Hay un creciente consenso en medios diplomáticos latinoamericanos de que están soplando nuevos vientos políticos en la región: tras una década de avance del populismo radical, estamos entrando en una era donde primará el centro pragmático.
¿Es correcto este pronóstico? Analicemos las evidencias.
No hay dudas de que el presidente narcisista-leninista de Venezuela, Hugo Chávez, quien fue el centro de atención de toda Latinoamérica en los últimos diez años, está perdiendo rápidamente su influencia regional.
Las dádivas de petrodólares de Chávez a otros países y su retórica populista radical le funcionaron bien cuando los precios del petróleo estaban en las nubes, y su mensaje izquierdista revolucionario sonaba como un ruptura con la corrupción y la politiquería del pasado.
Pero hoy, con el precio del petróleo casi en la mitad de lo que estaba en el 2008, la inflación en Venezuela en un 30 por ciento --la más alta de Latinoamérica -, y pronósticos de que Venezuela será el único país latinoamericano cuya economía no crecerá en el 2010, Chávez está luchando para mantenerse políticamente a flote en su propio país.
Asimismo, las recientes elecciones en varios países latinoamericanos han resultado en gobiernos menos afines al populismo radical. Chile, Costa Rica, Panamá y Honduras han elegido a presidentes de centro-derecha, y los partidos de oposición de centro ganaron las elecciones legislativas en Argentina.
Hasta en las recientes elecciones presidenciales de Uruguay y El Salvador, donde ganaron partidos de izquierda, los nuevos pre-sidentes han mantenido una prudente distancia de Chávez.
En lo que tal vez sea un dato sintomático de los nuevos tiempos, Chávez no asistió a la mega-cumbre de jefes de Estado de Latinoamérica y Europa el 18 de mayo en Madrid, España, en la que Colombia, Perú y Centroamérica firmaron tratados de libre comercio con la Unión Europea.
Un alto funcionario latinoamericano me dijo que la ausencia de Chávez sorprendió a muchos en esa cumbre de 60 jefes de Estado. Hasta hace muy poco, Chávez, que había asistido a las cinco cumbres bi-regionales anteriores, ``jamás se hubiera perdido semejante tribuna'' para robarse el espec-táculo con sus denuncias al capitalismo, dijo el funcionario.
Más recientemente, cuando Chávez visitó Argentina el 25 de mayo para las celebraciones del bicentenario del país, pasó inadvertido en los titulares de otros países. Los tiempos en que Chávez era el centro de atención de la región parecen haber pasado.
Y lo que resulta aun más revelador, sus aliados más cercanos están tratando de diversificar sus apuestas. El presidente ecuatoriano Rafael Correa, un discípulo de Chávez, recibirá en Ecuador el 8 de junio a la secretaria de Estado Hillary Clinton. La presidenta populista de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, ya se ha reunido en varias oportunidades con el nuevo presidente conservador de Chile, Sebastián Piñera.
¿Es correcto este pronóstico? Analicemos las evidencias.
No hay dudas de que el presidente narcisista-leninista de Venezuela, Hugo Chávez, quien fue el centro de atención de toda Latinoamérica en los últimos diez años, está perdiendo rápidamente su influencia regional.
Las dádivas de petrodólares de Chávez a otros países y su retórica populista radical le funcionaron bien cuando los precios del petróleo estaban en las nubes, y su mensaje izquierdista revolucionario sonaba como un ruptura con la corrupción y la politiquería del pasado.
Pero hoy, con el precio del petróleo casi en la mitad de lo que estaba en el 2008, la inflación en Venezuela en un 30 por ciento --la más alta de Latinoamérica -, y pronósticos de que Venezuela será el único país latinoamericano cuya economía no crecerá en el 2010, Chávez está luchando para mantenerse políticamente a flote en su propio país.
Asimismo, las recientes elecciones en varios países latinoamericanos han resultado en gobiernos menos afines al populismo radical. Chile, Costa Rica, Panamá y Honduras han elegido a presidentes de centro-derecha, y los partidos de oposición de centro ganaron las elecciones legislativas en Argentina.
Hasta en las recientes elecciones presidenciales de Uruguay y El Salvador, donde ganaron partidos de izquierda, los nuevos pre-sidentes han mantenido una prudente distancia de Chávez.
En lo que tal vez sea un dato sintomático de los nuevos tiempos, Chávez no asistió a la mega-cumbre de jefes de Estado de Latinoamérica y Europa el 18 de mayo en Madrid, España, en la que Colombia, Perú y Centroamérica firmaron tratados de libre comercio con la Unión Europea.
Un alto funcionario latinoamericano me dijo que la ausencia de Chávez sorprendió a muchos en esa cumbre de 60 jefes de Estado. Hasta hace muy poco, Chávez, que había asistido a las cinco cumbres bi-regionales anteriores, ``jamás se hubiera perdido semejante tribuna'' para robarse el espec-táculo con sus denuncias al capitalismo, dijo el funcionario.
Más recientemente, cuando Chávez visitó Argentina el 25 de mayo para las celebraciones del bicentenario del país, pasó inadvertido en los titulares de otros países. Los tiempos en que Chávez era el centro de atención de la región parecen haber pasado.
Y lo que resulta aun más revelador, sus aliados más cercanos están tratando de diversificar sus apuestas. El presidente ecuatoriano Rafael Correa, un discípulo de Chávez, recibirá en Ecuador el 8 de junio a la secretaria de Estado Hillary Clinton. La presidenta populista de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, ya se ha reunido en varias oportunidades con el nuevo presidente conservador de Chile, Sebastián Piñera.
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