Por: José Rafael López Padrino
http://aserne.blogspot.com/
Desde
sus inicios el régimen del tte coronel puso en marcha la ejecución de un
proyecto militarista autoritario encauzado al control de la sociedad mediante la
imposición de la bota militar. Un proyecto político de derecha orientado a
instaurar un corporativismo estatal totalitario con una base intelectual basada
en la sumisión de la razón a la voluntad y la acción de un líder mesiánico. Bajo
un supuesto “socialismo” se ha construido un capitalismo de Estado explotador
sustentado en una maquinaria armada que sirve para intimidar y controlar
cualquier descontento social y conculcar los derechos de los trabajadores.
El carácter militarista de
este régimen hoy es indiscutible. Por donde se vea se nota el intento por uniformar al mundo civil, por homogeneizar la
forma de pensar de los venezolanos, por convertir a nuestra Venezuela en un
gran cuartel. El militarismo ha sido la base-fundamento, para
la conformación, mantenimiento y consolidación de esta bufonada facha referida
como “socialismo del siglo XXI,
entiéndase socialfascismo bolivariano”. Y no se
trata sólo de la cantidad de uniformados incluidos en posiciones claves de
mando-gobierno, sino del concepto-noción, pensamiento-doctrina e intereses que
se ponen en juego en la sociedad venezolana y que son portadores del perverso mensaje
militar.
El
socialfascismo bolivariano significa mucho más que el contagio de la vida civil
por la organización militar, implica la militarización de la manera de pensar
(enemigo a aniquilar), de hablar (batallón, patrulla), de sentir (odio por la
diversidad) y de actuar del ciudadano (violencia como medio para dirimir
diferencias). Una manera de regir la vida de una sociedad que
debe ser profundamente obediente a la autoridad de un comandante-presidente, convertido
es una especie de nuevo “padre colectivo” de la
nación, un José Stalin del siglo XXI al mejor estilo del Estado burocrático y
opresor de la extinta Unión Soviética.
Con las falsas banderas del “desarrollo socialista
de la sociedad” y de la lucha “contra del capitalismo”, el socialfascismo se ha
construido una armazón jurídico-legal que ha
permitido darle continuidad al modelo de dominación capitalista (capitalismo de
Estado) en nombre del socialismo para disimular su esencia gorila-reaccionaria.
Es la constitución de un "Estado Guarnición" que implica el uso del
aparato militar de la Nación (la FAN, los grupos paramilitares, y los servicios
de seguridad de Estado) en el control del comportamiento de los ciudadanos, a
través de los valores militares (centralización de la autoridad,
jerarquización, disciplina, obediencia ciega), a fin de dominar cada vez más la
cultura, la educación, la ciencia, los medios de comunicación, la religión, la
política y la economía nacional.
Obviamente,
para llevar adelante éstas y otras
muchas fechorías, el régimen se ha apoyado en los sectores más abyectos de la
Fuerza Armada, los cuales a pesar de su reducida cuantía numérica, disponen de
un enorme poder jerárquico-represivo dentro de la institución armada. Ello
explica el tratamiento preferencial del tte coronel para quienes tienen las
bayonetas. Compras compulsivas y faraónicas de
material de guerra, aumento salarial de un 50% decretado recientemente, aunado a
un 40% que
fue aprobado en el 2010. Es decir, en dos años casi se les ha duplicado el salario a los
miembros de la FAN. Además el anuncio de la adquisición de viviendas y vehículos sin el aporte de la cuota inicial a
través del ISPFA. Ello es aprobado por un gobierno que se niega a discutir los
contratos colectivos ya vencidos de los trabajadores de la educación, de la
salud, de la ciencia, de las empresas básicas de Guayana y de
los empleados públicos quienes
sufren las calamidades propias de la explotación capitalista, aunado a una
inflación y a una especulación sin control que carcome sus famélicos salarios.
Además, se ignoran necesidades vitales como la salud, la educación, la
vivienda, y la seguridad social de los trabajadores, etc.
Nos enfrentamos no al “autócrata civilizador”
de Guzmán Blanco, ni al “autócrata rural” de Juan Vicente Gómez, sino a un “autócrata
iletrado” que dispone de una petrochequera multimillonaria para la compra de
conciencias y voluntades y de las bayonetas para reprimir a fin de asegurarse el poder para siempre.
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