Por: Luis Nivaldo · Publicado el 15/10/2012
Que sea Vicente Bello, Coordinador de Asuntos Electorales de Un Nuevo
Tiempo, y no un funcionario del CNE chavista, quien salga a desmentir
el informe técnico que habla de inconsistencias en los resultados
presentados por Tibisay y su combo, en el pasado referendum de la
enmienda que permite la reelección indefinida, no debería extrañar.
Vicente cumple su labor, y lo hace bien.
El otro Vicente, apellidado Díaz, miembro del Grupo La Colina, y
quien fuera promovido por Teodoro Petkoff a una Rectoría del CNE
chavista, también cumple su labor de manera magistral. Conjuntamente con
otros “Colineros” que sirven de técnicos “imparciales e
independientes”, en labores de auditoría y otros menesteres en el
organismo electoral, están dando la hora, cuando se trata de
salvaguardar la voluntad popular.
Otro tanto hacen, los miembros de esa agrupación llamada “Ojo
Electoral”, una de las pocas autorizadas por el CNE chavista para
labores de veeduría electoral, y que fuera fundada por Petkoff, el
ilustrísimo periodista Eleazar Díaz Rangel, el ex-ministro Carlos
Genatios y el Padre Virtuoso, entre otros.
Lo cierto es que, los Vicente Bello, los Luis Manuel Esculpi, los
Enrique Ochoa Antich y otros -quienes se fueron del MAS, junto a otros
teodorístas comandados por Víctor Hugo D’Paola, luego que ya ese partido
no sirviera como plataforma política para llevar a Petkoff a la
Presidencia de la República- trabajan denodadamente para ayudar a su
héroe, a vengarse de este pueblo ignorante y vulgar, que prefirió a un
chafarote militar para encumbrar a la izquierda en la Presidencia de la
República, antes que al hombre más “lúcido” que esta ideología ha parido
en Venezuela.
Los teodorístas que fundaron Izquierda Democrática, que fue un
partido de escasa repercusión política, y que luego se cobijaron bajo el
manto de esa indignidad humana nombrada Francisco Arias Cárdenas, para
fundar el partido UNION, se enmascaran ahora en Un Nuevo Tiempo, para
ejecutar la estrategia de Petkoff, que no es otra sino la de garantizar
que de no ser él, el sustituto de Chávez, tendrá que serlo un
izquierdista que reciba su bendición. Porque no todo izquierdista goza
del afecto de Teodoro. sino que lo digan Andrés Velásquez o Pablo
Medina, para nombrar sólo dos.
Así las cosas, el hombre que se unió a Arias Cárdenas y a Baduel para
enfrentar la “tenebrosa dictadura” de Pedro Carmona Estanga, y que
impuso la candidatura presidencial de Manuel Rosales en el 2006, para
apartar a quienes pedían condiciones decentes para participar, para
minimizar a SUMATE y para garantizarle un reconocimiento tempranero al
real o supuesto triunfo de Chávez, sigue manejando los hilos de la
estrategia opositora. Y no se trata de magnificarlo o sobreestimarlo.
Pero tampoco lo podemos subestimar. Con su Tal Cual y esa batería de
columnistas, articulistas, humoristas, periodistas, animadores y
locutores (Manuel Caballero, Barrera Tyzka, Tulio Hernández, Kiko,
Laureano Márquez, entre otros), que lo admiran y lo siguen ciegamente, y
que tiene una visibilidad indiscutible en la opinión pública, no es
cuestión que se pueda desdeñar.
Y si a esto, le sumamos la endeblez de espíritu de quienes lo
adversan en el campo opositor; la indigencia intelectual de quienes
ofician como líderes de las disidencia, verbigracia Borges, Rosales o
Planas; la actitud desmedidamente calculadora y falta de coraje de
Leopoldo López; el peso muerto que le provee a Ledezma el acompañamiento
de Acción Democrática; los cálculos económicos y políticos de los
dueños de medios situados en el campo opositor; y la estupidez de
quienes llaman a la abstención creyendo en los “pajaritos preñados” de
una salida militar; no constituye -entonces- ninguna especulación,
afirmar que Teodoro Petkoff está definiendo la ruta de la oposición a
Chávez.
Es que los hechos son indubitablemente tercos para afirmar con
propiedad, que sólo una baja aspiración de venganza o un calculado
propósito de salvaguardar señalados intereses, es lo que pudiera
justificar esa pretensión desmedida de imponer a rajatabla nuestro
criterio, y el amarrarse dogmáticamente a una estrategia, sin considerar
su revisión, y al margen de que las realidades políticas aconsejen
reestructurarla.
Petkoff se venga de quienes obstaculizaron su ascenso a la
Presidencia de la República, y al mismo tiempo salvaguarda los intereses
de la izquierda internacional. Se venga de la tradicional burguesía
criolla que lo veía como un peligro y se venga también de los factores
del puntofijismo que lo derrotaron sempiternamente. Se venga de la
Iglesia que nunca lo quizo y se venga también de los militares (cuando
los observa despreciados por la sociedad por su abdicación rastrera ante
el comunismo)- porque lo derrotaron en la guerra de guerrillas. Y en
definitiva, se venga del pueblo llano que nunca lo apoyó, por su
arrogancia y sus poses de sabelotodo.
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