinergia extraña y absurda del destino pone en la vida de cada héroe o mártir para hacerle entender más del comportamiento humano. Nunca es tarde para recibir estas necesarias lecciones de la vida, -ellas siguen preparando el espíritu- mas aún si se es un líder como Uribe y hay todavía mucho por hacer. Hoy en la Habana delegados del actual gobierno toman tinto con los terroristas negociando lo innegociable -la dignidad de un país y la impunidad- pero solo logran ilegítimas situaciones disimuladas en constantes mascaradas; a la par, en Colombia altas esferas que emergieron de los dineros de las FARC o el narcotráfico, algunas inoculadas en medios de comunicación defienden lo que sucede en Cuba, publican lo que les asegura mas pautaje y dádivas del actual gobierno. Aunque parezca de no creer; en Colombia en las universidades mas caras y en los medios de comunicación, aunque pocos, hay alumnos y periodistas que comulgan con los pensamientos de las FARC, cual si hubieran olvidado que son colombianos y fueran de esos “desenchufados que piensan que los terroristas de las FARC son unos románticos que leen al che Guevara, escuchan música de Silvio Rodriguez y tiran piedras y bombitas molotov cuando protestan basados en sus ideales de justicia social”; pero en realidad este fenómeno anti patria se debe a que después de cincuenta años de terrorismo, extorsión, compra de conciencias y demás, las FARC, otras bandas terroristas y el narcotráfico han producido nuevas generaciones, hijos de quienes vivieron o viven de los intereses del terror y la droga enquistados hoy en segmentos medios y altos de la sociedad. Si, parece mentira, pero así hay algunos, que aplauden el deseo de los terroristas de “dejar las armas” a cambio de recibir derechos sobre millones de hectáreas tierras que ilegalmente han arrebatado a sus verdaderos dueños, que puedan postularse a dignidades de elección popular como al Senado, Cámara de Representantes etc. y que las multiples violaciones a Derechos Humanos, asesinatos, secuestros y extorsiones queden en la impunidad. Quienes apoyan esto, son esos mismos que se contraían y viven amargados cuando escuchan de la mayoría lo innegable; que Colombia está retrocediendo en la política de seguridad como fuente de recursos que había sido avanzada exitosamente por Uribe; que irrefutablemente hay un líder irrepetible que gobernó comandando decididamente la guerra contra el terrorismo y sus consecuencias sin darle tregua; entregándolo todo, entregando su vida al servicio de Colombia, vida de la que solo Dios ha sido responsable mantener. Y sabio como para tener bien en claro como se busca la paz, y con quien se sienta uno a tomar un tinto. Son cuarenta y siete millones de colombianos y 1’141.748 km2 a los que el gobierno debe proteger, son demasiados, por ello es inaceptable que se antepongan intereses inicuos y estériles de la vanidad y el despropósito de un gobierno que empezó traicionando los principios que lo llevaron al poder y reincide día tras día. Es imposible hablar de Uribe sin contrastar su legado con los actuales acontecimientos. Hoy mas que nunca se necesita que vuelva a Colombia la política de este guerrero que marcó con su huella la historia de Colombia; que hoy se escribe: Antes y después de Alvaro Uribe. (AU – DU).
Fernando Balda
@fernandobalda
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