Los artífices de la destitución del antiguo obispo Fernando Lugo retoman el poder
El nuevo presidente se enfrenta al reto de reintegrar al país en Mercosur y Unasur.
Francisco Peregil Asunción 21 ABR 2013 - 23:23 CET
A las cuatro de la tarde cerraron las urnas en Paraguay
y la sede del Partido Colorado, en Asunción, se pobló de gente que
celebraba la victoria. A lo largo de todo el día, las encuestas a pie de
urna otorgaban a los colorados una victoria sobre los liberales de unos
13 puntos porcentuales. Varios portavoces liberales advirtieron que
esos sondeos los efectuaban empresas privadas y que aún se estaba en el
proceso de cómputo de votos, pero las calles de Asunción se llenaron de
coches, camisetas y globos rojos. En la sede del partido empezaron a
tirar cohetes.
En realidad, la campaña por las presidenciales que se celebraron este
domingo en Paraguay comenzaron el 22 de junio de 2012 con la
destitución del entonces presidente Fernando Lugo. Aquel día, el Senado
se pronunció “por la condena” política de Lugo, con 39 votos a favor,
cuatro en contra y dos ausencias la destitución del presidente. Concluía
así, de forma fulminante, el mandato del antiguo obispo que colocó en
2008 a Paraguay en el mapa internacional, cuando terminó con 60 años de
mandato ininterrumpido del Partido Colorado. Los seguidores de Lugo
alegaron que el juicio, previsto en la Constitución de 1992, estuvo
plagado de irregularidades. Y lo tacharon de “golpe institucional”.
El Congreso obvió la denuncia y designó como presidente al liberal
Federico Franco. Pero los Gobiernos de Argentina, Brasil y Uruguay
decidieron retirar a Paraguay del Mercado Común del Sur (Mercosur) hasta
que no se celebraran nuevos comicios en abril. La misma resolución
adoptaron los 11 integrantes de la Unión de Naciones Suramericanas
(Unasur). Finalmente, el domingo fueron convocados 3,5 millones de
votantes a unas elecciones en las que los principales favoritos para el
sillón presidencial fueron dos artífices de la destitución de Lugo: el
liberal Efraín Alegre y el colorado Horacio Cartes. Fernando Lugo se
tuvo que conformar con la candidatura como senador, desde la que
intentará amalgamar a la izquierda como tercera fuerza política en el
país.
Una semana antes de su propia destitución, Lugo expulsó del Gobierno a
su ministro de Obras Públicas, el liberal Efraín Alegre, tras acusarle
de usar el ministerio para preparar la carrera hacia la presidencia.
Pero el verdadero muñidor de la “condena”, según Lugo, fue el empresario
tabacalero Horacio Cartes, quien se convertiría en el candidato del
Partido Colorado. Alegre y Cartes compitieron duramente en unas
elecciones en la que no faltaron las graves acusaciones. Pero las
encuestas siempre dieron como favorito a Cartes. Este empresario de 56
años no tenía ninguna experiencia política hasta hace tres años. Ni
siquiera aparecía en ningún censo electoral, lo cual significa que éstas
serán las primeras elecciones en las que vota.
Tampoco contaba con un
requisito básico para aspirar a la candidatura presidencial: los
estatutos de la Asociación Nacional Republicana –nombre oficial del
Partido Colorado- exigían una antigüedad mínima de diez años como
afiliado-. Pero ese pequeño escollo lo solventó Cartes promoviendo la
modificación de los estatutos en enero de 2011.
Sobre Cartes planea la sombra de haber levantado su fortuna mediante
el narcotráfico, el contrabando de tabaco y el lavado de dinero. Él
suele alegar que ningún tribunal lo condenó jamás por esos delitos. Pero
eso no impidió que Alegre le llamase “narco” y que la esposa del
candidato liberal, Mirian Irún, protagonizara un anuncio electoral en el
que llamaba al voto “como madre”, porque no quiere un país controlado
por la droga y la violencia.
Finalmente, Cartes llegó al día de las elecciones como claro
favorito. Incluso a pesar de haber afirmado, cuando le preguntaron sobre
el matrimonio gay, que se pegaría “un tiro en las bolas” si su hijo
quisiera casarse con otro hombre. La inversión que hizo en el Partido
Colorado parecía muy rentable.
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