Por: Roger
Noriega
Fuente:
Inter American Security Watch
Roger Noriega |
Mientras el Congreso, los candidatos
presidenciales republicanos, gran parte de los EE.UU., Sudamérica y medios de
comunicación europeos están haciendo sonar la alarma sobre las actividades
sospechosas por parte de Irán y Hezbollah en América Latina, el Departamento de
Estado mantiene una postura indiferente ante la situación. El Departamento de
Estado también ha ignorado los abusos de la liberalización de las reglas para
viajar a Cuba por parte de la administración, lo que ha provocado que el senador Marco Rubio
(R-FL) congele las nominaciones de dos miembros del equipo latinoamericano del
presidente Obama. El Congreso tiene razón en querer examinar las políticas y a
los responsables que han fallado en la promoción de nuestros valores y nuestra
seguridad.
He aquí una nueva prueba de los problemas
en el Departamento de Estado. Un documental presentado el 8 de diciembre por
Univision titulado “La amenaza iraní” documentó, por medio de una cámara
oculta, como la “diplomática” Livia Acosta instruyó a supuestos hackers
mexicanos a romper el cerco de seguridad de EE.UU. en portales de seguridad
nacional para el dictador Hugo Chávez. Los denunciantes también han dado a
conocer un documento que parece identificar a Acosta, que actualmente funge
como cónsul venezolana en Miami, como una agente de inteligencia venezolana no
declarada (léase ilegal).
Poco después, los líderes del Congreso de
ambos partidos pidieron una investigación para esclarecer el escándalo de
Acosta y la amenaza de la red de Irán en el continente. En lugar de compartir
estas preocupaciones, dos altos diplomáticos de EE.UU. sostuvieron una reunión
cordial con el alto representante de Venezuela en Washington, Angelo Rivero,
para asegurarle que el Departamento de Estado aspira a mejorar la cooperación
bilateral a pesar de la situación con Acosta. Lejos de expulsar a Acosta o
incluso investigar las graves acusaciones en su contra, un diplomático
americano de alto rango le aconsejo a Rivero, que aumentara la seguridad para
proteger a Acosta de los manifestantes de EE.UU. en Miami y le advirtió que el
Congreso de los EE.UU. y otras agencias podrían seguir investigando el caso.
Este episodio reciente, que me fue revelado
por fuentes dentro del régimen de Chávez, es uno de los muchos ejemplos de una
política de EE.UU. en América Latina que está peligrosamente fuera de contacto
con las graves amenazas en nuestro propio vecindario. Aquí están otros
ejemplos.
A pesar de tener evidencia documentada de
que Irán ha hecho exploraciones para extraer uranio en Venezuela, Ecuador y
Bolivia durante muchos años y está extrayendo este mineral actualmente,
funcionarios de EE.UU. no pueden confirmar si Teherán está obteniendo este
mineral ilegalmente para expandir su programa nuclear en este hemisferio.
En dos ocasiones en los últimos meses,
diplomáticos de EE.UU. han testificado ante el Congreso que el vuelo
Caracas-Damasco-Teherán ya no opera, a pesar de los últimos relatos de testigos
oculares que indican lo contrario. Miles de millones de fondos iraníes que se
lavan a través de bancos venezolanos han escapado el escrutinio EE.UU. Las
fuerzas del orden en EE.UU.- y en especial la Drug Enforcement Agency (DEA) –
han tratado de sancionar a empresas estatales venezolanas que apoyan a Irán,
Hezbolá y a narcotraficantes, pero han tenido que lidiar con la resistencia del
Departamento de Estado en todo momento.
En lugar de pedir a la comunidad de
inteligencia que incremente su capacidad operativa, los diplomáticos prefieren
no saber lo que trama Chávez para evitar cualquier tipo de confrontación.
Cuando se trata de la peligrosa conspiración de Chávez con Irán, Cuba, Rusia y
China, la ignorancia es indefendible.
Esta desorientación no se limita a
Venezuela. Poco después de asumir el poder, el gobierno de Obama se unió a una
estampida orquestada por Chávez para condenar el derrocamiento de su cómplice
en junio de 2009 en Honduras, quien había perdido su cargo por intentar violar
una prohibición constitucional sobre la reelección. En contraste, los
diplomáticos de EE.UU. han ignorado las maniobras ilegales y el fraude
electoral que el dictador nicaragüense Daniel Ortega ha orquestado para
mantenerse en el poder. El senador Robert Menéndez (D-NJ), quien preside el
panel del Comité de Relaciones Exteriores para América Latina, dijo este mes
que, “Es hora de que los Estados Unidos … preste atención a lo que está
ocurriendo en Nicaragua y que tome medidas para garantizar que el proceso
democrático y los valores de la región no se deterioren aún más. “En cambio,
los diplomáticos de EE.UU. en Managua han recibo instrucciones de Washington de
evitar cualquier confrontación con Ortega.
En la actualidad, mimar a regímenes
hostiles puede ser el único principio de organización de EE.UU. hacia América
Latina. El presidente de Ecuador, Rafael Correa, expulsó a la enviada de
EE.UU., Heather Hodges, después de que un telegrama de Wikileaks hiciera
referencia a comentarios que hizo la embajada estadounidense en Quito en
relación a la corrupción en el gobierno. En septiembre, sin ninguna razón en
particular, la Casa Blanca anunció el nombramiento de Adán Namm para reemplazar
a Hodges; Namm es una de las nominaciones congeladas por Rubio.
En noviembre, cuando el presidente de
Bolivia, Evo Morales, estaba lidiando con una revuelta interna, el Departamento
de Estado le tiró un salvavidas político mediante la firma de un convenio para
restaurar las relaciones bilaterales. Esto sin considerar que Morales expulsó a
la embajadora de EE.UU. y a la DEA sin razón alguna. Morales continúa negándose
a recibir cualquier tipo de asistencia antidroga por parte de EE.UU. y formula
acusaciones infundadas contra los Estados Unidos semanalmente.
Los ejemplos anteriores envían una señal
inequívoca de que no hay ningún costo por ser un enemigo declarado de los
Estados Unidos. El Congreso tiene razón al pensar que podemos hacer un mejor
trabajo e insistir en que lo hagamos.
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