Por: Román José Sandia
Fuente. Analítica Venezuela
Via:http://aserne.blogspot.com
¿A cuenta de qué alguien puede erigirse en caudillo único e intérprete exclusivo de los deseos de todos los ciudadanos de un país?
Las imágenes de los últimos momentos de la vida de Gadhafi,
reproducidas una y otra vez en los televisores de gran parte del mundo y
vistas por Internet allí donde ésta no es censurada, muestran, una vez
más, el destino de los sátrapas. Algunos mueren como el excéntrico y
corrupto dictador libio, otros en la cama, pero al final siempre
consiguen el desprecio de la Historia.
Los supuestos salvadores de la patria comienzan siempre con palabras
grandilocuentes de generosidad y sacrificio personal para terminar
siempre robando y entrando en la lista de los más ricos, sean de derecha
o de izquierda, se apelliden Pinochet o Castro. El complejo palaciego
miliunochesco de Trípoli en el que vivía Gadhafi, más los millones de
dólares que acumuló en cuentas bancarias en el extranjero para él y su
familia, hablan de una conducta casi unánime de esos padrecitos de la
patria.
¿A cuenta de qué alguien puede erigirse en caudillo único e
intérprete exclusivo de los deseos de todos los ciudadanos de un país?
¿Por qué todavía en el siglo XXI aparecen autócratas que manejan los
bienes del pueblo como si fueran de ellos, sin dar cuentas a nadie,
destruyendo las instituciones o haciéndolas inviables?
Por supuesto, para poder lograr la eliminación de quienes se le
oponen, los hay quienes usan la represión más cruel, que incluye
fusilamientos en masa, como lo hicieron Fidel Castro y el Che Guevara en
los inicios de la hoy cincuentenaria dictadura cubana. Otros escogen
técnicas más hipócritas (sin dejar de usar el asesinato y el exilio)
como son la censura o cierre de los medios de comunicación, la
discriminación política y la extorsión clientelar para lograr la siembra
del miedo.
Muammar Gadhafi aplicó todos esos métodos, durante cuarenta y dos
años, con el pueblo libio. Se dice pronto, pero gobernó más de ocho
períodos de cinco años que era el lapso usado en Venezuela en vigencia
de la Constitución de 1961. O diez períodos presidenciales y medio si
nos acordamos de lo que ocurre en los EE.UU., que –por cierto- nunca
han sido gobernados por un dictador.
Es decir, mientras Gadhafi fue el hombre fuerte de la martirizada
Libia, en los países democráticos –mediante elecciones- se sustituyeron
los presidentes que firmaron acuerdos con él y, dependiendo de las
circunstancias, lo halagaron o marginaron. Pero, hasta hace pocos meses
no fue objeto de una represalia importante que lo llevara a la pérdida
del poder.
Los gobernantes democráticos que tienen relaciones con los dictadores
tienen una grave responsabilidad en la continuidad de sus despotismos.
Al escudarse en la soberanía de cada país para no impulsar o apoyar
iniciativas que busquen la democratización (que siempre debe incluir el
respeto al estado de Derecho y la independencia de los poderes públicos)
de los países secuestrados, se hacen cómplices de los autócratas a
quienes felicitan y reciben.
Al lado de las fotos y videos del cadáver de Gadhafi se pueden ver
imágenes de líderes de todo el mundo abrazándolo y festejándolo. Muy,
muy tarde reaccionó la comunidad internacional contra este
impresentable.
Al final, Gadhafi escogió su fin. Nunca estuvo dispuesto a compartir
el poder, mucho menos a dejarlo. Por su mente nunca pasó la idea de
realizar unas elecciones libres y equitativas que permitieran conformar
un parlamento democrático. Llegó al poder por la fuerza y de él salió
así.
De nada le sirvió la espada de Bolívar.
rjsandia@hotmail.com
0 comentarios:
Publicar un comentario
Haga su comentario