Por: Luis Gutiérrez Esparza
Por: Gaceta Tamaulipas
Via: http://aserne.blogspot.com
La Agencia Antidrogas de Estados
Unidos (DEA), descubrió oficialmente entre 2007 y 2009, lo que el autor de esta
columna dio a conocer desde 1997 en el diario Unomásuno, mediante un sólido
trabajo de investigación: la existencia de vínculos operativos -no solamente
contactos- entre los barones mexicanos del narcotráfico y las llamadas Fuerzas
Armadas Revolucionaras de Colombia (FARC), que obtenían entre 500 y mil
millones de dólares anuales por sus operaciones relacionadas con
estupefacientes.
Francisco Santos, vicepresidente
de Colombia hasta 2010, un periodista de profesión que en 1990 permaneció
secuestrado durante ocho meses a manos del capo colombiano Pablo Escobar
Gaviria, denunció la existencia de cuatro oficinas de las FARC en México. Al
respecto, en mi trabajo de 1997 precisé que una de esas oficinas de información
se encuentra dentro de la Ciudad Universitaria de la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM).
El principal contacto de las FARC
con los cárteles mexicanos del narcotráfico, fue un singular personaje,
cincuentón, corpulento y con una personalidad descrita como recia y
carismática: Víctor Julio Suárez, cuyo alias oficial era Jorge Briceño Meza y
su nombre de guerra, Mono Jojoy. Murió en septiembre de 2010, durante un
combate contra el ejército colombiano..
Según el periodista Raymundo
Rivapalacio, la historia de las FARC en México se dio a conocer públicamente
cuando la PGR detuvo, en 2001, a Carlos Ariel Charry Guzmán, apodado “El
Doctor”, enlace del Mono Jojoy con el cártel de Tijuana, por medio del
lugarteniente de los hermanos Arellano Félix, Ismael Higuera Guerrero, El
Mayel.
Sin embargo, si la PGR hubiese
querido enterarse en 1997, habría encontrado la información que publiqué en
Unomásuno, en la que señalé que el Mono Jojoy era el principal jefe militar de
la narcoguerrilla, considerado como el líder indiscutido del ala dura y uno de
los posibles sucesores del fundador y todavía entonces líder máximo, el
septuagenario Pedro Antonio Marín, alias Manuel Marulanda Vélez, alias
Tirofijo.
Contra el Mono Jojoy se
acumularon en Colombia unas 62 órdenes de captura, cinco condenas y cerca de 25
investigaciones preliminares por terrorismo, secuestros, extorsiones y otros
delitos. El Tribunal Superior de Cundinamarca lo condenó a 40 años de prisión
por "terrorismo agravado".
El gobierno de Estados Unidos
solicitó al de Colombia la extradición del Mono Jojoy por el delito de
narcotráfico. La Fiscalía colombiana expidió la orden de captura en
cumplimiento del mandamiento de una corte federal que lo involucra en el envío
de droga a territorio estadunidese desde hace varios años.
Todo ese movimiento era parte de
una cascada de órdenes de extradición contra las FARC: también estaban
solicitados El Negro Acacio y Sonia, presunta jefa de finanzas de la
narcoguerrilla quien trabajaría bajo las órdenes de Fabián Ramírez,
narcotraficante al servicio del Mono Jojoy y también solicitado en extradición.
Para la justicia estadunidense,
estaba claro que Briceño Suárez era el capo del narcotráfico de las FARC, según
los cargos formulados en una corte federal del Distrito de Columbia y que surgieron
10 años después de las revelaciones de este columnista.
El Mono Jojoy fue el cerebro de
numerosos envíos de droga hacia Estados Unidos, con escala en Centroamérica
(Guatemala y Honduras, principalmente) y redireccionamiento y protección en
México. Debido a ello, tejió una interesante red de vínculos con cárteles
mexicanos y grupos paramilitares.
El hallazgo del diario personal
de una terrorista holandesa vinculada a las FARC, corroboró que la guerra
colombiana traspasó las fronteras, no sólo de los países vecinos, sino que por
la extensión que significa el narcotráfico, afecta a las naciones
industrializadas de América de Norte y Europa.
Además de las oficinas
internacionales que han tenido en diversas épocas las FARC en Costa Rica,
México, Argentina, Brasil y Ecuador, se suman esporádicas apariciones de Olga
Marín, Raúl Reyes, Marcos Calarcá, Oliverio Medina y Javier Calderón, todos
ellos representantes diplomáticos de la narcoguerrilla, en escenarios
internacionales, para exponer su plataforma ideológica y negar cualquier nexo
con el narcotráfico, así como su rechazo sistemático contra toda acusación que
los ligue con el terrorismo.
De la actividad de estos
personajes, hay registros fehacientes en España, Francia, Ecuador, Estados
Unidos, Canadá, Suecia, Suiza, Dinamarca, Alemania, Holanda, Brasil, Chile.
México, la República Dominicana y Guyana, más esporádicas apariciones en otros
países.
El accionar subrepticio del
frente internacional de las FARC ha extendido sus tentáculos hasta Estados
Unidos. Prueba de ello es que en la declaración jurada de un miembro de
Servicio Exterior Mexicano, rendida ante un tribunal federal en Miami, se
implicó a Julieta Quiroz, nicaragüense de 49 años edad, nacionalizada
estadunidense y excónsul adjunta de la embajada de Estados Unidos en México, de
participar en un plan de sobornos, por el que recibió 345 mil dólares, producto
de la venta de 180 visas tramitadas en forma irregular, que fueron concedidas a
terroristas de las FARC, traficantes de drogas y armas.
Acusada por asociación para
delinquir, soborno y fraude, Quiroz fue arrestada junto con Olga Elena Ramírez
y su esposo, Juan Carlos Ramírez. Por la misma época los servicios de seguridad
estadunidenses detuvieron en Miami a un traficante de armas que abastecía las
redes clandestinas de las FARC, desde las costas de Florida y el Caribe.
El trabajo de los propagandistas
de las FARC no representa un hecho aislado. Forma parte de un proceso
sistemático y permanente de guerra política, propaganda y desinformación. Insiste
en la naturaleza supuestamente revolucionaria de la narcoguerrilla, disfraz con
el que ha logrado colarse incluso dentro de la UNAM.
Otros integrantes del frente
internacional de las FARC, están dedicados al manejo de las finanzas en las
bolsas de valores, al blanqueo de capitales mediante audaces transacciones
electrónicas en las entidades bancarias y a la permanente adquisición de armas,
equipos y avituallamiento logístico.
En esencia, dicho frente
internacional es una organización clandestina muy activa, con sólidas
ramificaciones en Venezuela, Ecuador, Brasil, Guayana, Panamá, México,
Guatemala, Honduras, Nicaragua y permanente presencia discreta en otros países.
Lo peor es que aún hay quienes, sobre todo jóvenes, siguen considerando a las
FARC como un movimiento legítimo.
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