El traslado del presidente Hugo Chávez
del CIMEQ, el mejor hospital de La Habana, a una sala del Hospital Militar de
Caracas, acondicionada como un búnker para mantener en secreto su condición
médica, fue una sorpresa para los venezolanos. La larga estadía en Cuba había
comenzado a despertar la sospecha general y su regreso trajo alivio y alegría a
sus seguidores, quienes se apostaron alrededor del hospital cantando y dando
gracias a la Virgen de La Pastora y los santos yorubas. Estas emociones se
están evaporando al no publicarse nuevas imágenes que le den sustento a la
ilusión de su recuperación. Entre sus opositores, cada quien tiene su propia
teoría conspirativa sobre las razones para esconder el verdadero estado de
salud del mandatario. En Caracas hay rumores de todas las especies, incluyendo
los de un golpe de Estado militar, un fantasma que siempre ha acechado a la
historia Venezolana.
“Aquí estamos, gobernados por el
secretismo y la oscuridad, las únicas cosas que le dan estabilidad a este
gobierno”, me dijo José Luis Tirado, dueño de Lonchy’s, un céntrico café en el
municipio más rico de Caracas. El jueves pasado en la noche, en lo que se
esperaba que fuera sólo otro mensaje televisado para calmar rumores, Ernesto
Villegas, ministro de comunicación e información, dijo que los problemas
respiratorios del presidente seguían un curso desfavorable. Una fuente
informada confirmó que Chávez se encuentra de nuevo en condición crítica.
Venezuela está atrapada en la cuenta regresiva de su muerte.
Pero en la víspera del año nuevo,
Chávez también había estado entre la vida y la muerte, tras complicaciones
surgidas de una cuarta cirugía por un cáncer cuyas características todavía no
se han hecho públicas. En aquel momento, la mayor dificultad del chavismo era
cómo hacer para que Chávez, quién había sido electo para un tercer período el 7
de octubre y debía jurarmentarse el 10 de enero, continuara siendo Presidente,
aunque estuviera fuera del país el día del inicio de ese nuevo mandato. La
solución fue una controvertida interpretación de la Constitución por parte del
Tribunal Supremo de Justicia, que declaró la continuidad administrativa del
gobierno anterior e hizo posible que el vicepresidente Nicolás Maduro, el
heredero designado por Chávez, pudiera fungir de Presidente encargado. Esta
formula desmañada permitió una division salomónica del poder en Venezuela:
Maduro, un civil, controlaría el Poder Ejecutivo, mientras su némesis, Diosdado
Cabello, un militar retirado con gran influencia en las Fuerzas Armadas, continuaría
como presidente de la Asamblea Nacional.
Para el Tribunal Supremo, Chávez es un
presidente en plenas funciones. Aunque tiene dificultades para hablar a causa
de una traqueotomía, supuestamente ha sido capaz de firmar decretos desde su
lecho hospitalario, además de escribir cartas al CELAC y la ONU, lidiar con
problemas de presupuesto y mantener reuniones de trabajo regulares con un
puñado de funcionarios, incluyendo a Cabello, Maduro y Rafael Ramírez, el
todopoderoso ministro de energía y petróleo.
Pero, en realidad, el poder en
Venezuela está en manos de un equipo de rivales, unidos entre sí por la
necesidad de mantener el régimen en pie hasta la próxima elección presidencial.
Bajo condiciones normales, las próximas elecciones serían en el 2018, pero nadie
espera que Chávez pueda durar tanto tiempo. (Da la casualidad que 2018 es
también el año en que Raúl Castro se retirará, según declaró recientemente). Si
Chávez muere, renuncia o se declara incapacitado, debe haber elecciones en
treinta días. Si hubiera dejado el cargo en enero, los chavistas probablemente
habrían ganado esa elección con facilidad, ya que el liderazgo de la oposición
estaba debilitado y dividido. Pero hace tres semanas el gobierno anunció una
devaluación de 32% por ciento del bolívar fuerte. El gobierno de Chávez ha
devaluado la moneda cinco veces en diez años y los resultados han sido mayor
inflación y escasez de productos básicos para la población. El descontento
popular sobre la última devaluación sólo hará más dura la tarea de los chavistas,
por lo que la cuenta regresiva ha comenzado también para el equipo de los
rivales.
¿Por qué el gobierno no ha llamado a
elecciones aún? ¿Por qué seguir fingiendo que Chávez está a cargo? “La única
explicación es que la pequeña troika que está manejando la situación se
complicó emocionalmente para declarar a Chávez no apto para ser Presidente, lo
que debería suceder más temprano que tarde en este escenario electoral”, me
dijo una fuente privilegiada en los círculos del gobierno. Le pregunté qué quería
decir con “emocionalmente”. “Las altas esferas del gobierno son como esas
familias en las que los hermanos y hermanas no se llevan bien, pero aman,
respetan y temen a su padre. A pesar de que la oposición piensa que no tienen
sentimientos, creo que los altos líderes del gobierno están realmente
confundidos y revueltos por la inminente muerte de su padre político. Su dolor
y la incertidumbre los une. Pero también les impide ver el futuro”.
“Hasta que Chávez diga ‘Renuncio’, la
autoridad de Maduro será débil”, dijo Fausto Masó, un periodista y analista
político. Para apuntalar su posición, el equipo de rivales ha iniciado una dura
ofensiva, denunciando representantes de la oposición en la Asamblea Nacional
como corruptos y diciendo que podrían enviarlos a la cárcel. Al mismo tiempo,
el gobierno ha amenazado con aumentar el control estatal sobre las empresas
grandes y pequeñas, que son la principal fuente de financiamiento de la
oposición.
Los dirigentes chavistas han dirigido
la mayoría de sus ataques contra Henrique Capriles Radonski, el líder de la
oposición que perdió ante Chávez en octubre pasado, pero quien ha estado más
cerca de la Presidencia comparado con cualquier otro oponente de Chávez. De
acuerdo con una encuesta reciente, la mayoría de la población apoya al gobierno
y respaldaría a Maduro si tiene que sustituir a Chávez como Presidente. Las
mismas encuestas también muestran Capriles como el único líder de la oposición
con posibilidad de ganar, por pequeña que sea, las elecciones contra Maduro.
El principal problema para Capriles es
que no todos los líderes de la oposición lo apoyan. El dilema de la oposición
es si se debe enfrentar el chavismo en las calles, como lo ha hecho
anteriormente, o tratar de pescar chavistas decepcionados, que es la estrategia
que Capriles prefiere. Aunque Capriles nunca arriesga mucho y tiende a moverse
hacia un centro neutro y seguro, tiene un excelente sentido de la oportunidad
política.
En este momento, Maduro y Capriles son
virtuales competidores, comprometidos en una campaña de sombras. Y la
suposición de que Chávez mantiene el poder les impide a ambos desplegar una
campaña abierta. “Maduro necesita que Chávez dimita o muera para convertirse en
un líder creíble. Hasta que eso suceda, el tiempo está del lado de Capriles”,
dice Masó. “Si Chávez deja el poder en los próximos días y se celebran
elecciones, digamos, en un mes, Maduro acabará con Capriles y la oposición.
Pero si las elecciones demoran unos meses más, el resultado podría ser
exactamente el contrario”. Aun en su lecho de enfermo, Chávez es quien decide.
http://aperturaven.blogspot.com/
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