Editorial
La penosa situación que atraviesa actualmente Venezuela debido al funesto régimen autoritario y unipersonal que encabeza el gorila Hugo Chávez fue expuesta con agudo realismo por la prestigiosa organización defensora de los derechos humanos Human Rights Watch (HRW), en el informe anual que presentó a comienzos de la presente semana. La fundación advirtió que la Ley Habilitante que el bolivariano hizo aprobar al Congreso títere que dominó hasta el pasado 5 de enero, mediante la cual podrá gobernar a su antojo el país durante un año y medio, vulnera los fundamentos más elementales “del principio de derecho e impide contrarrestar el ejercicio cada vez más personal y concentrado de poder del presidente Hugo Chávez”. Penosamente, en nuestro país aún existen líderes políticos de partidos democráticos que, a pesar de saber la trágica situación por la que están pasando los derechos humanos en Venezuela, siguen reclamando insistentemente el ingreso del régimen chavista al Mercosur. No obstante, y a pesar de este voluntario y repentino enceguecimiento, en Paraguay y en el mundo entero seguirán multiplicándose las voces de los auténticos demócratas que objetan el régimen ominoso encabezado por Chávez.
La penosa situación que atraviesa actualmente Venezuela debido al funesto régimen autoritario y unipersonal que encabeza el gorila Hugo Chávez fue expuesta con agudo realismo por la prestigiosa organización defensora de los derechos humanos Human Rights Watch (HRW), en el informe anual que presentó a comienzos de la presente semana en Washington DC.
La fundación advirtió que la Ley Habilitante que el déspota bolivariano hizo aprobar al Congreso títere que dominó hasta el pasado 5 de enero, mediante la cual podrá gobernar a su antojo el país durante un año y medio, vulnera los fundamentos más elementales “del principio de derecho e impide contrarrestar el ejercicio cada vez más personal y concentrado de poder del presidente Hugo Chávez”.
Parte de ese avasallamiento lo constituye, indicó, el creciente control del régimen sobre el Poder Judicial, alertando que “los jueces cuyos pronunciamientos contradigan los intereses del Gobierno pueden sufrir represalias”. El documento enfatizó asimismo que el Ejecutivo “socava sistemáticamente” la libertad de expresión y que la “persecución” de los opositores políticos representa un “grave problema” para el país.
La severa denuncia se suma a las recientes voces del secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, quien acusó a Chávez de violar “la letra y el espíritu” de la Carta Democrática Interamericana con su Ley Habilitante, y del cardenal venezolano Jorge Urosa, que denunció a su Presidente de querer “llevar al país al camino del socialismo marxista”.
Al constatar estas reiteradas, serias y responsables imputaciones, cualquier observador mínimamente informado de la realidad regional está en condiciones de formularse las siguientes preguntas: ¿quién más hace falta que se pronuncie para certificar definitivamente que el gorila Hugo Chávez se ha convertido en el nuevo verdugo de la democracia latinoamericana? ¿Qué nuevas palabras habrá que inventar para finalmente convencer que en Venezuela se ha instalado una oprobiosa e ilegítima dictadura?
Es válido el cuestionamiento, puesto que en nuestro país aún existen líderes políticos de partidos tradicionalmente democráticos que, a pesar de saber la trágica situación por la que están pasando los derechos humanos en Venezuela, siguen reclamando insistentemente el ingreso del régimen chavista al Mercosur.
Para ellos, la existencia del Protocolo de Ushuaia sobre el Compromiso Democrático en el bloque pareciera ser un dato “menor”, pese a que el artículo primero de dicho instrumento advierte con claridad meridiana que “la plena vigencia de las instituciones democráticas es condición esencial para el desarrollo de los procesos de integración entre los Estados Partes”.
No obstante, a pesar de la indiscutible claridad de la situación, todavía algunos persisten en su empeño de encontrar virtudes o conveniencias en un régimen que cada día se distancia más irremediablemente de los estándares de una democracia representativa respetuosa de los derechos humanos. Por lo visto, hay poderosos argumentos inaccesibles para el resto de los ciudadanos, pero que parecieran ser sumamente seductores en esos ámbitos políticos, puesto que generan convicciones de inusitada profundidad en algunos connotados líderes.
No obstante, y a pesar de este voluntario y repentino enceguecimiento, en Paraguay y en el mundo entero seguirán creciendo y sumándose las voces de los auténticos demócratas. De aquellos que continuarán avizorando con claridad y certidumbre el ominoso y desolador panorama que hoy se cierne sobre el sojuzgado pueblo de Venezuela, un horizonte plagado de desdichas sin cuento, un futuro incierto; el abismo al que la insaciable sed de poder de un mesiánico está conduciendo a una Nación completa.
La fundación advirtió que la Ley Habilitante que el déspota bolivariano hizo aprobar al Congreso títere que dominó hasta el pasado 5 de enero, mediante la cual podrá gobernar a su antojo el país durante un año y medio, vulnera los fundamentos más elementales “del principio de derecho e impide contrarrestar el ejercicio cada vez más personal y concentrado de poder del presidente Hugo Chávez”.
Parte de ese avasallamiento lo constituye, indicó, el creciente control del régimen sobre el Poder Judicial, alertando que “los jueces cuyos pronunciamientos contradigan los intereses del Gobierno pueden sufrir represalias”. El documento enfatizó asimismo que el Ejecutivo “socava sistemáticamente” la libertad de expresión y que la “persecución” de los opositores políticos representa un “grave problema” para el país.
La severa denuncia se suma a las recientes voces del secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, quien acusó a Chávez de violar “la letra y el espíritu” de la Carta Democrática Interamericana con su Ley Habilitante, y del cardenal venezolano Jorge Urosa, que denunció a su Presidente de querer “llevar al país al camino del socialismo marxista”.
Al constatar estas reiteradas, serias y responsables imputaciones, cualquier observador mínimamente informado de la realidad regional está en condiciones de formularse las siguientes preguntas: ¿quién más hace falta que se pronuncie para certificar definitivamente que el gorila Hugo Chávez se ha convertido en el nuevo verdugo de la democracia latinoamericana? ¿Qué nuevas palabras habrá que inventar para finalmente convencer que en Venezuela se ha instalado una oprobiosa e ilegítima dictadura?
Es válido el cuestionamiento, puesto que en nuestro país aún existen líderes políticos de partidos tradicionalmente democráticos que, a pesar de saber la trágica situación por la que están pasando los derechos humanos en Venezuela, siguen reclamando insistentemente el ingreso del régimen chavista al Mercosur.
Para ellos, la existencia del Protocolo de Ushuaia sobre el Compromiso Democrático en el bloque pareciera ser un dato “menor”, pese a que el artículo primero de dicho instrumento advierte con claridad meridiana que “la plena vigencia de las instituciones democráticas es condición esencial para el desarrollo de los procesos de integración entre los Estados Partes”.
No obstante, a pesar de la indiscutible claridad de la situación, todavía algunos persisten en su empeño de encontrar virtudes o conveniencias en un régimen que cada día se distancia más irremediablemente de los estándares de una democracia representativa respetuosa de los derechos humanos. Por lo visto, hay poderosos argumentos inaccesibles para el resto de los ciudadanos, pero que parecieran ser sumamente seductores en esos ámbitos políticos, puesto que generan convicciones de inusitada profundidad en algunos connotados líderes.
No obstante, y a pesar de este voluntario y repentino enceguecimiento, en Paraguay y en el mundo entero seguirán creciendo y sumándose las voces de los auténticos demócratas. De aquellos que continuarán avizorando con claridad y certidumbre el ominoso y desolador panorama que hoy se cierne sobre el sojuzgado pueblo de Venezuela, un horizonte plagado de desdichas sin cuento, un futuro incierto; el abismo al que la insaciable sed de poder de un mesiánico está conduciendo a una Nación completa.
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